?Como si Dios no existiese?
Virgilio Zapatero pronunci¨® unas frases hace semanas que levantaron una fuerte polvareda. Parece como si algunos creyeran todav¨ªa ser v¨ªctimas de aquel anticatolicismo del que se hac¨ªa a veces gala por uno u otro anticlerical en tiempo de nuestra II Rep¨²blica.Pero la frase de nuestro ministro, repitiendo a Hugo Grocio, no ten¨ªa m¨¢s trascendencia para quien conociera la tradici¨®n cat¨®lica de nuestros te¨®logos del siglo XVI. Desgraciadamente, cuando decimos catolicismo se suele traer a colaci¨®n -¨¦se es el error- alguna expresi¨®n poco afortunada del papa Juan Pablo II, que no brilla por su conocimiento, de nuestro avanzado y moderno pensar del Siglo de Oro.
?Qu¨¦ dijo exactamente Hugo Grocio?, Sustancialmente lo siguiente: que- el derecho natural -en el que debe inspirarse en alg¨²n modo la sociedad- deriva de la misma naturaleza racional del hombre, y que existir¨ªa y obligar¨ªa, "aunque se admitiera -lo que no se puede admitir sin delito- que Dios no exista" (De iure belli ac pacis, a?o 1625).
Esto no era ninguna novedad para un cat¨®lico espa?ol de aquella ¨¦poca, porque antes que el jurista protestante holand¨¦s lo hab¨ªan sostenido, incluso mejor y m¨¢s matizadamente que ¨¦l, nuestros pensadores del derecho de gentes Vitoria, Soto, Molina y Su¨¢rez.
El jesuita Gabriel V¨¢zquez hab¨ªa opinado -inspirado en Victoria-: que algunas acciones. son malas "por su misma naturaleza, y no por la voluntad de Dios, que las proh¨ªbe". Y Dios. no puede cambiar esto, pues tiene que respetar lo que ¨¦l cre¨®. Pregunt¨¢ndose incluso si no podr¨ªa Dios dejar de notificarle preceptos, y, como criatura racional que es, dejarle con su juicio de raz¨®n solamente. Y opina que, de todas las maneras, caer¨ªa en culpa, aunque no lo prohibiera expresamente Dios. La conducta humana tiene dos aspectos, el personal y el social, y las dos morales que le corresponden necesitan ser dirigidas por una ¨¦tica personal y por una ¨¦tica c¨ªvica, respectivamente. La primera corresponde a lo que es "conveniente y conforme Con la naturaleza racional en cuanto tal". Y bastar¨ªa con mirar a ¨¦sta para sacar en consecuencia lo que debemos o no debemos hacer. Lo cual puede conseguirlo igualmente un creyente que uno que no lo es, pues todos tienen la misma capacidad racional. Y mirar a Dios nada aclara, ya que a lo que hay que mirar es a nuestra raz¨®n, donde se encuentra la clave de nuestro hacer moral personal. Lo ¨²nico que sabe el creyente es que Dios est¨¢ en el fondo, sosteniendo esa raz¨®n, lo mismo la suya que la del que no cree, como. reconoce el Concilio Vaticano II de modo expl¨ªcito. Y no le a?ade nada extempor¨¢neo a ella misma.
Hay en este pensamiento cl¨¢sico tres niveles de derecho: el natural, el de gentes y el positivo. Aqu¨¦l, directamente enraizado en nuestra raz¨®n, y sus primeros y m¨¢s. generales principios de conducta. El segundo, cuando sus preceptos han sido establecidos por la costumbre entre todas o casi todas las naciones, y sin el cual ¨¦stas no podr¨ªan progresar ni vivir en paz, como observa el historiador de nuestra filosof¨ªa espa?ola P. Fraile, y est¨¢ enraizado en la ley natural, pero nunca por una "inferencia necesaria, sino en funci¨®n de las necesidades y circunstancias". ?ste y el tercero estar¨ªan en el plano de la ¨¦tica c¨ªvica, y aquel primero, en el de la personal, m¨¢s exigente que aquellas dos.
