Garantizar el control y la eficacia de las grandes empresas
La crisis radical del comunismo y su reflejo indudable en todo el pensamiento de izquierdas ha provocado en los ¨²ltimos a?os r¨ªos de tinta acerca de las ventajas para el incremento del bienestar p¨²blico de la restauraci¨®n de un liberalismo a ultranza en el terreno econ¨®mico, con una sistem¨¢tica denigraci¨®n de la intervenci¨®n del Estado en la econom¨ªa. Sin embargo, esta nueva moda se enfrenta con dos hechos emp¨ªricos: en primer lugar, el fracaso evidente de muchas pol¨ªticas neoliberales, como est¨¢ ocurriendo en la Inglaterra posthatcheriana; por otra parte, la intervenci¨®n del Estado sigue siendo important¨ªsima, por uno u otro camino, en todos los pa¨ªses desarrollados, incluyendo, desde luego, a los Estados Unidos de Am¨¦rica y a Jap¨®n, que -s e erigen, quiz¨¢, en paladines de una econom¨ªa libre. , Aunque este tema de la intervenci¨®n estatal en la econom¨ªa se presta a escribir largos tratados, se pueden hacer algunos comentarios en torno a ¨¦l para puntualizar muchas de las ideas que actualmente se expresan en toda clase de medios. Quiz¨¢ nadie con un esp¨ªritu progresista cuestiona la responsabilidad del Estado en garantizar unos sistemas de ense?anza y de sanidad eficaces para todos, un desarrollo adecuado de la! obras p¨²blicas, una cierta distribuci¨®n de la renta por v¨ªa fiscal y una protecci¨®n suficiente de los trabajadores. En cambio, cada vez son m¨¢s los que se esfuerzan en -Subrayar las lamentables consecuencias de la intervenci¨®n del Estado como propietario de empresas; sin embargo, a menudo, las afirmaciones que se hacen al respecto me parecen sesgadas y poco rigurosas. Son evidentes los graves fracasos en la trayectoria de muchas empresas p¨²blicas, pero, frecuentemente, estos fracasos no se han debido a su naturaleza p¨²blica, sino a otras razonesdiferentes. Cabe recordar, por ejemplo, que, en el mundo del autom¨®vil, Volkswagen no ha actuad ' o peor que Mercedes, Opel o BMW, ni Renault peor que Peugeot o la antigua Simc'a; en Espa?a, ENDESA no lo ha hecho peor que FECSA o Hi drola, ni Celulosas peor que SNIACE. Si nos acordamos, adem¨¢s, de empresas en crisis, mayor fue el desastre de Barrel ros que el de Enasa y peor el de la antigua Babcock & Wilcox que el de otras empresas de construcciones mec¨¢nicas del INI.'La Seda'Otra falacia consiste en la afirmaci¨®n de que la empresa p¨²blica enferma pervive con muletas costosas que pagan todos los ciudadanos. La experiencia demuestra que esto ocurre a menudo, pero no m¨¢s que en el caso de las grandes empresas privadas en crisis, que en su mayor¨ªa han sido transferidas al Estado. y constituyen una gran parte del pasivo actual de la empresa p¨²blica; el ejemplo presente de La Seda de Barcelona es otra muestra de hasta qu¨¦ punto no se deja morir alas empresas grandes por razones pol¨ªticas, pero no precisamente porque sean p¨²blicas.Hace ya tiempo que los soc¨ªalistas hemos dejado de creeren la panacea de la nacionalizaci¨®n por la nacionalizaci¨®n, habiendo cambiado muchos nuestras ideas al respecto en los ¨²ltimos 20 a?os. Ello no excluye, sin embargo, la conveniencia de que el Estado pueda intervenir como empresario en muchos casos concretos. Esto es especialmente cierto en Espa?a, donde carecemos de grandes grupos industriales privados. En nuestro pa¨ªs, sin el INI y el INH apenas quedan grupos empresariales coherentes y con perspectivas de desarrollo futuro aut¨®nomo. Parece dudoso, incluso, que puedan considerarse como tales algunos grupos industriales bancarios cuya estrategia parece el aprovechamiento a corto plazo de c¨®yunturas favorables, deshaci¨¦ndose de participaciones con futuro.
