El divorcio perpetuo
La revoluci¨®n y los intelectuales cubanos viven las horas m¨¢s bajas de su matrimonioJUAN CRUZ Madrid
Ni los intelectuales del interior ni nadie justifica ya en privado la represi¨®n de la creatividad bas¨¢ndose en la ret¨®rica que reclamaba Castro: "Dentro de la Revoluci¨®n, todo; fuera de la Revoluci¨®n, nada". Sin embargo, y a pesar de que el lenguaje va recicl¨¢ndose, la conducta privada la palabra p¨²blica van muchas veces por caminos diferentes.En mayo de este a?o, un grupo de diez intelectuales cubanos del interior -entre ellos Manuel D¨ªaz Mart¨ªnez, un hombre que trabaj¨® en el cuerpo diplom¨¢tico del r¨¦gimen, un poeta muy respetado por todos y un acad¨¦mico de prestigio- firmaron un manifiesto -el manifiesto de los Diez- en el que reclamaban t¨ªmidamente una apertura democr¨¢tica del r¨¦gimen.
Los cubanos nunca vieron ese manifiesto, pero s¨ª lo escucharon por la radio de Miami. Lo que s¨ª vieron los cubanos publicado en Gramma inmediatamente despu¨¦s fue un enorme pasquin de firmas de escritores contra los autores del manifiesto. ?Fuente de las firmas? Los escritores afiliados a la Uni¨®n Nacional de escritores.
Muertos firmantes
Como los archivos no est¨¢n actualizados, algunos de los firmantes del comunicado contrario al desviacionismo de los diez hab¨ªa muerto ya; otros aseguran que vieron su firma sin dar su consentimiento, y alguno, extra?ado de que no se le llamara, acudi¨® presto a a?adirse: nunca se sabe qu¨¦ ha ocurrido para que no te soliciten una firma. En privado sin embargo, dar¨ªa la impresi¨®n de que nadie hubiera estampado su firma debajo de esa condena. D¨ªas despu¨¦s de haberla hecho explicita, la Uni¨®n de Escritores expulsaba de su seno a Manuel D¨ªaz Mart¨ªnez.
Como en 1971, como en 1961. Este ha sido un episodio m¨¢s de un divorcio que mirado de cerca tiene el aire de haber sido consecuencia de una relaci¨®n viscosa. Ninguno ha estado c¨®modo, parece, dentro de los ropajes de ese matrimonio. El Che, desde su propia ¨®ptica revolucionaria, lo vio desde muy pronto: "El pecado original de los intelectuales cubanos es que eran intelectuales pero no revolucionarios". Castro purific¨® luego los t¨¦rminos y mand¨® a galeras a quienes osaran virar el sentido de la ret¨®rica revolucionaria.
En ese ambiente de sospecha, que ha desatado por igual la sumisi¨®n y la represi¨®n, han convivido intelectuales cubanos haciendo y deshaciendo su obra, sin abandonar, como nos dijo uno de ellos, "nuestros sitios de trabajo, porque esta es la isla que tenemos, y nos guste o no aqu¨ª est¨¢ nuestra ra¨ªz". Otros, que tuvieron la misma ra¨ªz, han sido despojados hasta del nombre, sin embargo. Guillermo Cabrera Infante, el autor de Tres tristes tigres y de La Habana para un infante difunto, exiliado desde 1965 e ingl¨¦s ahora por voluntad propia, no figura en las estanter¨ªas, por supuesto, pero tampoco figura en el diccionario de autores cubanos. Esa clase de asesinato autoral ha sido muy com¨²n, aunque ahora otro de los postergados, Severo Sarduy, que tampoco figura ni en estanter¨ªas ni en diccionarios ha recuperado la corporeidad cubana en un coloquio que organiz¨® en torno a su obra -inexistente en Cuba, por otro lado- organizado por Casa de las Am¨¦ricas.
En un coloquio en el que pusimos a dialogar a tres intelectuales cubanos del interior -Pablo Armando Fern¨¢ndez, novelista, autor de El vientre del pez, editado en Espa?a por Alfaguara, director de la revista Uni¨®n, de la Uni¨®n de Escritores; Lisandro Otero, novelista, autor de Bolero y El ¨¢rbol de la vida, ex alto cargo de la cultura del r¨¦gimen, ex diplom¨¢tico, y Reynaldo Gonz¨¢lez, director de la Cinemateca cu-
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El divorcio perp¨¦tuo
Viene de la p¨¢gina anteriorbana, novelista, autor de La muerte con su paso leve (tambi¨¦n de Alfaguara) y de Llorar es un placer- esos contrastes se pusieron sobrela mesa.
