La lechuza y el topo
En aquella residencia sol¨ªamos coincidir a la hora de la cena varios investigadores. Ellos hac¨ªan f¨ªsica de los superconductores (asunto tan abstruso como ¨²til) y yo me las hab¨ªa con la teor¨ªa del arte. Como siempre que confluyen los que se dedican a las ciencias y los que se afanan con las letras, intercambi¨¢bamos ir¨®nicas estocadas sobre la importancia de nuestras respectivas especialidades para la buena marcha de la sociedad, las cosas, la vida. Entre el grupo de alemanes, franceses e italianos hab¨ªa tambi¨¦n dos rusos, que se llamaban Iv¨¢n y Gregori. Iv¨¢n ten¨ªa la pinta de un Woody Allen m¨¢s parsimonioso y no era menos hebreo que el neoyorquino. Gregori pose¨ªa grandes cejas blancas, vest¨ªa camisas de cuadros, y era un nervioso dicharachero que en vez de dedicarse al ordenador y a las ecuaciones de su oficio se pasaba el d¨ªa visitando monumentos, a ser posible templos cat¨®licos. Gregori miraba conmiserativo a Iv¨¢n y nos dec¨ªa, gui?ando el ojo: ¨¦ste es un bolchevique que cree en la reforma del partido. Iv¨¢n miraba a Gregori meneando la cabeza con verdadera preocupaci¨®n. Es de suponer que la estirpe de Gregori estar¨ªa el d¨ªa 19 de agosto defendiendo el Parlamento ruso, en la hora decisiva del fallido golpe de Estado. Las gentes como Iv¨¢n se alinean a¨²n probablemente tras el proyecto de transformaciones del presidente Gorbachov.?Importa ahora que s¨®lo los m¨¢s enterados pudieran prever acontecimientos que muchos aguard¨¢bamos para dentro de una d¨¦cada no antes- y como fruto de una evoluci¨®n interna del comunismo sovi¨¦tico y sus aparatos? Ante el hecho consumado viene a cuento citar, aunque chirr¨ªe, aquello del m¨¢s exitoso de los comunistas, el presidente Mao: hay que trazar una l¨ªnea muy clara entre nosotros y los enemigos del pueblo. Tal parece que Yeltsin y Gorbachov han sabido trazar esa l¨ªnea, lo que no puede decirse del gran timonel, inventor de la frase. No podemos saber todav¨ªa cu¨¢l va a ser la homologaci¨®n de las fuerzas que han salido reforzadas del peligroso supertejerazo asestado en Mosc¨² y Crimea. Unos hablan de liberales fascistas y otros de liberales conservadores, al mismo tiempo que Gorbachov parece seguir empe?ado en reconducir el aparato del partido comunista, o una parte de ¨¦l, hacia posiciones socialdem¨®cratas. Lo que es seguro es que los par¨¢metros pluralistas se imponen. Por tanto, hoy por hoy, la perestroika es de izquierdas y los golpistas, como enemigos del pueblo, son la extrema derecha, por mucho que eso repatee a nuestros propios semifascistas, que se han quedado sin su bestia negra preferida.
