Lo 'super'
Fin de la soledad. Fin de la miseria. Ocaso de la cicater¨ªa. Ya no s¨®lo contamos con la comprensi¨®n de las rebajas y de los cuatro neum¨¢ticos por el precio de tres con que tratan de hacernos felices los grandes almacenes y los centros de recauchutados. La Banca misma est¨¢ dispuesta a chutarnos dosis de optimismo sobre la fecundidad de nuestro dinero. Qui¨¦n iba a decirlo. Una instituci¨®n tan severa, como la bancaria, arrebatada de amor por el cliente. Unos se?ores tan circunspectos extrayendo conejos de colores de la chistera y lanzando aullidos publicitarios pr¨®ximos al superpop. En realidad todo es ya super o hiper o extra en la oferta del capitalismo posfinanciero. Cuando estall¨® la guerra de las supercuentas se pens¨® que los banqueros estaban flipados. Nadie les hab¨ªa pedido nada para que se comportaran as¨ª. M¨¢s a¨²n: la estricta educaci¨®n del ciudadano espa?ol respecto a la Banca le ha inducido desde antiguo a posiciones de gran temor y servidumbre ante la ventanilla. Pocos son los que se han atrevido a indagar en las anotaciones, porcentajes, deducciones, conceptos de comisiones y misteriosos tejemanejes del ordenador bancario. No hay m¨¢s que visitar la majestuosa sede central de cualquier banco para caer en la cuenta de que Dios est¨¢ de su parte. ?Pod¨ªa esperarse que de s¨²bito y sin oraciones, nos llegaran porciones de munificencia? Llev¨® tiempo creer en que las supercuentas representaban una retribuci¨®n sin truco. O, al menos, sin m¨¢s trucos que las superofertas de otro orden. Pero no se hab¨ªa repuesto el cliente de la ¨²ltima sensaci¨®n primaveral cuando brotan los superfondos. El para¨ªso fiscal, la gallina de los huevos de oro, la nueva excitaci¨®n remuneradora del ahorro. ?Se encuentran de verdad los bancos en sus cabales? ?Nos est¨¢ autorizado pensar que de repente enloquecen por nosotros? ?Les gustamos definitivamente? Algo pasa aqu¨ª y nada lo explica claramente; ni los banqueros con su agitada publicidad en los diarios ni nuestro reflejo, todav¨ªa incr¨¦dulo y mortecino, al mirarnos, al anochecer, en el espejo del cuarto de ba?o.
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