Contra las desigualdades y a favor del las diferencias
"La pol¨ªtica, y sobre todo el gobernar, es una creaci¨®n; y a lo que nosotros debemos aspirar es a poner en ejercicio una voluntad creadora, anterior a los textos escritos, que no consiste en cifrar art¨ªculos en un c¨®digo; sino en hacerlo vivir. Y, por mucho que nos esforcemos en crear una Constituci¨®n perfecta, nunca tendremos m¨¢s Constituci¨®n que la que nosotros sepamos ir viviendo". Eran los t¨¦rminos con los que expon¨ªa Manuel Aza?a a sus correligionarios las funciones creadoras dela pol¨ªtica y del gobierno en el oto?o de 1931.Es ¨²til recordar, al cabo de 60 a?os, estas palabras y tan insigne figura, como tambi¨¦n ser¨ªa necesario reflexionar sobre los sugerentes contenidos del discurso que pronunciara el mismo Aza?a en 1932 a prop¨®sito del Estatuto de Catalu?a. Pero, sin duda, el mejor homenaje a su talento consiste en desembarazarnos de prejuicios supuestamente hist¨®ricos para crear, con las experiencias y el esfuerzo reflexivo de todos, un porvenir que ensanche la prosperidad de todas las personas.
En efecto, hoy nos encontramos en un debate sobre el despliegue constitucional de la Espa?a de las autonom¨ªas con.dos cuestiones concretas,en liza: la ampliaci¨®n de competencias y el modelo de financiaci¨®n auton¨®mica. Los expertos han realizado aportaciones que iluminan las diversas alternativas. Los pol¨ªticos negociamos mientras tanto en la tramoya, antes de salir al escenario. Pero es una preocupaci¨®n minoritaria que tenemos que sacar de los c¨ªrculos de los entendidos para transformarlo en debate ciudadano. As¨ª lograremos llenar de contenido los tan manoseados principios de autonom¨ªa y de solidaridad.
El consenso ha funcionado
Alguien encontrar¨¢ resonancias ¨¦picas en la afirmaci¨®n de que est¨¢ en marcha la construcci¨®n de la prosperidad de todo el Estado. Espa?a es bastante m¨¢s que unos s¨ªmbolos o que el sumatorio de 17 territorios. Es un conjunto de personas que aspirarn cotidianamente a vivir en paz y a vivir mejor. Por primera vez en nuestra historia, se ha encontrado una f¨®rmula constitucional estable que permite la convivencia plural de los que habitamos en este pa¨ªs.
Bastar¨ªa acudir a las hemerotecas y comparar las posiciones y los problemas planteados en los primeros a?os ochenta para constatar el avance sustancial que se ha realizado para saldar las herencias de un pasado centralista y autoritario, entreverado de inicomprensiones y t¨®picos falsos.
La Espa?a de las autonom¨ªas est¨¢ funcionando bien, porque todos hemos sabido ir viviendo la Constituci¨®n: ha funcionado el consenso y el sentido com¨²n. Se ha descentralizado el gasto p¨²blico no por af¨¢n de poder regional, sino para satisfacer mejor las necesidades ciudadanas. Y, sobre todo, se ha introducido por primera vez en la historia de Espa?a la solidaridad como principio de distribuci¨®n territorial del gasto p¨²blico para corregir las diferencias de renta y de bienestar entre los ciudadanos.
Por eso, el modelo de financiaci¨®n de las comunidades aut¨®nomas no es m¨¢s que una parte de un debate m¨¢s amplio. En cualquier caso, de un debate que no puede plantearse como un nuevo desencuentro ni como una sarta de reproches hist¨®ricos entre vecinos envidiosos. Es necesario recordar que la modificaci¨®n del sistema de financiaci¨®n se produce al concluirse el plazo fijado en el acuerdo de 1986.
La f¨®rmula establecida ha sido satisfactoria globalmente. Sin embargo, ha finalizado el plazo, se han acumulado nuevas experiencias y la magnitud de las transformaciones sociales que se est¨¢n realizando en Espa?a exigen mecanismos novedosos que garanticen un futuro de prosperidad equilibrada.
En este sentido, la Ley de Financiaci¨®n de las Comunidades Aut¨®nomas (LOFCA) es una buena ley. Permite flexibilizar los instrumentos. financieros para adaptarlos a las necesidades de un desarrollo auton¨®mico solidario. Por eso fue posible el consenso para lograr el acuerdo de-noviembre de 1986, antes citado, y el de febrero de 1990 para la reforma del Fondo de Compensaci¨®n Interterritorial (FCI). Con tales experiencias, podemos abordar con optimismo la innovaci¨®n necesaria para desplegar y perfeccionar todos los mecanismos previstos en la LOFCA. "Una Hacienda propia y una Hacienda el¨¢stica" era la f¨®rmula que propugnaba tambi¨¦n Manuel Aza?a, a fuerza de ser reiterativos en su cita. Y es,que la LOFCA lo permite, y adem¨¢s es una ley que nadie ha puesto en duda. El mismo esp¨ªritu de concordia que ha presidido el di¨¢logo sobre la financiaci¨®n auton¨®mica hasta hoy debe ser la norma para establecer los perfeccionamientos necesarios. El debate sereno es una responsabilidad y una exigencia, porque la Hacienda p¨²blica no es una tarta para dirimir poder¨ªos hist¨®ricos. Es f¨¢cil comprender que el progreso de Catalu?a, de Madrid o del Pa¨ªs Vasco significa progreso para Espa?a y, por tanto, progreso tambi¨¦n para Andaluc¨ªa, Galicia o Castilla-La Mancha. Viceversa, que los avances sociales que se est¨¢n produciendo en las regiones menos desarrolladas tambi¨¦n repercuten en toda Espa?a. Como castellano-manchego, me alegra la prosperidad de Navarra o de la Comunidad Valenciana, y me preocupan los problemas industriales que afectan a los ciudadanos de As turias o de Euskadi.
