El camarada tecn¨®crata
Ferenc Derczy es a primera vista el hombre fuerte de la nueva clase empresarial h¨²ngara. Es a la vez, a sus 52 a?os, presidente de la Asociaci¨®n de Grandes Empresarios de su pa¨ªs y vicepresidente de la C¨¢mara de Comercio (rebautizada C¨¢mara de Econom¨ªa) de Budapest. Dirige una de las m¨¢s importantes empresas de Hungr¨ªa, Vegyepszer, que construye plantas industriales, especialmente petroqu¨ªmicas.Aunque sus cargos le hagan aparentemente el adalid del sector privado, eso no quita que deba en realidad su carrera al r¨¦gimen comunista, que fue quien lo nombr¨® en 1984 a la cabeza de Vegyepszer, cuyas acciones siguen todav¨ªa en un 90% en manos del Estado. Entre 1980 y 1984, adem¨¢s, fue consejero del Ministerio de Industria.
El jefe oficial del empresariado h¨²ngaro simboliza esa clase de "camaradas tecn¨®cratas" que lleg¨® a puestos de responsabilidad con los comunistas, pero que supo administrar sus empresas con criterios de hombre de negocios. Aunque la mayor¨ªa de sus clientes ven¨ªan de los pa¨ªses del Comecon, Vegyepszer puede tambi¨¦n preciarse de haber realizado en los a?os ochenta trabajos en Alemania o en Francia, un hecho poco frecuente para las empresas de los pa¨ªses de la zona.
Inversi¨®n exterior
Ferenc Derczy tiene una filosof¨ªa muy clara de lo que quiere para su empresa. No es de los que temen la "invasi¨®n extranjera". "Necesitamos dos cosas: el capital de base y la tecnolog¨ªa, que nos permitan modernizarnos m¨¢s", afirma. "Y eso s¨®lo nos lo puede aportar el capital exItraiiJero. Lo que nos interesa es asociarnos con una empresa de fuera. No tenemos por qu¨¦ temer que se haga desde una posici¨®n de inferioridad. Por una parte, porque hay trabajos que sabemos hacer bien, y el hecho de que las tres cuartas partes de nuestra actividad est¨¦n destinadas a la exportaci¨®n as¨ª lo prueba. Y por otra, porque tenemos un conocimiento de los mercados del Este que pocos tienen en nuestra rama".
"Hay que dejar las manos libres a los que quieran comprar una empresa", a?ade. "El ¨²nico peligro que el Estado debe contribuir a evitar es que unos inversores extranjeros instalen aqu¨ª una empresa s¨®lo porque es contaminante o porque es intensiva en mano de obra y quieran aprovecharse de nuestros bajos salarios. No debemos aceptar un desarollo industrial de tipo latinoamericano".
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