"H¨¢blenme en espa?ol"
Lleg¨® a Madrid, se instal¨® en la habitaci¨®n 671, sonri¨® y al hotel Palace le estremeci¨® el embrujo de los viejos tiempos, cuando fantasmas irrepetibles como Hemingway lo poblaban. Horas despu¨¦s, todav¨ªa est¨¢n los empleados sometidos al hechizo de un MarIon Brando que recluido, pero no aislado en su habitaci¨®n -le interesa todo lo nuestro, desde la arquitectura a la historia- pide a las camareras: "H¨¢blenme en espa?ol, por favor, que necesito practicar".El hombre que dio vida a Emiliano Zapata sigue record¨¢ndonos el conmovedor momento en que aprendi¨® a leer en su noche de bodas con Jean Peters y se ha ganado el coraz¨®n de los empleados del hotel, que, a su vez, en otros d¨ªas, han observado con ben¨¦volo escepticismo las excentricidades de otros ¨ªdolos menos encumbrados, como la Tina Turner que exigi¨® una cantidad de toallas capaz de sepultarla. "Los famosos son muy raros, muy caprichosos, pero el se?or Brando es un hombre sencillo".
Cuando el domingo entr¨® en el grill Neptuno a las ocho y media de la noche, salud¨® a todo el mundo. "No es cierto", cuentan los camareros, "que mandara cerrar el comedor. Se sent¨® con ocho o nueve comensales m¨¢s, y se comport¨® como un cliente normal. Parec¨ªa fefiz"."M¨¢s que castellano, lo que habla es mexicano", cuenta un camarero que le ha visto en su ¨²ltima pel¨ªcula, El novato, y que puntualiza: "Me parece que est¨¢ un poco m¨¢s delgado, aunque no lo bastante para ser Torquemada". Otro le rebate: "Con lo buen actor que es da lo mismo". De hecho, todos creen en ¨¦l, con la fe ciega que proporcionan largos a?os de respeto al show business, que es la norma de este hotel. "Parece mentira", chismorrea discretamente la encargada de planta, "con lo alto que est¨¢, lo sencillo que es. Claro que en eso es en lo que se nota cuando alguien es verdaderamente grande".
Tambi¨¦n creen que es ubicuo. Cuando informan de que le acaban de ver salir de un ascensor camino de la calle, son tan sinceras como cuando dicen que, simult¨¢neamente, ha llamado al room-service desde su habitaci¨®n. "Nada m¨¢s llegar pidi¨® un televisor muy grande y un aparato de v¨ªdeo. Se pasa el d¨ªa mirando pel¨ªculas. No, no me he fijado en cu¨¢les. No ser¨ªa educado. ?l es muy amable". Ayer por la ma?ana desayun¨® huevos con bacon: "Como cualquier otro". Su tel¨¦fono siempre comunica. Las camareras tienen terminantemente prohibido presentarse en su habitaci¨®n, mandarle cartas o llevarle mensajes. Tiemblan cuando les das una nota para ¨¦l y susurran, traspuestas: 'No puedo, no puedo, le juro que no puedo'.
El hall est¨¢ lleno de periodistas, pero la planta sexta es como el vest¨ªbulo (le una cl¨ªnica de lujo, mullida de alfombras, con las paredes forradas de estampas inglesas y silenciosa. La suite 671-672 est¨¢ ocupada, tambi¨¦n, por varios empleados de producci¨®n que le protegen y se comunican entre s¨ª por radio. Cuando Brando parte camino de Salamanca, para supervisar el rodaje, aprovechan para arreglar su habitaci¨®n y colocarle un tel¨¦fono con varias l¨ªneas y un ventilador que hoy, sabiamente, ha pedido. En el hotel se han pasado de calefacci¨®n.
En el bar el barman se entretiene con un cliente habitual a cuya pregunta de c¨®mo van las cosas replica, conspiratorio: "Muy bien, ahora tenemos aqu¨ª a Marlon Brando". Dice que su aspecto es muy bueno, "parece que se ha repuesto un poco de lo que ha sufrido con lo de su hijo". Sonr¨ªe, comprensivo, mientras escancia un especial¨ªsimo dry martini. "Un poco rellenito s¨ª que est¨¢, pero qui¨¦n no". "Ya se sabe", a?ade, con especial fascinaci¨®n, "que quien puede estar solo en una Isla de su propiedad tiene que tender a despreocuparse de lo que piensen los dem¨¢s, y, en definitiva, a engordar, porque una isla privada... Qui¨¦n pudiera".
A la hora de la siesta, por el pasillo desierto circula una doncella que cuando ve a la periodista asomar la cabeza se lleva el dedo ¨ªndice a los labios:"Ssssst. Est¨¢ descansando. No hay que molestarle". A Torquemada nadie, nunca, le quiso as¨ª.
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