No quisiera caer en ingenuidades nacionalistas y la presencia de grupos extranjeros en Espa?a no s¨®lo es inexorable, sino que puede ser ventajosa; ello no excluye la conveniencia de que existan en el pa¨ªs centros de decisi¨®n empresarial y desarrollo tecnol¨®gico que s¨®lo el Estado parece poder procurar.
De ah¨ª la conveniencia de que el INI y el INH existan y se desarrollen de forma sana; me parece, al respecto, muy acertada la reciente sugerencia del presidente del INI de deslindar en dicho organismo la parte empresarial heredada del sectorprivado y que'no ser¨¢ viable econ¨®micamente en un futuro pr¨®ximo. Quiz¨¢ empresas como Hunosa, Figaredo, los Astilleros, Santa B¨¢rbara, Artespa?a y alguna otra deber¨ªan definitivamente traspasarse a un organismo de empresas en crisis. Esto se ha hecho en Italia hace ya tiempo y es chocante la reacci¨®n precipitada de los l¨ªderes sindicales ante la propuesta. Quiz¨¢ vean en ella, sin raz¨®n alguna, una liquidaci¨®n de empresas, cuando se trata tan s¨®lo de una clarificaci¨®n de cuentas, c¨®stes y mejoras de gesti¨®n, bajo el apoyo del Estado, de operaciones empresariales inviables por s¨ª mismas.'Pol¨ªtica incflnada'Pero, ciertamente, las empresas a veces tienen que desapa recer y en ocasiones no lo ha cen por razones extraecon¨®mi cas; en el pasado, la pol¨ªtica in dustrial ha consistido a menu do en sostener con subvencio nes y apoyos diversos negocios no competitivos. Sin embargo, los errores cometidos no exclu yen la necesidad de rea ' lizar una pol¨ªtica industrial que ahora alguien intenta suprimir incluso del vocabulario. Est¨¢ de moda, en efecto, criticar la ,formulaci¨®n de una pol¨ªtica in dustrial vertical o sectorializa da, acept¨¢ndose por algunos,aunque a rega?adientes, la realizaci¨®n de una pol¨ªtica industrial horizontal; pero esto no es muy riguroso en ning¨²n pa¨ªs y menos en Espa?a. Recientemente, Julio Segura, en una excelente exposici¨®n y no sin cierta sorna, ha mantenido que la pol¨ªtica industrial tiene que ser un tanto inclinada... Es preciso, por ejemplo, controlar adecuadamente el funcionamiento del sector productor de energ¨ªa el¨¦ctrica, apoyar el progreso tecnol¨®gico, fomentar fusiones y crear empresas que de otra forma no llegar¨ªan a existir, aprovechando sinergias y facilitando la promoci¨®n de industrias nuevas que puedan mejorar la competitividad de un pa¨ªs poco preparado al respecto, como es el caso de Espa?a. En resumidas cuentas, conseguir una situaci¨®n m¨¢s favorable ante un desarrollo industrial competitivo para el futuro exige la formulaci¨®n de una pol¨ªtica industrial activa que no tiene por qu¨¦ ser arbitraria ni retr¨®grada. En este sentido me considero solidario de las afirmaciones que al respecto vienen sosteniendo en los ¨²ltimos meses el secretario de Estado de Industria, ?lvaro Espina, y el ya citado director gerente de la Fundaci¨®n Empresa P¨²blica, Julio Segura.
A mi juicio, el problema importante no se plantea en el dilema empresa p¨²blica-empresa privada, sino, m¨¢s bien, en c¨®mo garantizar la eficacia y el control exterior del funcionamiento de las grandes empresas cualquiera que sea su titularidad accionarial. Este control est¨¢ mal resuelto en el mundo y es un tema que queda pendiente para el siglo XXI en todas las sociedades industriales modernas, junto al de la participaci¨®n de los trabajadores en la gesti¨®n, problema complicado, pero que hay que abordar ineludiblemente desde un punto de vista progresista. Juan Manuel Kindel¨¢n es presidente de ENRESA.
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