Libertad para el cinismo
La ola de cinismo que nos invade amenaza con llevarse todo criterio moral por delante. Esta vez no azota tan s¨®lo al mundo econ¨®mico y pol¨ªtico -lugares predilectos para su ejercicio-, sino que ni siquiera el pensamiento libre logra salvarse del naufragio. Cabr¨ªa a¨²n discutir si ese cinismo resulta fruto de una conciencia l¨²cida o pervertida. Pero uno se teme, tal como los hechos sugieren, que proceda de una conciencia a un tiempo amoral y falta de la suficiente lucidez. Sea como fuere, nadie negar¨¢ que el de nuestros d¨ªas se ha dotado de notable destreza. Y tanta, que el c¨ªnico lleva hoy su descaro a denunciar a quien desvela sus argucias como el c¨ªnico verdaderamente peligroso.Algo de eso ocurre, a mi juicio, con el art¨ªculo de Karl Popper (La libertad contra el cinismo, 3 de julio) publicado en estas mismas p¨¢ginas. De su lectura se dir¨ªa, parafraseando la c¨¦lebre sentencia, que "si Marx no existe, todo est¨¢ permitido". En ausencia de aquel molesto testigo, cualquier simpleza y distorsi¨®n de su obra, cualquier desatino acerca de la sociedad contempor¨¢nea, parecen contar de antemano con bula para ser voceados y desatar el aplauso. Ha llegado la hora de la revancha y ning¨²n entendido debe privarse de dar lanzadas al Moro (as¨ª llamaban a Marx sus ¨ªntimos) muerto... Y puesto que de canes se trata, bueno ser¨¢ recordar que Marx confiesa no haberse sumado a quienes en sus d¨ªas tildaban a Hegel de perro muerto. Popper, por su parte, no se anda con tantos remilgos en su art¨ªculo y carga sobre Marx la responsabilidad de la corrupci¨®n personal y las tendencias criminales de sus seguidores. As¨ª que el respeto que nos debe merecer la persona de Popper y su filosof¨ªa de la ciencia no se trocara, por cierto, enbobalicona resignaci¨®n ante su pensamiento social y pol¨ªtico.
Nuestro hombre arranca con la tesis de que "la concepci¨®n c¨ªnica de la historia afirma que -tanto en la historia como en general- manda la avidez: la codicia de poseer, la avidez de dinero el poder. As¨ª ha sido siempre y as¨ª ser¨¢ siempre". Ya es de admirar asistir al bautizo de esta doctrina con el nombre de la secta griega que probablemente menos podr¨ªa compartirla. Que se sepa, los dichos y hechos de un Ant¨ªstenes y un Di¨®genes descre¨ªan hasta tal punto de una naturaleza humana insaciable de riquezas que se mofaban de ello como de cuantas falsas necesidades cre¨ªan advertir. Y es que, mientras los c¨ªnicos antiguos se defin¨ªan ante todo por su provocaci¨®n frente a las convenciones de su tiempo, el cinismo de los modernos se pone a prueba en el fervor con que se adhieren a los prejuicios del suyo...
Hubiera cuadrado mejor, sin duda, a aquella doctrina el r¨®tulo de concepci¨®n liberal de la historia o -con apelativo m¨¢s reciente- el de teor¨ªa del individualismo posesivo. Por lo dem¨¢s, no andan escasos de representantes: si entre los cl¨¢sicos figuran pensadores de la talla de Hobbes y Locke, A. Smith y Kanit, sus paladines contempor¨¢neos componen el neoconservadurismo que hoy nos domina. Uno de los m¨¢s conspicuos, P. Berger, escribe en su ¨²ltima obra que el ser humano es esencialmente propietario, "los hombres han sido siempre codiciosos" y no cabe esperar cambios en una condici¨®n humana tenida por inmutable. El mismo George Bush, presidente de esa naci¨®n donde sir Karl Popper ha detectado las m¨¢ximas cotas del idealismo, recitaba el otro d¨ªa en Mosc¨² la bien aprendida letan¨ªa. El socialismo ha fracasado -dec¨ªa- en su intento de ,, crear un nuevo hombre sovi¨¦tico,, simplemente porque la naturaleza humana no puede ser destruida y creada de nuevo".