Otro tema de esc¨¢ndalo en esta revoluci¨®n es lo de las naciones y sus autodeterminaciones. Seg¨²n algunos apurados y sudorosos comentaristas, la culpa de todo (?de qu¨¦?, ?de lo que los hist¨¦ricos llaman la ca¨ªda del comunismo ?del golpe de Estado ama?ado por los acaparadores de cargos y chorizos?) la tienen los lituanos. Por insolidarlos y narcisistas. Caramba, parece como si los pobres lituanos que salieron de la quema con un modesto saldo de 13 muertos tuvieran que solidarizarse con los habitantes de Vladivostok, que les caen en la otra punta, antes que con sus ribere?os daneses, estonios y dem¨¢s, que son m¨¢s que vecinos. Pero por lo visto hay que echarles la culpa del desorden y de los conflictos ¨¦tnicos a los lituanos. El KGB, la dictadura del partido-Estado y el desastre econ¨®micos son minucias. Es al rev¨¦s. Si algo se ha salvado de la constituci¨®n leninista en todo este proceso es el cumplimiento del principio de la autodeterminaci¨®n de las nacionalidades. Y si algo resulta dolorosamente sorprendente es que la cultura comunista fuera incapaz, a pesar de su vocaci¨®n igualatoria -o quiz¨¢ a causa de- ella-, de elevar la convivencia nacional a un nivel pac¨ªfico. Esto resulta m¨¢s pavoroso a¨²n en Yugoslavia, donde aparte de toda esa matem¨¢tica siniestra de cu¨¢ntos muertos se necesitan para parar de hacer el burro se observa con horror la neutralizaci¨®n de eseestamento de yugoslavos solidarios que sin duda existe. Uno se acuerda de repente de un amigo y se pregunta con aprensi¨®n si el buen Mil¨¢n ser¨¢ en realidad serbio, croata, esloveno o qu¨¦ rayos. Habr¨¢ que pregunt¨¢rselo.
Aun sin entrar en honduras ontol¨®gicas, no cabe duda de que el hundimiento del PCUS y de la estructura pol¨ªtico-militar a ¨¦l vinculada no es la derrota del pueblo sovi¨¦tico ni la derrota de las ideas del socialismo. De- hecho, la misma idea de comunismo y sus virtualidades, que vienen de muy atr¨¢s, permanecen y permanecer¨¢n ante nuestra conciencia como imagen invertida de nuestra propia sociedad mundial, denunciando tantas y tantas situaciones de injusticia y de falsedad por comparaci¨®n con un cierto modelo. M¨¢s que de utop¨ªa se trata de pura l¨®gica y de pura simulaci¨®n operativa. Claro que este uso cr¨ªtico y, por as¨ª decir, expenmental de la idea del comunismo es propia de nuestras sociedades, y no lo ha sido tanto de la sociedad ruso-sovi¨¦tica, para la cual -como los analistas e historiadores saben bienel bolchevismo ha sido una primera etapa de modernizaci¨®n autoritaria, m¨¢s relacionada con las inerciales tendencias clientelares y centralistas del zarismo, que con la liberaci¨®n del hombre nuevo y sus fuerzas productivas. No hemos de extra?arnos de que tanto Bertrand Russell como Fernando de los R¨ªos, que se acercaron a, conocer en directo a los h¨¦roes de la Revoluci¨®n de Octubre, volvieran con los pelos de punta.
Desde un arco largo que abarca el siglo se puede decir esto: que con un poco de retraso, dada la envergadura del continente ruso-sovi¨¦tico, los bolcheviques est¨¢n siendo batidos -por fin- por los mencheviques y los social-revolucionarios.