De los tres, uno solo se neg¨® a firmar el manifiesto: Reynaldo Gonz¨¢lez, que tampoco se aline¨® con la postura oficial en el caso Padilla. Pablo Armando explica que le pusieron la firma despu¨¦s de una vaga petici¨®n telef¨®nica -¨¦l estaba en Madrid- y Lisandro Otero hace una narraci¨®n m¨¢s prolija para acentuar el sentido de su adscripci¨®n a aquel contramanifiesto.
?Qu¨¦ ha pasado para que hoy, aun, los ecos de esa dificil relaci¨®n entre los intelectuales y la Revoluci¨®n siga produciendo esta clase de monstruosidades? Lisandro Otero: "La Revoluci¨®n fue un estallido de alegr¨ªa, un momento en el que todo el mundo satisfizo sus viejas esperanzas. Los primeros diez a?os fueron eso, una gran realizaci¨®n personal de todo el mundo, de una naci¨®n. A partir del 68 esta idea de que el hombre lo puede todo m¨¢s all¨¢ de las condiciones objetivas, del triunfo de la voluntad, de la mente del hombre sobre la materia, no tuvo ¨¦xito, y hubo un periodo de repliegue de las expectativas. Como refugio de aquel idealismo ut¨®pico se tendi¨® a un modelo m¨¢s convencional, de socialismo sovi¨¦tico: planificaci¨®n, centralizaci¨®n, absolutismo del partido ¨²nico. Hasta el a?o 76, en que se funda la Asamblea Nacional, se crea una nueva constituci¨®n, se crean nuevos imperios y empieza un nuevo di¨¢logo. Desde entonces hasta el 91 se ha comprobado que este modelo de socialismo es tan ineficaz en Cuba como en los pa¨ªses del Este, que requiere cambios y transformaci¨®n".
Campesinos estadistas
En el mismo coloquio Reynaldo Gonz¨¢lez explic¨® qu¨¦ la idea de la revoluci¨®n no ha sido el obst¨¢culo, porque la revoluci¨®n es loable en todo tiempo. El problema ha sido la forma: no hemos sido originales. Fuimos una revoluci¨®n aut¨®noma, con un ej¨¦rcito de campesinos, que pueden ser muy buenos guerrilleros pero no necesariamente buenos estadistas o gobernantes. Al aferrarnos a la llamada autenticidad ca¨ªmos en los errores del absolutismo del partido ¨²nico, que es un estorbo para el movimiento de las ideas. Se ha matado el di¨¢logo y la lucha ideol¨®gica, puesto que se dispara de un solo lado y se produce un mon¨®logo. Hemos mitificado nuestro triunfo y hemos exaltado una amenaza real, pero nos ha faltado realismo. Nuestra situaci¨®n actual no es un callej¨®n sin salida, porque esto no existe pol¨ªtica ni hist¨®ricamente: la historia juega con el tiempo".-
La relaci¨®n hist¨®rica y dif¨ªcil entre los intelectuales y la revoluci¨®n, que ha jugado un papel importante en lo que Reinaldo Gonz¨¢lez llama "la amenaza real". Pablo Armando Fern¨¢ndez habla de los inmensos obst¨¢culos que ha tenido que afrontar Cuba para salir adelante tras la revoluci¨®n", y entre esos obst¨¢culos figura el que ¨¦l define as¨ª: al aliarse la burgues¨ªa huida con Estados Unidos y ser protegida por ellos, Norteam¨¦rica nos quit¨® el petr¨®leo y fue la URSS quien lo proporcion¨® a Cuba, junto con la imposici¨®n de su concepci¨®n del sistema socialista y de su forma de comercio. En relaci¨®n con la cultura, los mejores a?os han sido de todos modos los ¨²ltimos, tras la batalla de los sesenta entre realismo socialista y realismo m¨¢gico. Hemos tenido menos trabas, menos censura, pero en el 91 se ha empeorado: ha habido nuevos conflictos y adem¨¢s existe el problema material de la falta de papel y de los medios t¨¦cnicos".
