No debemos vacilar
Cuando me enter¨¦ por las noticias de la ma?ana de lo sucedido, dos pensamientos contrarios cruzaron mi mente. Uno fue la incredulidad, y el otro, casi simult¨¢neo, fue: "Finalmente ocurri¨®". Incredulidad porque yo cre¨ªa que todos los comunistas y los dictadores hab¨ªan aprendido de lo que hab¨ªan visto en la Europa del Este: que en la actualidad no hay tanques, balas o ej¨¦rcitos capaces de triunfar sobre el valor de un pueblo decidido a resistir.Durante las elecciones rusas las autoridades pidieron que un d¨ªa determinado no hubiera manifestaciones, y un cuarto de mill¨®n de personas se ech¨® a la calle. Cuando eso sucedi¨®, pens¨¦ que aquella no era la gente pasiva y servil que los a?os de Lenin, Stalin y Br¨¦znev hab¨ªan creado. Hay una generaci¨®n nueva, m¨¢s joven. ?ste era el motivo de incredulidad.
Pero tambi¨¦n sab¨ªa que el comunismo no est¨¢ acabado, que a¨²n quedan demasiados comunistas -algunos de ellos en puestos destacados- y que no se detendr¨¢n ante nada para asegurar la continuidad del ¨²nico sistema que conocen. Durante mi ¨²ltima estancia en Mosc¨², a finales de mayo, fui al Ministerio de Defensa a ver al mariscal Y¨¢zov. Con ¨¦l estaba el general Mois¨¦iev. Les dije a los dos: "Se ha insinuado por parte de algunos comunistas de la l¨ªnea dura que alg¨²n d¨ªa los militares y el KGB tomar¨¢n el poder. Les comento esto porque imagino que ustedes ya se han dado cuenta de que, hoy en d¨ªa, los tanques y los soldados son incapaces de derrotar al pueblo". Ambos contestaron: "No, de ninguna manera, ¨¦se no es nuestro estilo". Por supuesto, una no espera una respuesta sincera. Pero lo sab¨ªan, tan s¨®lo ten¨ªan que escuchar y mirar para darse cuenta de lo que iba a suceder. Pero la fe en la fuerza est¨¢ hondamente arraigada en los comunistas m¨¢s conservadores.
Sab¨ªa que Gorbachov nunca dimitir¨ªa, nunca se dar¨ªa por vencido. Y sab¨ªa tambi¨¦n que su esposa estar¨ªa con ¨¦l en todo momento. Gorbachov es un hombre con visi¨®n de las cosas. Un hombre con determinaci¨®n. Un hombre que comprende que, cuando se van a hacer grandes cosas, no hay que tener miedo a crearse unos cuantos enemigos en el camino. Y posee la resoluci¨®n necesaria para llevar a cabo sus reformas. Est¨¢ dotado, tambi¨¦n, de una gran habilidad pol¨ªtica. Le hemos visto manejar al S¨®viet Supremo y valerse de las c¨¢maras de televisi¨®n. Le hemos visto manejar con maestr¨ªa todas y cada una de las crisis pol¨ªticas. Llev¨® a su pueblo la democracia, la libertad de expresi¨®n y una mayor libertad de movimientos. Permiti¨® a Europa del Este seguir su propio camino. Disolvi¨® el Pacto de Varsovia. Cambi¨® el mundo, y el lunes por la ma?ana temimos por un momento que alguien invirtiera el proceso.
Lo peor en estos casos es darse cuenta de que algunas de las personas en las que has confiado son las m¨¢s destacadas de las que te est¨¢n traicionando. Y vuelves la vista atr¨¢s intentando descubrir si no has sido demasiado confiada. Porque cuando est¨¢s tan ocupada trabajando, no haces una valoraci¨®n constante de la gente que tienes alrededor. Los has escogido como parte de un equipo y tiendes a dar por sentado que est¨¢n dedicados a lo mismo que t¨². Pero te olvidas de la pol¨ªtica, que es algo distinto. Yo no soy una pol¨ªtica h¨¢bil, quer¨ªa que se hiciesen las cosas y me esforzaba en lograrlas porque cre¨ªa en ellas. Gorbachov quer¨ªa que se hicieran las cosas, porque sab¨ªa que el comunismo se estaba desmoronando, y quer¨ªa marchar en una direcci¨®n determinada.
