Maniobras en la oscuridad
EL RELEVO de Pierre Mauroy al frente de la primera secretar¨ªa del Partido Socialista franc¨¦s (PS) y su negociada propuesta de que le suceda Laurent Fabius no es una decisi¨®n que afecte solamente a la vida interna de dicha organizaci¨®n. Es el anuncio de que el presidente de la rep¨²blica inicia una serie de cambios en el partido y en el Gobierno con el objetivo, nada f¨¢cil, de frenar la ola de desprestigio que envuelve en la actualidad a los socialistas franceses. Lo peculiar del socialismo galo es que las maniobras se realizan en la discreci¨®n de los despachos y pasillos, nunca a la luz de los congresos, y en las que el peso de la opini¨®n de los barones es esencial.El ¨²ltimo de los realizados, un congreso extraordinario del Partido Socialista celebrado en diciembre en el Arco de la Defensa, fue una balsa de aceite comparado con el anterior de Rennes, en marzo de 1990, que ofreci¨® la imagen de un partido a punto de romperse. Entonces s¨®lo el arbitraje de Mitterrand permiti¨® que el partido pudiera seguir funcionando, con Mauroy como un secretario neutro, ajeno a las rivalidades de los tres mosqueteros Rocard, Fabius y Jospin, aspirantes declarados, con mayor o menor claridad, a la sucesi¨®n de Mitterrand.
Pero las rivalidades siguen agudiz¨¢ndose entre ellos. Y hoy la cercan¨ªa de las elecciones regionales y cantonales de marzo, en las que todos los sondeos indican un fuerte descenso de los votos socialistas, ha puesto en el orden del d¨ªa la necesidad de retirar de su cargo a un Mauroy, el t¨ªpico dirigente a la antigua, que encarna los m¨¦todos politiqueros repudiados por los electores. Fabius, que ya en el congreso del Arco de la Defensa present¨® un plan de renovaci¨®n del socialismo franc¨¦s, tomar¨¢ las riendas partidarias. Su idea es colocar en primer plano en la campa?a electoral el imperativo ecol¨®gicio y la opci¨®n europea, que el propio presidente Mitterrand ha presentado, despu¨¦s de los acuerdos de Maastricht, como el horizonte hacia el cual deben tender todos los esfuerzos de las fuerzas progresistas. La candidatura de quien es considerado como el hijo espiritual de Mitterrand cuenta tambi¨¦n con el apoyo de Michel Rocard, otro de los pesos fuertes del socialismo franc¨¦s y aspirante al El¨ªseo.
En todo caso, los cambios no se van a limitar a la dimisi¨®n de Mauroy. El desprestigio de Edith Cresson obligar¨¢ a Mitterrand a provocar una reorganizaci¨®n de su Gobierno, dando entrada a nuevas figuras, o a escoger incluso un nuevo jefe del Ejecutivo. La obsesi¨®n actual entre los socialistas es c¨®mo evitar dos derrotas electorales sucesivas, una en 1992, en las regionales, y otra en las parlamentarias de 1993, lo que les llevar¨ªa a la oposici¨®n despu¨¦s de 10 a?os en el poder. Y con el peligro de que resulte muy problem¨¢tico su retorno al Gobierno. Un posible camino para lograrlo ser¨ªa utilizar el prestigio de Jacques Delors entre sectores que desbordan ampliamente al electorado socialista. Si ¨¦ste fuese llamado a sustituir a Edith Cresson, podr¨ªa ser un primer paso para lanzarle a la conquista del El¨ªseo. Tal proyecto choca con fuertes oposiciones, empezando por la de Rocard, que -todo parece indicarlo- ha conseguido la promesa del aparato del partido para tal candidatura a cambio de su apoyo a Fabius.
En realidad, y a pesar de la estructura oficialmente democr¨¢tica del Partido Socialista, los principales arreglos con vistas a su futuro se realizan en secreto, en grupos restringidos y en medio de complejas intrigas. Los debates pol¨ªticos e ideol¨®gicos ocupan un lugar absolutamente secundario. Excepto la izquierda de Chev¨¦nement -afincada en curiosas posiciones nacionalistas, militaristas y antieuropeas-, las otras fracciones aprobaron en el ¨²ltimo congreso un nuevo proyecto de programa que obtuvo el 80% de los votos. Pero fue m¨¢s bien una fachada. Lo que de verdad apasiona al partido son los problemas personales: si Fabius o Rocard o el otro ser¨¢n ma?ana el l¨ªder m¨¢ximo. Y en esta pugna, Mitterrand, incluso en la atm¨®sfera de fin de reinado que ahora se respira, sigue teniendo un peso decisivo. ?l puede decidir el momento de su retirada. Y preparar las cosas para que le suceda -al menos como candidato socialista- la persona que prefiera.
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