Peligros conjurados
Ha transcurrido un a?o y tres meses desde que asumiera el Gobierno del Per¨². Sin exageraci¨®n alguna puedo afirmar que ha sido uno de los a?os m¨¢s dif¨ªciles de nuestra historia republicana. La herencia que recibimos fue un pa¨ªs casi en ruinas: caja fiscal y reservas internacionales en rojo, un Estado sobredimensionado en el que nadie cre¨ªa, la autoridad y la legalidad seriamente cuestionadas, la hiperinflaci¨®n m¨¢s larga y prolongada del siglo, el 49% de la poblaci¨®n por debajo del nivel de pobreza absoluta, terrorismo y narcotr¨¢fico. Los observadores y analistas pol¨ªticos ve¨ªan, la mayor¨ªa de ellos, como muy remota la posibilidad de remontar la crisis integral del Per¨². Con mucha seguridad y aplomo apostaban a que nuestro pa¨ªs iba a entrar a un proceso de bancarrota social y econ¨®mica y a una consecuente guerra civil. Resultaba, pues, el Per¨² un pa¨ªs en el l¨ªmite de la gobernabilidad.No ha ocurrido, sin embargo, ninguna cat¨¢strofe social, que, por otra parte, hubiera significado una amenaza a la estabilidad regional. Transcurridos un a?o y tres meses, el pa¨ªs ha conjurado los peligros mayores de la desintegraci¨®n; es obvio que a¨²n subsisten problemas, y de envergadura, pero la prueba m¨¢s dificil para el pueblo peruano ha pasado.
El 8 de agosto de 1990 mi Gobierno tuvo que asumir la herencia econ¨®mica y social recibida y poner en pr¨¢ctica un programa de ajuste severo. Esta, pol¨ªtica econ¨®mica quiso ser r¨¢pidamente capitalizada por. la oposici¨®n aprista e izquierdista, pero el peruano com¨²n y corriente que hab¨ªa padecido de la irresponsabilidad de pol¨ªticas populistas y estatistas, en un gesto que volvi¨® a retratar su madurez, le dijo no a la demagogia.
Cuando se encontraba ya delineado el programa econ¨®mico, el mismo que consideraba un incremento en el precio de los combustibles, seis veces mayor, teniendo come) referencia los 30 centavos de d¨®lar que costaba el gal¨®n de gasolina en el mes de junio de 1990, no dudamos en actuar con realismo, cuando este precio el d¨ªa 8 de agosto de ese a?o hab¨ªa descendido, por efecto de la alocada inflaci¨®n, a seis centavos de d¨®lar el gal¨®n. Esto hac¨ªa que el incremento fuera, no de seis veces, sino de 30 veces. Algunos de nuestros opositores instant¨¢neos de entonces se?alaron la magnitud descomunal de esos incrementos. ?Treinta veces aumentado el precio de la gasolina! Pero olvidaron decir que seis centavos por gal¨®n era casi el precio del agua.
Digo que volvi¨® a retratar su madurez, pues ya lo hab¨ªa hecho el 10 de junio, cuando, en segunda vuelta, opt¨® por un mensaje pol¨ªtico nuevo y por hombres nuevos que no proven¨ªan de la clase pol¨ªtica tradicional. Rechaz¨® de manera contundente al terrorismo y escogi¨®, al participar masivamente, la democracia, la convivencia pol¨ªtica civilizada en momentos en que una crisis tan aguda contribu¨ªa a confundir o radicalizar los ¨¢nimos.
Pero tambi¨¦n dijo no, de manera clara, a la vieja clase pol¨ªtica que hab¨ªa gobernado el pa¨ªs y que se parapetaba tras un candidato formalmente independiente. Tras ese candidato, los grandes intereses, los grandes apetitos maquillados convenientemente. Pero el pueblo esta vez agudiz¨® el olfato.
Los grupos privilegiados, mercantilistas, no pudieron introducir su caballo de Troya; nuevos actores sociales, los millones de migrantes e informales no fueron sensibilizados por la millonaria propaganda electoral del Fredemo, ni por el bien promocionado prestigio intelectual de su candidato.