El presidente Gorbachov tiene muchos, much¨ªsimos amigos fieles. El lunes 19 habl¨¦ con el presidente Reagan y le dije: "F¨ªjate en el presidente Gorbachov y en su mujer, sentados ah¨ª, pregunt¨¢ndose qu¨¦ es lo que estar¨¢n haciendo sus amigos por ellos. Voy a llamar a la Embajada sovi¨¦tica a ver si podemos hablar con ¨¦l t¨² o yo, que ya no estamos en el poder, como amigos, aunque no sea m¨¢s que para que sepa que, aparte de los Gobiernos, hay quien se ocupa de ellos". Reagan dijo que s¨ª, que lo hiciera inmediatamente. No pude hablar, pero quer¨ªa ponerme en contacto con ¨¦l para demostrarle de nuevo nuestra vieja amistad.
Creo que los hombres de la l¨ªnea dura sab¨ªan que Gorbachov estaba a punto de obtener un avance decisivo con el nuevo tratado. Se hab¨ªa llevado a cabo el primer reparto de poder entre las rep¨²blicas, y, una vez distribuido ¨¦ste, no habr¨ªa habido forma de recuperarlo. Se pusieron en marcha porque sab¨ªan que no iban a poder sobrevivir al cambio. Ahora, sin embargo, las reformas tendr¨¢n m¨¢s fuerza que hace una semana y avanzar¨¢n con m¨¢s rapidez.
No debemos vacilar ahora, igual que no vacilamos respecto al golpe. Yeltsin y Gorbachov deben permanecer unidos. Lo peor para una reforma es que los reformistas se dividan, porque esto da mucho m¨¢s poder a los conservadores. Me gustar¨ªa decirle a Gorbachov que su decisi¨®n, su voluntad y su valor resistieron, de la misma forma que lo hizo Yeltsin, cuando lleg¨® el momento decisivo. Y que ahora est¨¢n en deuda el uno con el otro. Aquello en que ambos .creen es, con mucho, m¨¢s importante que las peque?as diferencias que los puedan separar. Y me gustar¨ªa decir al resto del mundo que deben tratar tanto con Yeltsin como con Gorbachov. No se puede poner a uno por encima del otro. Las reformas no habr¨ªan tenido lugar de no ser por Gorbachov. Pero el golpe no hubiera sido aplastado sin Yeltsin, y las reformas no se pueden concluir sin ¨¦l. El poder del presidente ruso ser¨¢ colosal, ya que, junto con las otras rep¨²blicas, recibir¨¢ la parte del le¨®n del poder central. Cuando se persigue un prop¨®sito son necesarias la unidad y la voluntad de lograrlo.
Me hab¨ªan dado a entender que Yeltsin era m¨¢s demagogo que un aut¨¦ntico pol¨ªtico. Estuve encantada de recibirle cuando vino a Londres en abril de 1990. Le dije: "Mire, nunca hablo con la gente partiendo de una base falsa. Usted sabe que soy una entusiasta de Gorbachov. Admiro enormemente lo que ha hecho y la forma en que ha llevado a cabo las reformas. Eso no me impide ser tambi¨¦n amiga de otras personas. Pero quiero que lo sepa". Y ¨¦l respondi¨®: "Yo estoy a favor de Gorbachov, y tambi¨¦n a favor de las reformas".
Continu¨® tranquilamente y de una manera que impresionaba. Se quejaba de que la reforma no avanzaba suficientemente deprisa. Se basaba en tres puntos. El primero era que no se hab¨ªa producido la transferencia de poder desde el centro a las rep¨²blicas. El segundo punto consist¨ªa en que no se estaba haciendo lo suficiente para llegar a una verdadera econom¨ªa de mercado y se manten¨ªan las viejas estructuras econ¨®micas. Y el tercero era que hubiera deseado que se empezase por acometer las reformas eco-
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n¨®micas, para as¨ª disponer de resultados palpables. Opinaba que hubiese sido m¨¢s f¨¢cil ocuparse de las reformas pol¨ªticas a continuaci¨®n. Dijo que pensaba presentarse como candidato a la presidencia de la Rep¨²blica Rusa y encargarse de que se hiciese todo esto. Cuando dej¨¦ el poder le dije a Bush y a mis amigos en Estados Unidos: "No desprecien a Yeltsin. Cuenta con una, estrategia clara y con la voluntad de desarrollarla".
