El Madrid, peor en defensa, gan¨® al Olimpia esloveno ante s¨®lo 500 espectadores
Una de las circunstancias m¨¢s frustrantes por las que puede atravesar un jugador es salir a su habitual terreno de juego y poder contar con los dedos de las manos los asistentes al evento. El fin ¨²ltimo de su trabajo es dar victorias y espect¨¢culo, y por supuesto tener a alguien a quien poder ofrec¨¦rselo. Ayer en el Palacio no hubo espect¨¢culo, y si lo hubiese habido, se habr¨ªa convertido en el gozo de una m¨ªnima minor¨ªa. El Madrid es un equipo con una moral delicada y un pabell¨®n con capacidad para 12.000 personas ocupado s¨®lo por 500, no se puede decir que sea el ambiente ideal para alegrar su existencia.Con esta escenograf¨ªa m¨¢s propia de una pel¨ªcula ambientada en el c¨ªrculo polar, y los antecedentes de sobra conocidos, hubiese sido il¨®gico que el Madrid hiciese un buen partido. Lo comenz¨® con unos minutos de retraso sobre el horario previsto (8.15, m. 4), intercambi¨® canastas con el Smelt durante todo el partido, e incluso pas¨® instantes de apuro (85-80, m. 17 de la segunda parte). Gan¨® porque otra cosa hubiese sido excesiva incluso teniendo en cuenta su mal momento de juego.
Y es que el equipo esloveno no est¨¢ para m¨¢s trotes que mostrar detalles de su exquisita escuela en hombres como el veterano Vilfan, un fajador incansable no exento de t¨¦cnica como Kotnic y el buen tiro y la buena mano de Hauptman. Entre ellos tambi¨¦n estaba un apellido Daneu que record¨® a una de las primeras estrellas hist¨®ricas de la inagotable cantera del baloncesto yugoslavo. Pero el pa¨ªs no est¨¢ ahora para mostrar m¨¢s que la sangr¨ªa interna y ello afecta l¨®gicamente al rendimiento de sus equipos, la mayor¨ªa trashumantes, en las canchas.
Para doblegar esta escasa resistencia, al Madrid le bast¨® con la fogosidad de Simpson, el inter¨¦s de Biriulcov y las apariciones de Guadiana Cargol. Todo este bagaje positivo lo fue referido a la faceta ofensiva, pues la salvaguardia de los intereses blancos dej¨® mucho que desear, volviendo a poner sobre el tapete todo el entramado t¨¦cnico del equipo madrile?o.
Ninguna de las dos defensas fueron efectivas, lo que puede que sea, normal para el Smelt, pero no cuadra con el prototipo ingeniado para el Madrid por George Karl.
Los te¨®ricos planos del edificio blanco est¨¢n soportados por la defensa, y cada partido que pasa, funciona peor, por lo que no es de extra?ar los tambaleos del equipo.
?C¨®mo justificar disquisiciones y variadas explicaciones acerca de la imposibilidad de mantener un hombre m¨¢s de 10 minutos seguidos en cancha, o la constante rotaci¨®n de jugadores si el rendimiento defensivo no alcanza l¨ªmites razonables que las justifiquen? ?No ser¨¢ que se quiere hacer un equipo fundamentalmente defensor y se est¨¢n sacrificando otras cosas -como dar m¨¢s continuidad a jugadores que la necesitan- cuando los mimbres no son suficientes para lograrlo por mucho trabajo que se ponga en ello?
La respuesta la tiene que encontrar Karl y lo debe hacer lo suficientemente r¨¢pido como para que los 500 incondicionales espectadores de ayer no pasen a ser menos.
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