Paralela a la crisis del Estado y la institucionalidad en el Per¨², se ha operado una notable, a la vez que silenciosa, revoluci¨®n. La crisis agraria ha empujado a millones de campesinos a las urbes peruanas. En ellas los reci¨¦n llegados no han encontrado ni vivienda ni trabajo. El acelerado proceso de migraci¨®n interna ha hecho que una ciudad como Lima pase en tres d¨¦cadas de 1.800.000 a 6.400.000 habitantes. ?Tres veces multiplicada la poblaci¨®n! Sin embargo, los servicios y la infraestructura urbanos han crecido t¨ªmidamente. Todos estos peruanos han tenido que construir sus precarias viviendas en predios urbanos de propiedad del Estado, no con el consentimiento del Estado, sino a la fuerza, a trav¨¦s de la invasi¨®n. A mediados de la d¨¦cada de los cincuenta estas invasiones se suceden cada vez con m¨¢s frecuencia, con saldos de vidas humanas, tras la represi¨®n del Estado. Finalmente, ¨¦ste tiene que ceder y la ciudad se ve cada vez tambi¨¦n m¨¢s rodeada de cinturones de miseria que adoptan nombres eufem¨ªsticos: pueblos j¨®venes. Con el transcurso del tiempo y la crisis hoy ya ni siquiera se llaman as¨ª; hoy se llaman "asentamientos humanos".
Viviendas ?legales, sin t¨ªtulos, negocios informales, es la respuesta de este sector migrante de la poblaci¨®n frente a la incapacidad del Estado para controlar la situaci¨®n. En 1990 el 52% de los establecimientos industriales son informales y ocupan al 18% de los trabajadores industriales, y m¨¢s del 46% del producto bruto interno proviene de la informalidad.
Sin esta respuesta de sobrevivencia, la crisis peruana ser¨ªa m¨¢s grave a¨²n. Durante cuatro d¨¦cadas la clase pol¨ªtica tradicional no s¨®lo ignor¨® a la poblaci¨®n migrante, luego informal, sino que la persigui¨®. Nada hizo por levantar un proyecto que encauzara las energ¨ªas de toda esta gente con extraordinaria capacidad de trabajo.
Esta gente masivamente vot¨® por mi candidatura y mi mensaje porque reconoci¨® en mis adversarios la misma indiferencia que ya hab¨ªan soportado.
La campana electoral del Fredemo fue montada por asesores extranjeros y utiliz¨® todos los recursos millonarios con el objeto de apabullar a los otros candidatos. Esto tuvo un efecto totalmente contrario a lo previsto: despert¨® rechazo. En cambio, una campa?a extraordinariamente modesta como la 1 de Cambio 90 fue inmediatamente apoyada por el pueblo, por los cientos de miles de informales, desde vendedores callejeros hasta taxistas. Se solidarizaron con quien, como ellos, no ten¨ªa el arrogante poder econ¨®mico de su parte. La suerte estaba echada para el candidato de los privilegiados.
Y algo que he dicho pocas veces: entre toda esa gran poblaci¨®n producto de la migraci¨®n interna y yo hab¨ªa una sensibilidad com¨²n. Yo tambi¨¦n soy hijo de inmigrantes. S¨¦ lo que significa hacerse un lugar en una nueva tierra.
Por eso tambi¨¦n mi responsabilidad moral frente a lo que ocurr¨ªa en el Per¨². Yo no pod¨ªa permanecer impasible y dejar que mi pa¨ªs se arruinara. El Per¨², en cambio, no significaba nada para quienes s¨®lo es el domicilio de sus negocios.
Hoy la estabilizaci¨®n est¨¢ en marcha, del 50% mensual de inflaci¨®n hemos descendido al 5%. La confianza de los agentes econ¨®micos ha vuelto, pues paralelamente se ha restablecido la autoridad y la legalidad en
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