Conozco a Gorbachov desde diciembre de 1984. Desde el principio hablamos sin ning¨²n problema. Por lo general, cuando se conoce a los ministros comunistas, parece que son prisioneros de su educaci¨®n. Llegan y te sueltan una retah¨ªla de estad¨ªsticas: hemos producido tanto de esto, tanto de lo otro. Pero Gorbachov estaba preparado para hablar de cualquier cosa. No daba respuestas convencionales. Convers¨¢bamos con libertad sobre agricultura, pol¨ªtica exterior, la Iniciativa de Defensa Estrat¨¦gica, las relaciones angloamencanas, filosof¨ªa. Nunca me hab¨ªa encontrado con un comunista preparado para discutir abiertamente estas cuestiones. Habl¨¢ramos de lo que habl¨¢ramos, siempre sab¨ªa algo. No le hac¨ªa falta una monta?a de papeles. Admiti¨® los puntos de los que trat¨¦, pero me dijo tambi¨¦n: "?Sabe? Occidente habla con nosotros como d¨¢ndonos lecciones. Es conveniente que se nos trate en t¨¦rminos de respeto mutuo, aceptando que tenemos derecho a nuestra propia defensa, que tenemos derecho a nuestra propia forma de pol¨ªtica".
Lo que sent¨ª cuando el golpe se vino abajo fue m¨¢s hondo que el "hemos vencido". Se trataba de que las fuerzas de la dictadura y del comunismo hab¨ªan sido derrotadas, no s¨®lo por ahora, sino por mucho tiempo. La ca¨ªda del muro de Berl¨ªn era una se?al del declive del comunismo, pero no era el final. El hundimiento del golpe era la victoria del pueblo y la victoria de la libertad sobre la oscuridad.
Siempre habr¨¢ una l¨ªnea dura. Hay que tener cuidado con ella. Yo he vigilado a los comunistas y a los socialistas durante toda rr¨ª¨ª vida pol¨ªtica. No se van a rendir. Se quedar¨¢n sentados en silencio, esperando las oportunidades. Dispondr¨¢n de organizaciones como tapadera. Emplear¨¢n frases delicadas como "hagamos una pol¨ªtica industrial", que significan mayor dependencia de un centro fuerte. Y a algunos les gustar¨¢.
?ste ha sido un siglo memorable. Vio el ascenso del comunismo gracias a un golpe dado por Lenin. Vio la ca¨ªda del comunismo cuando fracas¨® el traicionero golpe contra Gorbachov. Vio tambi¨¦n el ascenso del fascismo y su derrota. Nosotros presenciaremos la difusi¨®n por el mundo entero de la democracia y la econom¨ªa a la manera occidental. La lecci¨®n de este siglo es la desintegraci¨®n de los pa¨ªses construidos de forma artificial. No desaparecer¨¢n las identidades nacionales. Por mis conversaciones con Gorbachov s¨¦ que quer¨ªa, ante todo, mantener el per¨ªmetro de la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Quer¨ªa que tuviese la misma extensi¨®n. Inmediatamente, le dije: "Pero Estonia, Letonia y Lituania no pertenecen a la Uni¨®n Sovi¨¦tica". Nunca estuvo de acuerdo con mi forma de pensar. Nosotros, Occidente, tenernos que seguir defendiendo a las rep¨²blicas. Deben ser libres y lo ser¨¢n.
Si en 1979 yo hubiera dicho: "?Elegidme! Dentro de 10 a?os habr¨¢ ca¨ªdo el muro de Berl¨ªn, se habr¨¢ hundido el Pacto de Varsovia, habr¨¢ una persona amigable en la URSS, el comunismo se desmoronar¨¢ en el mundo entero. ?Votad por Mr. Reagan y por m¨ª y suceder¨¢ todo esto!", me habr¨ªan contestado: "Est¨¢s loca". Pero precisamente as¨ª es como ha sucedido. As¨ª pues, ¨¦ste no es momento para las palabras vac¨ªas ni para la estrechez de miras, de buscar excusas para no ayudar. Es la hora. de las mentes amplias y de las pol¨ªticas decididas.
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