Al principio los intelectuales cubanos, dice Lisandro Otero, vivieron como si fueran el poder: "De verdad. Pero se fueron institucionalizando las decisiones, y ahora existe un gran distanciamiento porque hay que consultarlo todo". El di¨¢logo se interrumpi¨®, dice Reynaldo- Gonz¨¢lez: "Existen unas estructuras ineficaces en las que no cabe la espontaneidad, y s¨®lo se celebran rituales que cierran el camino al pensamiento". Pablo Armando Fern¨¢ndez echa de menos los canales. "Habr¨ªa que crear un mecanismo para que la discusi¨®n interna fuera operativa y la prensa tiene que hacerse eco de estas cosas. Ser¨ªa muy hermoso, pues nadie sabe qu¨¦ pensamos". De la realidad cubana lo que m¨¢s les preocupa a estos intelectuales es el bienestar de la gente, la escasez que ahora ha vuelto a crear dos clases sociales, en la que los cubanos se llevan la peor parte y son los juristas los que de nuevo forman la legi¨®n de los privilegiados.
'Socialismo fascinante'
Pablo Armando Fern¨¢ndez ve as¨ª el porvenir de este drama: "El socialismo lo socializ¨® todo menos la econom¨ªa y todos los pa¨ªses se convirtieron en naciones que practicaron el capitalismo de estado. La idea del socialismo sigue siendo fascinante y se debe seguir intentando". Lisandro Otero: "El socialismo no es m¨¢s que un nombre. Lo importante es lo que est¨¢ detr¨¢s, la preocupaci¨®n del hombre por la justicia social. Los cubanos no viven tan mal. El pueblo cubano tiene garantizados unos m¨ªnimos de supervivencia social que no tienen la mayor¨ªa de los pa¨ªses del Tercer Mundo. Son conquistas a las que no queremos renunciar".
La soluci¨®n para la actual situaci¨®n de econom¨ªa de supervivencia la define Reynaldo Gonz¨¢lez cambiando el eslogan habitual de la revoluci¨®n "socialismo o muerte" por el de "eficacia o muerte". En privado, sin micr¨®fonos, los intelectuales cubanos hacen m¨¢s juegos de palabras con esos dos t¨¦rminos contradictorios que Castro repite en todos sus discursos. En p¨²blico, sin embargo, la situaci¨®n es distinta, y el t¨¦rmino cambio a¨²n no se dice en letras de molde.
La ¨²ltima carta
J. C. Una carta de 10 intelectuales cubanos pidiendo cambios en el pa¨ªs fue el pasado mes de mayo contestada con toda toda contundencia por el r¨¦gimen, que desde el peri¨®dico Gramma lanz¨® toda su artiller¨ªa contra los firmantes, estigmatiz¨¢ndolos como traidores. Reynaldo Gonz¨¢lez, que no firm¨® el manifiesto de repudio contra sus colegas, confiesa que aquella respuesta les dio verg¨¹enza. Pablo Armando Fern¨¢ndez, que la firm¨® aunque no estaba en Cuba y que seg¨²n parece tampoco recibi¨® excesiva informaci¨®n acerca del contenido de la r¨¦plica, dice que la carta de los 10 "estaba mal enfocada", pero la r¨¦plica posterior, as¨ª como la expulsi¨®n de Manuel D¨ªaz Mart¨ªnez de la Uni¨®n de Escritores por haberla firmado "constituye una gran estupidez, que atenta contra todos los escritores cubanos. No es la primera vez que sucede, pues en 1971 Reynaldo Gonz¨¢lez y yo tambi¨¦n fuimos expulsados de la Uni¨®n de Escritores [por su apoyo a Heberto Padillal. En 1991 es a¨²n un atentado peor recurrir a estos m¨¦todos".
Lisandro Otero firm¨® "porque vi que hab¨ªa un intento de manipulaci¨®n de mi persona. No quise parecer contrarrevolucionario o disidente, porque soy revolucionario". "Mi situaci¨®n es otra", dice Reynaldo Gonz¨¢lez. "No firm¨¦ la primera carta porque no expresaba mis ideas ni encontr¨¦ una formulaci¨®n pol¨ªtica v¨¢lida. Y no firm¨¦ la que condenaba a los disidentes, porque no firmo documentos que van a ser instrumentalizados, porque he sufrido el silencio y el desprecio".
