'Pax americana
Una vez ganada la guerra del Golfo, Bush quiere ganar la paz en Oriente Pr¨®ximo Y quiere hacerlo porque el petr¨®leo hace que la regi¨®n sea una zona estrat¨¦gica y porque otros focos de tensi¨®n podr¨ªan encenderse en el mundo como consecuencia del hundimiento del. comunismo, del debilitamiento de la URSS, del resurgir de los nacionalismos y de las aspiraciones democr¨¢ticas de muchos pueblos del Tercer Mundo.Gracias a James Baker, que se confirma como el mejor secretario de Estado despu¨¦s de Henry Kissinger, el presidente norteamericano se halla a un paso de alcanzar su prop¨®sito. Al menos en lo que se refiere a la primera fase: la reuni¨®n de la conferencia de paz, auspiciada por Estados Unidos y por la URSS, que sentar¨¢ a la misma mesa a los dirigentes ¨¢rabes y a los israel¨ªes. ?C¨®mo se ha llegado hasta aqu¨ª?
Desde 1948, Estados Unidos ha considerado a Israel como un indispensable aliado estrat¨¦gico para la defensa de sus intereses en la regi¨®n. Sin embargo, la guerra del Golfo ha aportado la prueba de que Washington pod¨ªa prescindir del Estado hebreo, dado que contaba con el apoyo de 28 pa¨ªses, de los que nueve eran ¨¢rabes. Adem¨¢s, Bush ha comprobado que estos Estados ¨¢rabes, en su mayor¨ªa poseedores de petr¨®leo y de gas en abundancia, pod¨ªan ser aliados realistas, fiables, capaces de mantener la palabra.
Durante la fase preparatoria, Egipto, mediador experimentado, ha aportado una preciosa ayuda a Washington al dar consejos a los otros Estados ¨¢rabes y a los palestinos. Es, evidentemente, el ¨²nico Estado ¨¢rabe que, desde el viaje de Sadat a Jerusal¨¦n en 1977, ha adquirido una larga pr¨¢ctica negociadora con los israel¨ªes y el ¨²nico que mantiene con ellos relaciones diplom¨¢ticas desde la firma del tratado de paz (1979) que le permiti¨® la recuperaci¨®n del Sina¨ª.
Cabe suponer que el presidente Mubarak ha influenciado a su colega sirio, Hafez el Asad, que exig¨ªa una gran conferencia internacional bajo la ¨¦gida de la ONU. Esperando a su vez recuperar el Gol¨¢n, finalmente ha dado su acuerdo a la f¨®rmula norteamericana. Pero ha calculado el momento de anunciarlo con una habilidad maquiav¨¦lica. Ha dicho s¨ª a James Baker unos minutos antes de que este ¨²ltimo recibiera a su hom¨®logo sovi¨¦tico. El secretario de Estado, a su vez, se ha precipitado a comunicar la buena al presidente Bush, que acababa de llegar a Londres para participar, el 15 de julio, en la cumbre de los siete pa¨ªses m¨¢s industrializados: les ha anunciado, pues, la nueva con una evidente satisfacci¨®n. Y ten¨ªa sus razones: es la primera vez, desde 1967, que Damasco acepta negociaciones directas con Israel.
Viene a continuaci¨®n la pareja infernal jordano-palestina, cuyas divergencias son numerosas, pero que al menos tienen un punto en com¨²n: impedir que Israel recupere Cisjordania, obligando a Jordania a convertirse en el. ¨²nico Estado de los palestinos. Para recuperar la ayuda financiera de Estados Unidos y de las petro-monarqu¨ªas, el rey Hussein necesitaba hacerse perdonar por su apoyo a Sadam Husein. Se ha dado prisa, pues, en aceptar el Plan Baker, al tiempo que negociaba con, los palestinos la composici¨®n de una delegaci¨®n com¨²n.
Yasir Arafat ten¨ªa un obst¨¢culo a¨²n m¨¢s serio que remontar de cara a los norteamericanos y tambi¨¦n de cara a los Estados del Golfo -socios capitalistas de la Organizaci¨®n para la Liberaci¨®n de Palestina (OLP)- y hasta en el seno mismo de la organizaci¨®n, cuyos diferentes componentes se declaraban hostiles a la conferencia al estimar que James Baker hab¨ªa jugado descaradamente a favor de Israel. En el Consejo Nacional Palestino (CNP, Parlamento en el exilio), reunido en Argel del 23 al 28 de septiembre, Arafat ha conseguido dar la vuelta a la situaci¨®n, inclin¨¢ndola a su favor. Ha conseguido hacer entender, la intervenci¨®n de dos principales dirigentes de dania, Faisal Huseini y Hanan Achrawi, interlocutores de James Baker, que los palestinos no ten¨ªan m¨¢s opci¨®n que participar en la conferencia so pena de perderlo todo.
