Un discurso tenaz
EL DISCURSO pronunciado el lunes pasado por el rey Juan Carlos ante la Asamblea General de las Nacio nes Unidas no fue precisamente de tr¨¢mite. Si no re sult¨® innovador en su contenido, s¨ª result¨® tenaz en sus objetivos, y ello se debi¨® probablemente a la fuer te inspiraci¨®n que en el discurso han tenido las ideas del embajador espa?ol ante la ONU, Juan Antonio Y¨¢?ez, un hombre muy ligado a la organizaci¨®n internacional y a su filosofia. Don Juan Carlos hizo especial menci¨®n de tres temas que est¨¢n permanentemente en la agenda de cada Asamblea General, pero cuya urgencia los tiene colocados en el frente de las preocupaciones del mundo: la angustiosa situaci¨®n de los pa¨ªses subdesarrollados y el creciente abismo que separa al Norte rico del Sur pobre; la necesidad de "erradicar las fuentes de contaminaci¨®n" y de proteger el medio natural (por lo que apoy¨® decididamente la celebraci¨®n de la conferencia sobre medio ambiente y desarrollo que se celebrar¨¢ en 1992), y el hecho de que haya dejado de ser injerencia en los asuntos de otros Estados exigir que sean respetados los derechos humanos en cualquier pa¨ªs en donde sean violados. El eje del discurso del monarca espa?ol fue dedlcado al "nuevo orden internacional" que se pretende instaurar en el mundo tras la superaci¨®n de la guerra fr¨ªa. Extrayendo las conclusiones evidentes de los acontecimientos que han jalonado la historia en los dos ¨²ltimos a?os, el Rey asegur¨® con raz¨®n que no era posible el nuevo orden sin soluci¨®n pac¨ªfica de las controversias, sin respeto de los derechos humanos y sin fomento del desarrollo econ¨®mico y social de los pueblos. Lo que, a su vez, implica la defensa a ultranza de la democracia como sistema de gobierno y de la econom¨ªa de mercado ("con los necesarios correctivos") como sistema de organizaci¨®n econ¨®mica. Acaso hubiera sido conveniente recordar que "un nuevo orden internacional" exige una reforma de la Carta de la ONU que el Rey preconiz¨® en otras ocasiones.
Referencia obligada fue, naturalmente, la reivindicaci¨®n espa?ola de Gibraltar, "un problema colonial a¨²n sin resolver". El Rey hizo menci¨®n del "proceso negociador en marcha", una f¨®rmula que se ha venido repitiendo casi en id¨¦nticos t¨¦rminos a lo largo de las pasadas dos d¨¦cadas. Parece asombroso, sin embargo, que especialmente en estos tiempos, en los que aparecen y desaparecen Estados y otros luchan por afirmarse, s¨®lo un peque?o enclave sin relevancia econ¨®mica, social, pol¨ªtica o sentimental se mantiene impert¨¦rrito al paso del tiempo y a las conmociones del final de siglo. Es desairado pedirle al Rey que haga una alusi¨®n tan anacr¨®nica como el problema mismo, cuando los gobernantes espa?oles dan singular muestra de rigidez y falta de imaginaci¨®n a la hora de plantear la cuesti¨®n a su propio socio en la CE, el Reino Unido, cuyo Ejecutivo tambi¨¦n es parco en buena voluntad.
Dicho todo lo cual, en un momento en que en la costa este de EE UU est¨¢ teniendo lugar una fiesta cultural espa?ola (las exposiciones de arte y de conmemoraci¨®n hist¨®rica en los grandes museos de Nueva York y Washington, la formalizaci¨®n en la Universidad neoyorquina de un centro de estudios hisp¨¢nicos que lleva el nombre del Rey, la presentaci¨®n de una serie de televisi¨®n dedicada a la obra espa?ola en Latinoam¨¦rica), ha sido particularmente apropiado que don Juan Carlos extendiera en su discurso su invitaci¨®n a todos los pa¨ªses que componen la ONU para que participen el a?o que viene en la celebraci¨®n del V Centenario. Una conmemoraci¨®n que al ser asociada a las Naciones Unidas puede inscribirse en el nuevo talante de concordia internacional.
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