Mitterrand o la tentaci¨®n del refer¨¦ndum
El presidente franc¨¦s maneja la idea de recuperar popularidad con un voto sobre Europa
Fran?ois Mitterrand puede a¨²n interpretar dos personajes pol¨ªticos para intentar reconquistar la simpat¨ªa de sus compatriotas: reformador de la v Rep¨²blica y constructor de Europa. El presidente franc¨¦s maneja la idea de convocar en 1992 uno o dos referendos sobre estos temas. Conscientes de que la oposici¨®n los convertir¨¢ en plebiscitos sobre la ahora impopular figura presidencial, sus consejeros le recomiendan que no lo haga.
A lo largo de medio siglo de vida pol¨ªtica, Mitterrand ha triunfado en sus sucesivos papeles de opositor irreductible al general De Gaulle, reconstructor del Partido Socialista (PS), unificador de la izquierda, s¨ªmbolo de la voluntad popular de cambio en 1981, padrino de la reconciliaci¨®n con el capitalismo, promotor de monumentos, garante de las instituciones durante la cohabitaci¨®n con el Gobierno derechista de Jacques Chirac, padre de la naci¨®n en la elecci¨®n presidencial de 1988 y jefe de guerra contra Sadam Husein. Pero ahora puede pinchar en hueso en las dos ¨²ltimas misiones hist¨®ricas que se ha atribuido.Los dos fusibles que protegen al jefe del Estado franc¨¦s, el partido mayoritario y el primer ministro, han saltado de un modo que parece definitivo. Edith Cresson arrastra a Mitterrand en una ca¨ªda hasta ahora imparable, y el PS se prepara para recibir el pr¨®ximo marzo un severo correctivo en las elecciones regionales. Mitterrand est¨¢ solo frente al peligro. Dos de cada tres franceses desconf¨ªan de ¨¦l. Nunca en los 33 a?os de historia de la V Rep¨²blica un presidente hab¨ªa alcanzado tal nivel de impopularidad.
Su guerra
Las cosas empezaron a irle mal a poco de terminar la guerra del Golfo. Ese conflicto le hab¨ªa permitido soldar en torno a su persona a la gran mayor¨ªa de los franceses. El hecho de que Sadam Husein fuera el villano ideal y la rapidez y facilidad de la victoria fueron agua bendita para el hombre que envi¨® los legionarios al Golfo.
El pasado mayo, al festejar su d¨¦cimo aniversario en el El¨ªseo, Mitterrand desbordaba satisfacci¨®n. Hab¨ªa ganado su guerra y estaba a punto de superar la plusmarca de permanencia en el poder establecida por De Gaulle.
Pero la euforia dur¨® poco. Las realidades de la recesi¨®n econ¨®mica mundial empezaron a pesar como plomo en la vida cotidiana de los franceses. La econom¨ªa nacional no arrancaba, los suburbios se convert¨ªan en campos de batalla, el debate sobre los inmigrantes se agriaba, las calles de Par¨ªs se llenaban de manifestantes y la posibilidad de alcanzar la cifra de tres millones de parados se convert¨ªa en una pesadilla colectiva. Francia se sumi¨® en la siniestrosis.
A la crisis econ¨®mica se sum¨® el hast¨ªo por una serie interminable de esc¨¢ndalos pol¨ªticos, iniciada con el descubrimiento de que los socialistas se financiaban con dinero negro y terminada con la culpabilidad gubernamental en la transfusi¨®n de sangre contaminada con el sida. El nombramiento de Edith Cresson como la primera mujer al frente del Gobierno franc¨¦s no arregl¨® las cosas. Lo que parec¨ªa una astuta operaci¨®n se revel¨® un error cuando Cresson abri¨® la boca.
En el frente de la pol¨ªtica internacional, Mitterrand tampoco ha estado demasiado brillante en los ¨²ltimos meses. Sus reticencias a condenar el golpe de agosto en Mosc¨², su insensibilidad frente a las aspiraciones de los pa¨ªses de la Europa del Este a ingresar en la Comunidad Europea, su incomprensi¨®n del fen¨®meno Yeltsin, su desconfianza ante las reivindicaciones nacionales en Yugoslavia y la URSS, han dado la imagen de un hombre incapaz de seguir a causa de su edad -75 a?os- el endiablado ritmo de los acontecimientos internacionales.