La ¨²ltima tormenta que ha ensombrecido la relaci¨®n entre los intelectuales y la revoluci¨®n ha sido la desaparici¨®n de las carteleras de la pel¨ªcula Alicia en el pueblo de las maravillas. Lisandro Otero la vio antes de que los polic¨ªas de la revoluci¨®n la hicieran desaparecer. "La aparici¨®n de esta pel¨ªcula corresponde a una nueva necesidad de abrir un espacio cr¨ªtico en la sociedad cubana. Creo que no le corresponde al intelectual ser la conciencia cr¨ªtica, puesto que creo que en las primeras d¨¦cadas formaba parte del proceso revolucionario. Al intelectual hay que devolverle su papel cr¨ªtico. La pel¨ªcula es una alegor¨ªa de la sociedad cubana y sus fracasos. Lo que ha sucedido es un s¨ªntoma de intolerancia".
Reynaldo Gonz¨¢lez y Pablo Armando Fern¨¢ndez creen que la ¨²ltima censura "ha hecho mucho da?o y no ha beneficiado a nadie". Para Reynaldo "es una pel¨ªcula honesta, con cuya prohibici¨®n nadie ha ganado nada: ni el Gobierno ni el arte. El celo aparte de innecesario es excesivo", dice Pablo Armando Fern¨¢ndez.
La ruptura seg¨²n Padilla
Los intelectuales cubanos quieren ser ahora como todo el mundo y reciclan su lenguaje para que la distancia que los separa de, la ret¨®rica de la Revoluci¨®n sea neta. No lo tienen f¨¢cil. Rupturas como ¨¦sta que ahora se advierte han jalonado la historia cubana de estos ¨²ltimos 30 a?os. Heberto Padilla, poeta y novelista -Fuera del juego, En mi jard¨ªn pastan los h¨¦roes, La mala memoria- vivi¨® la m¨¢s sonada, la de 1971, cuando la Revoluci¨®n le oblig¨® a retractarse de su propia disidencia y le confin¨® luego a diez a?os de vida furtiva y an¨®nima, hasta que la presi¨®n internacional le hizo otra vez persona, aunque non grata, le devolvi¨® el cuerpo y le mand¨® al exilio.El de Heberto Padilla fue un proceso lento. Lo cuenta ahora desde Princeton, Estados Unidos, en cuya universidad da clases.
"En 1962 fui a Ia Uni¨®n Sovi¨¦tica. Jruschov quer¨ªa, acabar con el estalinismo. Lo vimos todos. Cuba no quiso tomar la experiencia sino que acentu¨® el car¨¢cter monol¨ªtico de la Revoluci¨®n. Mi primer encuentro con la realidad fue duro: escrib¨ª una serie de art¨ªculos sobre aquel viaje y los envi¨¦ al peri¨®dico Revoluci¨®n, de Carlos Franqui. Algunos se publicaron y otros no: incluso la agencia Tass los censur¨®: me dijeron luego 'c¨®mo va un pa¨ªs tan joven como Cuba a divulgar lo que le pasa a Solzhenitsin, c¨®mo va a saber lo que dice Yevtushewnko".
"Cuando volv¨ª a Cuba me di cuenta de que el golpe con el que Br¨¦znev acab¨® con el experimento de Jruschov se estaba reproduciendo en mi pa¨ªs, y ese proceso concluy¨®, por ejemplo, en la expulsi¨®n de Guillermo Cabrera Infante. Fueron etapas decisivas para esa historia de la ruptura entre la Revoluci¨®n y los intelectuales.Yo quise hacer un debate, y entre otros me apoy¨® Manuel D¨ªaz Mart¨ªnez, que tuvo en ese periodo una posici¨®n muy decente. Pero todo aquel proceso condujo al juicio, a la c¨¢rcel, y ah¨ª se termin¨® mi vida durante nueve a?os de inxilio infamante. Una vida pat¨¦tica: no pod¨ªa ver a nadie. El peor de todos los inxilios".
?Cu¨¢l es el porvenir de ese deseo de los intelectuales cubanos de hoy de reciclar su lenguaje y convertirse en lo que Lisandro Otero ha llamado la conciencia cr¨ªtica" de la sociedad cubana? Heberto Padilla tiene pocas dudas: "El porvenir es el mismo que el de la Revoluci¨®n cubana. El sistema no funciona en lo pr¨¢ctico y mientras no act¨²en del modo que la Revoluci¨®n quiera se mantendr¨¢n en el ostracismo y cualquier cosa que digan ser¨¢ interpretada como el cumplimiento de la consigna del enemigo".
Babelia
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