Una noche rara con Bob Dylan
Leyendas de la guitarra
Jack Bruce, Vicente Amigo, Phil Manzanera, Miguel Bos¨¦, Joe Cocker, Bob Dylan y Keith Richards. 5.300 personas. Precio: 2.800 y 8.500 pesetas. Auditorio de La Cartuja. Sevilla, 17 de octubre.
Y al tercer d¨ªa, apareci¨®. Cabizbajo, herm¨¦tico, caprichoso, ensimismado y ausente, Bob Dylan pis¨® el escenario sevillano de un auditorio repleto y el p¨²blico le ador¨®. Con Dylan pasa como con Camar¨®n: ?Est¨¢ o no est¨¢? ?Viene o no viene? ?Act¨²a o no act¨²a? ?Es ¨¦l, su fantasma o su sombra? Hasta que no se le vio coger su guitarra ac¨²stica y acercarse al micr¨®fono para interpretar All along the watchtower nadie daba por seguro que el cantautor norteamericano de 50 a?os fuese a participar en el festival Leyendas de la guitarra. Despu¨¦s de acabar su breve recital de tres canciones con Answer me, poco import¨® lo que hubiese hecho. Su presencia era suficiente. Dylan hizo lo de siempre: lo que le da la gana. Con una sonorizaci¨®n infame, este anarquista del rock s¨®lo hab¨ªa ensayado con grupo (Richard Thompson, Phil Manzanera, Steve Cropper, Jack Bruce, Simon Phillips... ) una canci¨®n: All along the watchower. Lo de ensayar es un decir, porque los m¨²sicos se entretuvieron in¨²tilmente en trabajar el final de la canci¨®n durante la tarde. A la hora de la verdad, Dylan rompi¨® el final, rompi¨® la canci¨®n y lo rompi¨® todo. Por romper, debi¨® romper hasta el sonido, porque su voz no se oy¨® hasta la mitad del tema. Ya lo hab¨ªa dicho Keith Richards minutos antes: "Cuando est¨¢s con Bob, hay que estar al quite. No sabes qu¨¦ va a suceder".
Imprevisible
Lo que sucedi¨® es que volvi¨® a ser imprevisible. Sus dos canciones ac¨²sticas presentaron a un Dylan irregular y ap¨¢tico; reconcentrado e ¨ªntimo; sumergido en un mundo que s¨®lo ¨¦l conoce, pero que ha inspirado canciones que para una generaci¨®n son m¨¢s cl¨¢sicas que una sonata de Beethoven. Y dentro de ese mundo, Dylan hace y deshace a su antojo, convierte sus canciones en irreconocibles y las recrea consentimiento y mayor o menor fortuna. En Sevilla fue con menor, pero estaba presente y con eso bast¨®. Dylan no sale de casa todos los d¨ªas y cuando lo hace conmociona y emociona.
Para alimentar a¨²n m¨¢s el morbo, permaneci¨® en el escenario para acompa?ar a Keith Richards en Shake rattle'n'roll, un rock de los 50, antes de desaparecer y dejar al guitarrista de los Rolling Stones interpretar Going down, Something else y Connections. A punto de cumplir 48 a?os, Richards es otro incorruptible. En un mundo tan saturado como el de la guitarra, ha conseguido que su estilo sea inconfundible, con acompa?amientos secos y entrecortados, y un swing especial. Con muchas ganas, logr¨® dar intensidad y, con Dylan, salv¨® la noche. Una noche muy irregular que hab¨ªa comenzado con Jack Bruce.
El antiguo bajista de Cream abri¨® con una canci¨®n que da gloria: Sunshine of your love. Despu¨¦s de semejante descarga de rock progresivo apareci¨® Vicente Amigo, y lo que los organizadores del festival -brit¨¢nicos ellos- hicieron con el guitarrista cordob¨¦s fue de juzgado de guardia. Arrinconado en un espacio m¨ªnimo, sus buler¨ªas se metieron en el recital con calzador y fue injustamente tratado, aunque su guitarra flamenca est¨¢ por encima de promotores que han convertido durante cinco d¨ªas el auditorio de La Cartuja en una sucursal del Pe?¨®n.
Lo que lleg¨® a continuaci¨®n fue de verg¨¹enza ajena. Phil Manzanera, asesor musical del festival, hizo de su capa un sayo y se dedic¨® al monopolio. Utiliz¨® al ballet de Mario Maya para el t¨®pico m¨¢s sonrojante, ocup¨® el escenario m¨¢s tiempo que nadie y, como guinda final, present¨® y acompa?¨® a Miguel Bos¨¦, al que puede producir el pr¨®ximo disco. El tr¨¢fico de influencias tambi¨¦n llega a la m¨²sica.
?Qu¨¦ pinta Miguel Bos¨¦ en un festival de guitarristas? La pregunta flotaba en el ambiente antes de que el p¨²blico acogiese con una sonora pita al cantante espa?ol. Despu¨¦s de interpretar bien Sevilla, la pregunta segu¨ªa. flotando aunque las palmas superaron a los silbidos. Bos¨¦, responsable del programa J¨®venes valores de Expo 92, no pintaba nada y cort¨® el ritmo del recital, cosa f¨¢cil despu¨¦s de haber escuchado a un insulso Manzanera. Su presencia fue una equivocaci¨®n, sobre todo porque despu¨¦s apareci¨® Joe Cocker.
Por la misma raz¨®n que Bos¨¦, Cocker tampoco pintaba mucho pero su voz y su capacidad interpretativa son algo diferentes a las del espa?ol y encaj¨® bastante mejor, elev¨® el tono y permiti¨® a un en¨¦rgico Jack Bruce regresar con otra excelente canci¨®n de Cream: White room. Despu¨¦s, tras Dylan y Richards, la traca y el desmadre final con soul -Can't turn you loose-, con todos en escena, Dylan en su ensimismamiento y Robert Cray cantando como los ¨¢ngeles. No hubo bises y la tercera jornada de Leyendas de la guitarra acab¨® con un p¨²blico indignado gritando "hijos de puta" porque quer¨ªa m¨¢s. Era el colof¨®n de una noche rara. Trat¨¢ndose de Bob Dylan no pod¨ªa ser menos.
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