El dolor de una mujer de Erandio
Los vecinos sienten la muerte de Fabio como un atentado al hijo de una chica del pueblo
Cabizbajo, como un hombrecito abrumado y repentinamente adulto, haciendo acopio de una dignidad para la que no estaba preparado, Marco Moreno Asla, de 10 a?os, bajaba cansadamente las escaleras de su casa el viernes por la tarde, cuando faltaba media hora para el funeral por su hermano Fabio, despedazado el jueves por una bomba colocada por ETA en el coche de su padre. Enfundado en un anorak y unos diminutos tejanos, calzado con unas bambas y ocultando en una mano un pa?uelo de papel arrugado y reseco de l¨¢grimas, Marco era en ese momento, cuando descend¨ªa desde el quinto piso de la calle de Tartanga, donde viven sus padres, al portal, lleno de familiares y amigos, y se cruz¨® por azar con esta periodista, un ni?o desconcertado y confuso, la viva imagen de la perplejidad.
"Espera, Marco, ?ad¨®nde vas, peque?o?". "A ninguna parte", respondi¨® el ni?o con voz crispada, escabull¨¦ndose por el descansillo como un gato herido. M¨¢s tarde volver¨ªa a subir a su casa con la misma gravedad. No sab¨ªa qu¨¦ hacer ni ad¨®nde ir. Arriba, la vivienda permanec¨ªa custodiada por familiares, amigos y autoridades. Entre los visitantes se encontraba el ministro del Interior, Jos¨¦ Luis Corcuera, y el gobernador civil de Vizcaya, Daniel Vega, a quien Marco le hab¨ªa preguntado desconsolado y dando pu?etazos contra la pared : "?Qu¨¦ ha hecho mi hermano Fabio para que le pase esto?".Los aleda?os de la casa estaban,abarrotados de'vecinos y amigos, entre ellos, los ni?os del colegio de las religiosas de la Compasi¨®n, donde Marco estudia quinto de EGB y otros j¨®venes del instituto que ya se hab¨ªan manifestado para condenar el atentado. "No queremos m¨¢s muertos", dec¨ªan los estudiantes. 'Tabio, te queremos", "No te olvidaremos", "No m¨¢s terrorismo", rezaban las pancartas escolares.
La iglesia de San Agust¨ªn, donde se celebr¨® el funeral, estaban cuajada por una multitud abigarrada, en especial por vecinas y amigas de Arantxa Asla -"una hija de Erandio a la que han matado un hijo"- que sollozaban quedamente.
Una hija de Erandio que jam¨¢s temi¨® que le pasara esto. "Es una chica de aqu¨ª de toda la vida, muy dispuesta, siempre andaba por la plaza con los gemelos", dice una vecina.
"Cuando explosion¨® la bomba, Arantxa estaba comprando caramelos donde Isabel. Yo la vi all¨ª", dice una mujer. "Marco ya hab¨ªa venido del colegio, y el padre se fue a echar gasolina con el coche, llev¨¢ndose a los gemelos, para volver a recoger al mayor y llevarlos a la piscina de Getxo, donde sol¨ªan ir a dar clases de nataci¨®n", prosigue.
El coche hab¨ªa estado todo el d¨ªa aparcado en la acera de enfrente de la casa, ya que el padre sol¨ªa ir al traba o en tren. La bomba la debieron de poner por la noche, bajo el asiento del copiloto, donde se sent¨® Fabio, y explosion¨® cuando regresaban de la gasolinera. El cuerpo del ni?o salt¨® por los aires, destrozado entre el amasijo de chatarra del coche, y dos mujeres, Miren y otra amiga, rescataron al segundo gemelo, Alex.
El padre, el guardia civil Antonio Moreno, aunque herido, cogi¨® con impotencia el cuerpo de su peque?o, mutilado y desfigurado, pidi¨® socorro y se desvaneci¨®", dice la testigo.
"Desde los astilleros de la Naval vimos la explosi¨®n. La visi¨®n era terrible, toda una llamarada. 'Ya se han cargado a alguien estos malnacidos', dijimos entre nosotros", afirma un obrero de los astilleros.
En un universo de matices como el de la pol¨ªtica vasca, Erandio no ha sentido la muerte de Fabio como "un atentado contra el hijo de un guardia civil", sino contra el hijo de Arantxa, una chica del pueblo.
"No los perdono, ?c¨®mo les voy a perdonar? Lo que han hecho con mi hijo no. tiene nombre", es lo ¨²nico que se le ha o¨ªdo a la madre de Fabio.
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