C¨¦sar Rinc¨®n, a hombros por la Puerta del Toro

Otra plaza m¨¢s al talego. Los que tuvieran dudas, ya est¨¢n convencidos de que aquel empe?o de Col¨®n por ir a no s¨¦ d¨®nde, a descubrir no sab¨ªa qu¨¦, respond¨ªa a un p¨¢lpito. El rinconismo, siquiera sea fugaz, prolifera porque el torero, a las primeras de cambio, es capaz de meterse al personal en el bolsillo, haciendo cosas que todo el mundo ha o¨ªdo que hay que hacer, pero que hemos olvidado por falta de pr¨¢ctica en la mayor parte de quienes tendr¨ªan que hacerlas; esto es, traerse los toros toreados, ponerse en el sitio de torear, quedarse m¨¢s quieto que un poste, rematar a la cadera y procurar quedar colocado de un muletazo a otro. Dicho as¨ª parece un jerogl¨ªfico, pero viendo a Rinc¨®n, hasta f¨¢cil resulta, si bien, pens¨¢ndolo despacio, la verdad es que tiene sus pelendengues.Su primero se emplaz¨®, y el matador fue a por ¨¦l, soport¨® que el animal se le cruzase en la embestida, se li¨® a darle ver¨®nicas corajudas, cay¨® en la cara del toro, ¨¦l mismo con una larga se hizo el quite y el l¨ªo pueden supon¨¦rselo. La plaza era un manicomio, dicho sea en expresi¨®n pasada de moda por el desuso. Bravuc¨®n en la muleta, tom¨® la que le ofrec¨ªa Rinc¨®n acost¨¢ndose por el izquierdo, escarbando y cayendo. El torero iba a por todo, y se fue tras la espada como un demonio. En el quinto, que se arrodill¨® tambi¨¦n en el ¨²ltimo tercio, no pudo ligar por la falta de fijeza del toro, y con cierto peligro por no estar a lo que deb¨ªa.

Armillita logr¨® un natural limpio en su primero, que tuvo un conato de rajadura en la muleta que acab¨® confirm¨¢ndose. Comenz¨® repitiendo el toro, pero se aplom¨® pronto, cosa que debi¨® agradecer el torero, porque las repeticiones le atosigaron. En el cuarto, muy arqueado, fuera-cacho, sin cruzarse, aprovech¨® la nobleza del toro en series discretas. Hizo lo que supo o pudo, de forma que nada; recuerdos a los de all¨¢.

Rafael Camino anduvo picado, pundonoroso y con ganas de salir a hombros tambi¨¦n por la Puerta del Toro. A punto estuvo. En su primero, si no es por la espada, corta las orejas, porque comenz¨® torer¨ªsimamente la faena rematando el preludio con el pase de la firma y en el muleteo hubo momentos de mucha brillantez, aunque siga abusando de arquearse con exageraci¨®n. El toro era la dulzura animalizada y el torero estuvo a gusto. El sexto lo devolvieron por una supuesta cojera. Lo cierto es que era un pavito, que acos¨®, entabler¨® y desarm¨® a Camino en el saludo. El sobrero, cornaloncillo y flaco, result¨® inc¨®modo y deslucido y el torero estuvo diezmo con ¨¦l.