"No me gustar¨ªa volver atr¨¢s"
Tiene una forma de hablar que traiciona su primera vocaci¨®n, la filosof¨ªa, y lo que ella llama su hobby: los griegos. Enemiga de los t¨®picos -a los que alude como verdaderos peligros en el curso de la conversaci¨®n-, Carmen Iglesias esquiva cualquier f¨¢cil explicaci¨®n sobre el origen de la diferencia espa?ola. "Quiz¨¢ tenga que ver con el manique¨ªsmo con que se ha visto nuestra historia", dice. Quiz¨¢, propone, en Espa?a, como en todo gran imperio ca¨ªdo, se produjo en el siglo XIX "una autoinculpaci¨®n, una interiorizaci¨®n de la leyenda negra", a cargo de historiadores influidos por el romanticismo y en funci¨®n de criterios pol¨ªticos.
La entrevista con Carmen Iglesias se produce al caer de la tarde en la Academia, un palacio discreto que oculta en el silencio y la solemnidad sus tesoros -goyas, tizianos, un retrato de Isabel la Cat¨®lica por Juan de Flandes-, en una calle oscura de olores sospechosos, con peque?as tiendas casi galdosianas cuyas puertas se abren s¨®lo a clientes de pasable catadura. Aunque no hace un mes que ingres¨®, la nueva acad¨¦mica ya se mueve con soltura y es atendida especialmente por los bedeles. No es extra?o: Carmen Iglesias re¨²ne en los ojos una extra?a combinaci¨®n de seriedad y alegr¨ªa, y tiene una sonrisa pronta, f¨¢cil y abierta que le cambia todo el semblante.
Seguidores de aquella concepci¨®n global de la realidad que signific¨® la Instituci¨®n Libre de Ense?anza, en la comprensi¨®n del pasado de los historiadores como Carmen Iglesias puede contribuir tanto una estad¨ªstica econ¨®mica como un libro o un concierto de la¨²d, la familia de un rey como la concepci¨®n del color en aquella sociedad, forzosamente distinta de la actual y de la anterior.
?Es posible conocer el pasado, o en realidad lo inventamos? "La historia es posible dentro de unos l¨ªmites", dice, y luego se pregunta: "?Acaso, es posible la realidad? ?No es acaso una invenci¨®n permanente? Pues bien: la historia forma parte de esa realidad"
Equilibrio
Pero el equilibrio caracteriza a esta catedr¨¢tica elegida por la familia real para ense?ar a sus hijos la historia de Espa?a, que en este caso se confunde con la de la familia: es posible que se pregunte si la realidad existe, pero, con Popper (detesta tener que citar al pensador de moda), piensa que las ideas terminan por cristalizar en materia. "Eso marca los l¨ªmites. Quiz¨¢ no demos con el punto exacto [en la averiguaci¨®n del pasado], pero no se puede decir cualquier cosa".Es consciente de pertenecer a una generaci¨®n, la que era joven en los a?os sesenta, que puso en la transparencia, la claridad, su ideal. Y sin embargo ha aprendido a apreciar lo que llama la opacidad. "Si todo fuera transparente, estar¨ªamos muertos. En la opacidad, que nos obliga a traducir, est¨¢ la riqueza".
Elude contestar si este tiempo supuestamente materialista es mejor o peor que aquel de los sesenta, idealista. Pobres adjetivos insuficientes. "Valorar con mejor o peor no me gusta. Aquellos a?os tuvieron su sentido, pero como dice Epicteto, hay que jugar con las cartas que tienes. Cada momento tiene su significaci¨®n y su belleza. Yo no volver¨ªa atr¨¢s".
Aunque estos d¨ªas no para de responder a entrevistas, cree que su ingreso en la Academia afectar¨¢ muy poco su intensa rutina de profesora universitaria. Aunque siempre ha conocido la Universidad en crisis, la de este momento le parece especial. "Hoy, el equilibro sutil entre la excelencia y la igualdad [que deben caracterizar los estudios universitarios] se ha roto, demag¨®gicamente, hacia la igualdad". A su juicio, con la universidad se corre el riesgo de que ocurra como con los Institutos; que de una buena tradici¨®n en la que los profesores eran s¨®lidos catedr¨¢ticos se ha pasado a un todo vale, donde a un profesor le pueden encargar clases de ingl¨¦s sin que ¨¦l mismo sea capaz de formular dos p¨¢rrafos seguidos. No deja de parecerle parad¨®jico que, "en un pa¨ªs a¨²n de bander¨ªas", por un lado exista cierta indiferencia y aun desprecio hacia las ideas, y al tiempo se valoren los t¨ªtulos como se valoran.
"Me gusta transmitir. Soy esc¨¦ptica sobre lo que se puede ense?ar. En realidad, no se ense?an resultados, sino la experiencia de conocer. Sobre todo, procuro hacer llegar el gusto por el conocimiento y la pasi¨®n de romper esquemas. Intento que mis alumnos sean m¨¢s l¨²cidos y creativos, y que se lleven bien con el mundo. El mensaje es: Ve por el mundo y marav¨ªllate. La realidad es frustrante, pero tambi¨¦n enriquecedora".
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