Al dar luz verde a Arafat, el CNP ha recordado, sin embargo, que la conferencia debe reunirse ampar¨¢ndose en la legalidad internacional, especialmente en las resoluciones 242 y 338 del Consejo de Segurdad de la ONU, que prev¨¦n el intercambio de territorios ocupados, incluida Jerusal¨¦n este, a cambio de la paz; el reconocimiento de los derechos nacionales del pueblo palestino; el cese de la creaci¨®n de nuevas colonias israel¨ªes en Cisjordania. Demasiadas condiciones para ser aceptadas por Israel, pero que Unidos ha aceptado en su totalidad, y hasta parece que de buena gana, y aqu¨ª es donde radica la novedad.
Es de constatar, adem¨¢s la Administraci¨®n de adoptado un tono nada habitual en sus relaciones con Israel. Cuatro meses despu¨¦s instalaci¨®n de Bush en la Casa Blanca, James Baker no tuvo ning¨²n inconveniente en declarar en el congreso anual de las asociaciones jud¨ªas celebrado en Nueva York: "Israel deber¨¢ renunciar definitivamante a ese sue?o irrealizable que es el gran Israel". Bush, por su parte, ha salido de la guerra del Golfo m¨¢s fuerte que nunca y los sondeos muestran que es el presidente norteamericane m¨¢s popular; adem¨¢s, act¨²a como si no temiera las presiones lobby proisrael¨ª, que todos sus antecesores han tenido muy en cuenta. Se atiene al principio b¨¢sico de la ONU: "Territorios a cambio de paz", y cuando altos funcionarios del Departamento de Estado o del Pent¨¢gono hablan hoy de Israel, evitan decir, como era costumbre hasta hace poco, "el aliado estrat¨¦gico de Estados Unidos" o "el basti¨®n de la pol¨ªtica americana en Oriente Pr¨®ximo".
Significativa igualmente es la posici¨®n de fuerza referente al aplazamiento, a principios de 1992, del examen de garant¨ªa bancarias solicitado por el Gobierno de Shamir para un pr¨¦stamo de 10.000 millones de d¨®lares destinado a facilitar la instalaci¨®n de los jud¨ªos procedentes de la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Prueba de fuerza que permite recordar que sin la ayuda financiera prestada todos los a?os por Estados Unidos y la aportada ocasionalmente por la di¨¢spora, la econom¨ªa israel¨ª se hundir¨ªa.
En cualquier caso, el presidente Bush ha solicitado al Congreso -donde habitualmente hay una mayor¨ªa favorable al Estado israel¨ª- que apruebe este aplazamiento. Los miembros del Congreso lo han aceptado el primero de octubre, dando as¨ª una carta de triunfo m¨¢s a James Baker, que volvi¨® por octava vez a la regi¨®n, a mediados de octubre, con el fin de ultimar los preparativos de la conferencia de paz y para cursar las correspondientes invitaciones.
Con manifiesto mal humor, como as¨ª lo demuestra cada vez que se le presenta la ocasi¨®n, el primer ministro Isaac Shamir ha anunciado el primero de octubre la participaci¨®n de su pa¨ªs en la conferencia de paz. No obstante, despu¨¦s ha multiplicado las demandas de garant¨ªas y las condiciones impuestas a los palestinos; pero tienen que contar con un James Baker obstinado y decidido a salir airoso del trance para el que se ha procurado todos los medios necesarios.
Mientras que los pa¨ªses ¨¢rabes y los palestinos est¨¢n a un tiempo muy divididos y demasiado debilitados como para oponerse seriamente a la voluntad de Washington de encontrar una soluci¨®n, las incertidumbres provienen de la t¨¢ctica que adoptar¨¢ Shamir. ?Va a tratar una vez m¨¢s, seg¨²n una t¨¢ctica probada, de ganar tiempo esperando las nuevas elecciones presidenciales norteamericanas, aun a sabiendas de que Bush tiene todas las posibilidades de volver a salir elegido? ?O bien va a sorprender a todo el mundo flexibilizando sus posiciones, como hizo Men¨¢jen Beguin en 1977-79 frente a las iniciativas de Sadat? ?sta es la gran inc¨®gnita de esta negociaci¨®n.
es director del Centro de Estudios Contempor¨¢neos de Oriente de la Universidad de la Sorbona, en Par¨ªs.Traducci¨®n: Jos¨¦ Manuel Revuelta.
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