Los cines y la merienda cena
?Cu¨¢ntos pensamientos y sentimientos no se le vienen a uno encima si eres de los que ni meriendas ni cenas en los cines!Es humillante, es desolador sentir tu inter¨¦s rodeado, acosado en la oscuridad y azotado con indiferencia por rumios humanos, por cascaduras de latas y fauces, por olores a carne asada o a pizzas, por... Y para colmo, e inevitablemente, semejante asalto despiadado a tu deseo de atenci¨®n a lo que sucede en la pantalla viene a reforzarse de forma inmisericorde cuando notas que te quedas adherido por los pies al trocito obligado de suelo que tienes bajo tu butaca, y esto gracias a pegajosidades siempre inidentificables; lo mismo pueden ser chorretones de bebidas que comidas espachurradas o gargajos por ahogos s¨²bitos provocados por la risa o por un trozo de lechuga o tomate de una hamburguesa.
Se?ores del Ministerio de Cultura, se nos hace muy duro pensar que para detener esta plaga, creciente en los tres ¨²ltimos a?os, sea tan dif¨ªcil articular una ordenanza por la que las salas de cine (en las que, no lo olvidemos y no lo olviden los que all¨ª regentan los bares y cantinas, se exhiben no s¨®lo bienes culturales muy complejos, sino de car¨¢cter obligadamente comunitario, porque nadie puede montarse proyecciones de pel¨ªculas a su costa y capricho), que las salas de cine, repito, tomasen el rango de centros de comunicaci¨®n humana parecido al de los museos, al de las bibliotecas, al de las aulas de la Universidad, al de los salones impolutos de los gimnasios, al de los teatros y centros de. ¨®pera.
En todos estos lugares, los humanos tenemos la conciencia clara de que debemos respetar la intimidad del que est¨¢ junto a nosotros, y de que el otro debe respetar las desconocidas vivencias que uno puede llevar a cuestas, contando, adem¨¢s, con el respeto a los cong¨¦neres que est¨¢n creando la comunicaci¨®n, que casi siempre es fuente de informaci¨®n y de gozo para nuestros sentidos y fuente de nuevas reflexiones.
?Qu¨¦ curioso, se?ores del ministerio! Admitimos estos hechos para los locales mencionados y no para las salas de cine. Habr¨ªa que pensar, por ejemplo, en dar por buena la venta libre y abundosa de, digamos palomitas, en las puertas mismas de las bibliotecas como servicio para las personas que entran a leer o estudiar. ?Es imaginable?-
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