Los franceses empiezan a estar aburridos de un hombre que lleva casi 11 a?os en el El¨ªseo. El ex presidente Val¨¦ry Giscard d'Estaing lo explica as¨ª a EL PA?S: "Las sociedades modernas, dominadas por la prisa, no pueden soportar tal longevidad en el poder". Franz-Olivier Giesbert, biogr¨¢fo de Mitterrand, cree que hay un hast¨ªo general de Ias triqui?uelas" del presidente. "Mitterrand", dice, ha conseguido que todo el mundo desconfie de ¨¦l. "Cuando habla, todos intentamos encontrar los motivos ocultos, la trampa, lo que verdaderamente hay detr¨¢s de lo que est¨¢ diciendo".
Giesbert piensa tambi¨¦n que Mitterrand ha empezado a ser v¨ªctima de lo que los norteamericanos llaman lame duck o s¨ªndrome del pato cojo. En los dos ¨²ltimos a?os de su segundo mandato -no renovable-, el presidente de Estados Unidos pierde poco a poco su autoridad. Aunque a Mitterrand le queden todav¨ªa casi cuatro a?os para culminar su segundo septenato, la derecha y la izquierda francesa preparan abiertamente su sucesi¨®n. Francia vive todo un fin de reinado.
Sacar partido de un ¨¦xito
En compa?¨ªa de su viejo c¨®mplice Helmut Kohl, Mitterrand, de cuyo sincero europe¨ªsmo no duda nadie, consigui¨® en Maastricht su primera gran victoria internacional en mucho tiempo. Ahora intenta sacar todo el partido interno posible a la aceleraci¨®n de la construcci¨®n europea, por la que ¨¦l ha luchado como un le¨®n. El pasado 15 de diciembre anunci¨® que los acuerdos de Maastricht, en particular la ciudadan¨ªa europea, obligan a Francia a realizar ciertos "retoques constitucionales".
Mitterrand pesa las ventajas y los riesgos de convocar un refer¨¦ndum popular para ratificar esos "retoques". Jacques Delors, presidente de la Comisi¨®n Europea y posible futuro primer ministro de Francia y candidato a la presidencia, le desaconseja el uso del refer¨¦ndum en relaci¨®n a Maastricht. Delors teme que el hasta ahora mayoritario consenso en Francia sobre la causa europea sea la gran v¨ªctima de una consulta convertida en plebiscito sobre la figura presidencial.
"Europa no conseguir¨¢ hacernos olvidar el mill¨®n y medio de parados suplementarios aparecidos en 10 a?os de socialismo", proclama Jacques Chirac. El l¨ªder de la oposici¨®n conservadora adelanta que, en caso de refer¨¦ndum sobre Maastricht, ¨¦l se opondr¨¢ a la concesi¨®n del derecho a voto a los residentes de otros pa¨ªses de la CE. Y aunque Chirac no lo diga todav¨ªa, es obvio que aprovechar¨¢ la consulta para pedir la jubilaci¨®n de Mitterrand.
Escepticismo europe¨ªsta
Delors sabe tambi¨¦n que los tiempos no son propicios en Francia al entusiasmo europe¨ªsta. Numerosos franceses son esc¨¦pticos ante un proceso que ven como una amenaza para su identidad nacional y como la consagraci¨®n de la hegemon¨ªa alemana. Dos recientes decisiones alemanas -el reconocimiento unilateral de Eslovenia y Croacia y la subida de los tipos de inter¨¦s- han provocado la sensaci¨®n de que los temidos vecinos ya no tienen el menor pudor en exhibir su poder¨ªo.
Mitterrand tiene otra carta en la mano. El pasado 10 de noviembre anunci¨® su intenci¨®n de proponer en 1992 una serie de reformas constitucionales: la reducci¨®n del mandato presidencial de siete a cinco a?os, el incremento de los poderes del Parlamento y el reforzamiento del Consejo Constitucional. Tras un primer momento de sorpresa, la derecha encontr¨® el tal¨®n de Aquiles de esa propuesta. Mitterrand, dijeron Giscard y Chirac, deber¨¢ aplicarse a s¨ª mismo la reducci¨®n del mandato presidencial que defiende.
Pierre Mauroy, el secretario general del PS, intenta convencer al presidente del enorme peligro del recurso al refer¨¦ndum para aprobar la reforma institucional. Como prob¨® la experiencia de De Gaulle en 1969, ese tipo de consulta popular puede volverse contra el que la propone. A Mitterrand, que, seg¨²n sus pr¨®ximos, est¨¢ decidido a seguir en el El¨ªseo hasta 1995, le angustia la posibilidad de tener que cohabitar de nuevo con la derecha. Salvo una espectacular recuperaci¨®n de la econom¨ªa en 1992, las elecciones legislativas de 1993 ser¨¢n ganadas por los conservadores. Ante esa perspectiva, el presidente manosea estos ¨²ltimos d¨ªas del a?o todas las cartas que a¨²n le quedan por jugar.
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