Los caminos de la libertad son misteriosos. Justo es recordar en esta hora que los pueblos del este de Europa fueron carne de ca?¨®n en aquel doloroso co rrectivo que Occidente hubo de aplicar a su hijo y hermano m¨¢s perverso, que fue el nacionalso cialismo de Hitler. Porque, en efecto, en esta hora agridulce en que los signos bolcheviques caen de sus pedestales es peren torio afirmar que la herencia mejor de la Revoluci¨®n de Octubre queda, quiz¨¢, entre noso tros. Y se queda bajo la forma sesentaiochista de antif¨¢scismo. De vigilancia -sobre nosotros mismos. Los viejos bolcheviques llevaban en su est¨¦tica de ciudadanos revolucionarios -en su gorra, en su perilla, en sus botas, en sus gafitas de lec tores enfebrecidos- los ecos de sus predecesores narodniki, los amigos del pueblo, y la tradi ci¨®n ilustrada convertida en ac ci¨®n y reforma social. Lenin mismo lleg¨® a la estaci¨®n Fin landia un d¨ªa para acabar una guerra y comenzar la construcci¨®n de una sociedad de trabajadores, sin el lastre de una jerarqu¨ªa supuestamente natural ya fuera aristocr¨¢tica o bur guesa, religiosa o familiar ?C¨®mo no hab¨ªa de tener tal modelo el fascinador arrastre que ha tenido en el Tercer Mundo, en el seno de las masas urbanas, en la juventud, en la cultura obrera que todav¨ªa es pa trimonio positivo de nuestras zonas industriales? Las impertinencias no siempre son mentiras amargas, muchas veces son verdades a destiempo. "La ca¨ªda del comunismo", espetan con un rictus de desprecio los filisteos.. "Viva el lujo y quien lo trujo", cacarean desde la representaci¨®n de una vida burguesa que ya s¨®lo es por fortuna -Para la mayor parte de quienes presumen de ella- una opci¨®n est¨¦tica m¨¢s de las que esta sociedad nuestra, sostenida por el trabajo y la racionalidad, permite. No, el comunismo no ha ca¨ªdo. Vive pensado y tenido en cuenta por los buenos ciudadanos que jam¨¢s quisieran para ellos un sistema pol¨ªtico como el que Yeltsin y Gorbachov acaban de sobrepasar, pero que tampoco quieren que los beneficios del movimiento continuo de la democracia y de la econom¨ªa social se pierdan, se privaticen o se militaricen. Es la dial¨¦ctica de la lechuza y el topo, que tan bien resumi¨®, hace 15 a?os, elfil¨®sofo italiano Remo Bode?. La lechuza de la sabidur¨ªa y de la interpretaci¨®n del futuro es complementaria del viejo topo que a ciegas, pero perseverante, sacaba los cimientos de lo existente. Al dem¨®crata Gregori y al poscomunista Iv¨¢n les ha tocado hacer de topos esta vez. A nosotros corresponde mantener los ojos bien abiertos, ojos de lechuza.
Por lo dem¨¢s, la filosofia del fin de los bolcheviques arroja ya otros resultados. Referir¨¦ aqu¨ª tan s¨®lo uno de ellos. Hace un cuarto de siglo publicaba Heriry Kissinger su impresionante libro sobre el pr¨ªncipe Metternich y la restauraci¨®n conservadora que sigui¨® al desorden napole¨®nico. Con evidente intenci¨®n de trasladar al presente una restauraci¨®n similar, despu¨¦s del desorden comunista, escribi¨® Kissinger cosas como ¨¦stas: "Un enemigo impotente es un hecho; un enemigo reconciliado es una conjetura. Una conquista territorial representa la seguridad de la posesi¨®n; la integraci¨®n de un oponente a la comunidad de las naciones mediante autocontrol es una expresi¨®n de f¨¦". Debe decirse que esa fe y esa conjetura se han convertido en hechos por lo que hace a la Uni¨®n Sovi¨¦tica. No hace falta formar en las filas de los halcones para reconocerlo. Las esperanzas de paz, sin excluir las pre?adas en la ret¨®rica leninista de que s¨®lo el socialismo la asegura, van sobreponi¨¦ndose al resignado belicismo de la cultura burguesa. La raz¨®n de fondo es que la pol¨ªtica de mutua disuasi¨®n (incluyendo la amenaza de las armas at¨®micas) ha funcionado. La partida ha quedado en tablas. No hay vencedores ni vencidos. El fantasma del comunismo, como el espectro del.padre de Hamlet, ha hecho de topo en la base del insoportable capitalismo opresor. El triunfo de la democracia, en cambio, en R¨²sia y en las dem¨¢s rep¨²blicas sovi¨¦ticas ser¨¢, si se afirma, un triunfo de todos. Es m¨¢s. Como dice Norbert Elias, ya no habr¨¢ propiamente, en un mundo m¨¢s integrado, ni capitalismo ni comunismo, sino una tercera cosa. En darle fonna y nombre estamos.
es profesor de Filosof¨ªa y de Est¨¦tica en la Universidad de Oviedo.
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