Epopeya en el vertedero
Aires de verbena en la acampada vecinal de Villaverde contra los gitanos
Numerosos coches aparcados a la entrada del vertedero de Los Molinos dan a la noche un aire de festejo. Familias, j¨®venes, ni?os, todos corren hacia la hondonada donde los vecinos de Villaverde se hacen fuertes para impedir que traigan a los gitanos. Es la segunda parte de una epopeya nocturna que tiene por escenario un campo miserable, y por objetivo, un rechazo ruin. Pero los vecinos est¨¢n hartos de ser humillados, y alguien tiene que pagar por sus frustraciones.
"Puede que entre ellos haya algunos que no son traficantes", dice Luisa, ama de casa, refiri¨¦ndose a las 88 familias a las que no desean en el barrio, "pero me da igual. Ya tenemos bastante droga con los campamentos de alrededor". Tienen raz¨®n, pero nadie se plantea que la hero¨ªna no es un invento gitano, que es, una vez m¨¢s, un regalo envenenado que han recibido de los payos, que ha echado hondas ra¨ªces en su marginaci¨®n. No los quieren, y basta..Y aqu¨ª est¨¢n, perfectamente organizados en su segunda noche de acampada, con sus dirigentes dando instrucciones por meg¨¢fono, comunic¨¢ndose mediante radio a distancia, con una patrulla de hombres fortachones encargados de controlar el orden y una tienda con el cartel Recepci¨®n escrito a mano, en la que se reparten bebidas y bocadillos. -?Tienes vino?", pregunta una muchacha. "Calla, que hay periodistas y televisi¨®n', advierte la encargada de intendencia silabeando. Y en voz alta: -?Aqu¨ª s¨®lo se sirve agua y zumos!".
Dos agentes observan el bullicio de la acampada desde lo alto del mont¨ªculo donde se encuentra la casa piloto para el realojamiento de familias gitanas (destrozada por un grupo de encapuchados, hace 20 d¨ªas). Detr¨¢s del fr¨¢gil edificio prefabricado que ha despertado la envidia de los vecinos de Villaverde -Chal¨¦s para los camellos, pagados con nuestros impuestos", reza un panfleto clavado en un poste-, hay un coche patrulla con cuatro o cinco efectivos dentro. No van a intervenir. Los de abajo lo saben y, relajados, se adentran en la madrugada con la tranquilidad que les da pensar que es fin de semana y ma?ana no tendr¨¢n que madrugar.
"No nos mover¨¢n"
"Estamos m¨¢s calmados", dice un vecino bastante realista, "y a¨²n no hemos llegado a ese punto en que te enfr¨ªas y te cuesta seguir adelante". Han hecho voto de no pasar¨¢n. "No nos mover¨¢n", canta un grupo en torno a una hoguera. Un viejo himno de resistencia para una vieja historia que no le pega nada: el racismo. Y es que la mayor¨ªa de esta gente, con ciertas luchas reivindicativas de izquierdas, trabajadores todos -muchos de ellos, de los que cambian el buzo de la f¨¢brica por el ch¨¢ndal de s¨¢bado y domingo-, creen seriamente que se han comprometido en una lucha noble contra la droga y en nombre de la seguridad ciudadana."Es una pena que hayamos tenido que llegar a este extremo", comenta, compungida, una joven pareja. La mujer cuenta que a uno de sus ni?os lo atracaron un d¨ªa, camino del colealo.
?Si los racistas son ellos!", dice otro, refiri¨¦ndose a las autoridades. "Mira d¨®nde quieren ponerlos, en un vertedero". A Nica (Nicanor Brice?ol, su l¨ªder carism¨¢tico), le aplauden mucho cuando dice lo de que va a comprarles un chal¨¦ al presidente regional, Joaqu¨ªn Leguina, y a la ministra Matilde Fern¨¢ndez en el barrio de Pies Negros: "Eso s¨ª, sin segunda vivienda en la sierra. Y dentro de un mes veremos qui¨¦n es el que habla de racisrno".
Alguien empieza a entonar el Bella Ciao, pero se queda solo.Tiene m¨¢s exito Madrecita Maria del Carmen, y- otro hit de Manolo Escobar, el Porompompero, que acallan entre risas al atacar la estrofa "que pa eso yo soy gitano". "?Nada de gitanos aqu¨ª!".
Hasta muy altas horas no emplezan a irse los que no tienen turno. Una cincuentena de tiendas de todo tipo acoge a los campistas. -Cuando esto se acabe, voy a echarlo de menos", se lamenta un chaval.
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