El nuevo modelo de fianciaci¨®n debe poner fin al discurso maniqueo y falso, tan socorrido para ¨¦pocas electorales, en virtud del cual el desarrollo de unos es causa del empobrecimiento de otros. Pero, sobre todo, debe alumbrar un concepto de solidaridad menos ret¨®rico y m¨¢s efectivo, m¨¢s pragm¨¢tico: asegurar un crecimiento sin desequilibrios territoriales- graves y facilitar el acceso de todos los ciudadanos a unos servicios p¨²blicos b¨¢sicos.
Medidas de solidaridad
Perfeccionar, por tanto, el modelo de financiaci¨®n no es prurito de sabios, sino que lo considero un pelda?o para construir la utop¨ªa de la igualdad, con cuyo horizonte me enorgullece estar comprometido. Y, en este horizonte, el principio de solidaridad es la f¨®rmula para hilvanar las aspiraciones concretas en cada momento hist¨®rico. Hoy se plantean dos importantes retos. Por una parte, cubrir el objetivo de suficiencia para prestar servicios idecuados a todos los ciudadanos sin desbordar las posibilidades del sector p¨²blico espa?ol ni desequilibrar la Hacienda y finanzas estatales.
Por otro lado, y con la responsabilidad de que todas las comunidades aut¨®nomas somos. Estado, permitir una mayor autonom¨ªa competencial y financiera para resolver desde la proximidad democr¨¢tica las necesidades diferenciadas de los ciudadanos.
En este doble reto, se pueden plantear cuatro medidas que perfeccionen el modelo y que procuren cotas crecientes de bienestar para toda Espa?a:
1. Establecer un Fondo de Nivelaci¨®n de Servicios P¨²blicos, desarrolando el art¨ªculo 15 de la LOFCA. As¨ª se completar¨ªa el sistema previsto en la propia LOFCA y se cumplir¨ªa el esp¨ªritu de nuestra Constituci¨®n.
2. Mayor dotaci¨®n del FCI, interrumpiendo la tendencia decreciente de los ¨²ltimos a?os.
3. Incluir financiaci¨®n para nuevas inversiones en el denominado "tramo incondicionado", suprimiendo la compensaci¨®n transitoria. Es un avance en el principio de suficiencia y un requisito para no mermar los ritmos de desarrollo.
Son medidas concretas que no tienen por qu¨¦ cerrarse definitivamente en una sola etapa. El ritmo de exigencias ciudadanas es creciente y cambiante. Ninguna f¨®rmula puede petrificarse como definitiva. Nuestra responsabilidad es atender las necesidades sociales, pero, sobre todo para un socialista, atender antes al que menos tiene, especialmente a aquel que, por no tener, ni siquiera posee la capacidad de reclamar lo que le pertenece como persona.
Bienvenida sean todas las aportaciones t¨¦cnicas, por tanto. Nos tocar¨¢, sin embargo, a los responsables pol¨ªticos saber conjugarlas con derechos que no deben resultar contradictoirios: derecho a la igualdad como ciudadanos y tambi¨¦n a la diferencia como personas y como colectivos. Porque, con el diccionario en la man¨®, la igualdad se predica en matem¨¢ticas de la equivalencia de dos cantidades. La diferencia es la cualidad por la que una cosa se distingue de otra.
Sin pretensiones de malabarismos terminol¨®gicos, y rechazando rotundamente la dial¨¦ctica del enfrentamiento, considero necesario proclamar una s¨®lida convicci¨®n humanista: luchar contra las desigualdades, porque no puede haber ciudadanos de primera y de segunda. Simult¨¢neamente estoy a favor de que se despliegue la plural riqueza de potencialidades que encierra cada persona y cada colectivo, estableciendo los Mecanismos que garanticen el libre desarrollo de la diferencia.
Ambas aspiraciones, que, por lo dem¨¢s, tienen soporte constitucional, s¨®lo se pueden construir dejando aflorar el impulso solidario que lleva cada persona, cada pueblo y cada sociedad en lo m¨¢s ¨ªntimo de su condici¨®n humana. Dejando hablar al coraz¨®n. ?Igualdad entre tanto an¨¢lisis de fr¨ªa racionalidad? Tambi¨¦n los sentimientos de fraternidad deben ser ingredientes que cada d¨ªa aumenten su peso en la historia. En ese camino podemos coincidir millones de voluntades.
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