Por eso, el gobernante, en sus leyes y acci¨®n pol¨ªtica, depende en ¨²ltimo t¨¦rmino del consentimiento y libre voluntad del pueblo, seg¨²n nuestros pensadores cl¨¢sicos, porque es s¨®lo el vicario del pueblo. Y por tal motivo puede ser incluso depuesto, si act¨²a tir¨¢nicamente.
Dos autores cat¨®licos bien tradicionales,, como el benedictino Dom Lottin y el jesuita L. de Broglie, sostienen respecto a la ¨¦tica personal, basados en nuestra m¨¢s tradicional doctrina cat¨®lica, que "nuestro sentido moral no depende esencialmente d¨¦ nuestra creencia en Dios", ya que "la raz¨®n humana. sin recurrir directamente a Dios, puede probar la obligaci¨®n moral de realizar ciertos actos". Y el bi¨®logo y pensador cat¨®lico Lecomte du No¨¹y explicaba el origen de las ideas morales sin recurrir ex profeso a Dios, seg¨²n se?ala con alabanza el moralista benedictino antes citado. ?Por qu¨¦?: porque todo el contenido ¨¦tico depende s¨®lo de la raz¨®n, aunque no hubiera ninguna revelaci¨®n especial.
Algunos dir¨ªan que un cat¨®lico sabe mejor que nadie todo lo que directa o indirectamente se refiere al campo de la moral, porque para eso tiene el evangelio y, en ¨²ltimo extremo, al Papa como aplicador del evangelio. Pero resulta que uno de los me jores especialistas cristianos en el Nuevo Testamento -C.- H. Dodd- se?ala que san Pablo -que es quien desarrolla reglas de conductas en el Nuevo Testamento- "expresa su adhesi¨®n al ideal moral formulado- en la escuela estoica" y a?ade que "lo que permite a los paganos reconocer. que la conducta ordenada en la ley revelada de Dios es buena se deduce de que es la ense?anza de la naturaleza" y se contiene en "el sentido com¨²n" propio de paganos y cristianos. No es el contenido moral lo espec¨ªfico del cristianismo en su ¨¦tica, que es la misma para unos y otros. Y en el cl¨¢sico derecho de gentes se pasa al plano social, que regula la convivencia de todos, dependiendo latamente de la raz¨®n, pero ahora trav¨¦s del consentimiento de los ciudadanos. Y lo dem¨¢s es puro clericalismo, que, a pesar de lo que se diga, est¨¢ todav¨ªa en vigor en nuestro pa¨ªs, si bien de forma m¨¢s. o menos oculta, alegando una necesara referencia expl¨ªcita a lo sobrenatural, como si ¨¦ste tuviera que dominar lo que es su base y fundamento: la raz¨®n humana, aplicada directamente en nuestra conducta personal, e indirectamente en el consentimiento del pueblo para alcanzar la ¨¦tica c¨ªvica que hace feliz al ciudadano en su convivencia con los dem¨¢s.
Hacer el falso recurso a Dios para saber lo que nos exige la ¨¦tica en cuestiones -sean de moral personal o de convivencia humana- es querer proyectar, con el manto de la autoridad religiosa, las propias opiniones, no pocas veces interesadas, del que manda en ella, o del que se considera falsamente superior en lo humano al que no cree.
Miremos las cosas de tejas abajo, que es donde est¨¢ nuestra raz¨®n, y no invoquemos a un Dios excesivamente retenido por las religiones , sin que alegen, como, sin embargo, hizo hace cuatro siglos nuestro catolicismo, que todo depende del recurso a la raz¨®n de todo hombre, sin mediatizaci¨®n alguna que venga de fuera
. La moral de Santo Tom¨¢s era una moral aut¨®noma, porque Dios no intervine en los procesos humanos, sino que los fundamente en su propia naturaleza, sin modificarla ni interferir en ella, explica el tomista P.Sertillanges. Otra cosa, como ha hecho el P. Haering, ser¨¢ dar una versi¨®n moderna de la naturaleza racional del hombre, din¨¢mica, evolutiva y en consonancia con el conocimiento antropol¨®gico que de ¨¦l tenemos hoy, y no una cosa est¨¢tica y legalista, como se pens¨® ayer.
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