Qui¨¦n sabe, a lo mejor estos doctos del pasado y del presente est¨¢n en lo cierto. Lo sorprendente, de creer al laureado profesor austr¨ªaco, es que todos ellos sean marxistas sin saberlo. ?Que c¨®mo es posible? Muy f¨¢cil: "Est¨¢ claro que, si se suprime de la teor¨ªa marxista la venida del socialismo, se llega directamente a la interpretaci¨®n c¨ªnica de la historia. No se necesita para ello ninguna idea nueva". Para dar semejante brinco mortal, Mr. Popper busca el apoyo de ciertos rasgos supuestamente inherentes a la concepci¨®n marxiana de la historia y que ¨¦l denomina vulgar-marxistas; en resumen, la idea de que "todos los hombres, excepto aquellos que luchan por el socialismo, tienen como fin el beneficio propio y s¨®lo eso". Si as¨ª no logra el milagro de extraer de Marx una interpretaci¨®n c¨ªnica de la historia, le queda al menos la nada vulgar satisfacci¨®n de proponer una interpretaci¨®n c¨ªnica de la teor¨ªa marxista.
Que cada individuo sin excepci¨®n anhela su propio beneficio (en ¨²ltimo t¨¦rmino, su felicidad) corresponde a una observaci¨®n tan elemental que no parece digna (le elevarse al rango de teor¨ªa. Pero que todos persigan por naturaleza el beneficio econ¨®mico y s¨®lo eso -como aqu¨ª se da a entender-es doctrina de rancia solera liberal y hasta resulta plausible a Mr. Popper. Ya puede, sin embargo, nuestro autor rastrear en la ingente obra del fundador del marxismo, que no hallar¨¢ ni una sola l¨ªnea que le consienta entrever siquiera la equiparaci¨®n entre dos concepciones tan opuestas. En cambio, descubrir¨¢ cientos de p¨¢ginas dedicadas, primero, a desmentir la naturalidad del homo economicus como sujeto de la historia y a presentar a ese individuo social moderno en tanto que producto de sus relaciones mercantil-capitalistas; y, despu¨¦s, a explicar su sed de enriquecimiento como resultado muy objetivo de los mecanismos propios de la l¨®gica del valor. Lo mismo podr¨¢ espigarlas en sus trabajos juveniles (para Ricardo, por ejemplo, "el hombre es una m¨¢quina de producir yconsumir; la vida humana, un capital; las leyes econ¨®micas rigen ciegamente al mundo") que e n sus escritos m¨¢s maduros ("El dinero no es solamente el objeto, sino al mismo tiempo la fuente de la sed de enriquecimiento. La sed de tener es tambi¨¦n posible sin dinero. La sed de enriquecimiento es, en cambio, ya el producto de un determinado desarrollo social, no es algo natural, sino algo hist¨®rico ").
?D¨®nde est¨¢ el cinismo? En poner aquella interpretaci¨®n econ¨®mica, desde luego c¨ªnica, a la cuenta de la concepci¨®n materialista de la historia. Claro que ese cargo tal vez sea desmesurado para quien ante todo incurre en la osad¨ªa de la vanidad. A fin de cuentas, y seg¨²n nos conflia, alPopper de 16 a?os le bastaron ocho semanas para descubrir la trampa del marxismo y abjurar de- ¨¦l para siempre. Son lujos que se permiten, a lo que se ve, quienes alcanzan la genialidad desde la cuna.
El resto del art¨ªculo es de un rigor parecido y similar altura de miras. Ser¨ªa de necios pretender ocultar los evidentes defectos de la concepci¨®n materialista de la historia; pero propio de c¨ªnicos renegar del esp¨ªritu que en ella alienta. Y es que a Marx le importa que la historia del hombre deje de regirse como por leyes naturales y advenga alg¨²n d¨ªa la sociedad que merezca llamarse humana.
Popper, en cambio, reconoce que unicamente le obsesiona Ia demostrabilidad cient¨ªfica" de la venida del socialismo; y Si el futuro no es predecible, por lo visto casi todo vale en el presente. Mani se esfuerza antes que nada en descubrir la ley de
una sociedad en la que "es, el proceso de producci¨®n el que manda sobre el hombre, y no ¨¦ste sobre el proceso de prod ucci¨®n". A Popper semejante cosa le trae sin cuidado porque "vivimos en un mundo precioso",, Si Marx se angustia ante la suerte
de: la humanidad bajo el triunfo del "poder hist¨®rico-universal"del capital, Popper no alcanza a ver en ello m¨¢s que un objeto para su ejercIcio acad¨¦mico. En suma, este ¨²ltimo tan s¨®lo acierta cuando se contradice ("creo que la fuerza del comunismo yace en su apelaci¨®n ¨¦tica"), porque- antes ha convertido esa llamada en rendici¨®n
arite la necesidad.
Al lector le toca apreciar, pues, si estamos ante la miseria del historicismo (para el caso, del marxismo) o ante una miseria m¨¢s del cinismo.
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