"Blanca, los 'parraos', siempre contigo"
El pueblo madrile?o de Cercedilla se detuvo para festejar el bronce de su hero¨ªna
No repicaron ayer las campanas de la iglesia de San Sebasti¨¢n como aquella noche de 1972 en que Paquito el Medallas sac¨® a todo Cercedilla de la cama a altas horas de la madrugada tras colgarse el oro en Sapporo. No repicaron porque nadie acudi¨® a la casa de don Pedro Mart¨ªnez Cid, el p¨¢rroco de este pueblo de la sierra de Madrid, en busca de las llaves del campanario, pero s¨ª hubo cohetes y champa?a, y pancartas, y choricitos, y jarana, y ol¨¦s, y alg¨²n que otro bolinga guas¨®n y colorado por el tintorro.No fue para menos. All¨ª, en la tele, con el bronce en el cuello y al lado de una tal Petra y otra tal Annelisse de apellidos cibern¨¦ticos, estaba Blanca, la hermana de Paquito el Medallas; la hija de don Paco, que acude cada d¨ªa al bar La Monta?a para la partidita de mus; la campeona que de ni?a reba?aba con los dedos los Petit Suisse del colmado La Colmena; la ¨¢gil novillera que para las fiestas de la Natividad se tiraba al ruedo como cualquier otra de la Sociedad de Mozas; la misma Blanca sonriente que quem¨® tardes de risas en el bar Limbo-copas, donde Luis y Fernando Morales, los Mangas, atizan severos latigazos de buen rioja.
Fue una ma?ana m¨¢gica en la que el pueblo se detuvo y que ning¨²n parrao, como se conoce en la sierra a los hijos de Cercedilla, quiso perderse. El primero en calzar el candado fue El¨ªas G¨®mez, el alguacil, que cerr¨® el ayuntamiento a las 13.45 por orden del alcalde, Enrique Espinosa. "Ning¨²n parrao se puede perder esto", coment¨® El¨ªas antes de encaminarse para ver la segunda manga del eslalon al Club de Mayores, donde le esperaba, junto a otros muchos, Felipe Portal, el juez de 69 a?os que certific¨® el nacimiento, el bautizo y la boda de Blanca. Tambi¨¦n estaba all¨ª Felipe Guti¨¦rrez, el jefe de bomberos, doble campe¨®n de Espa?a de esqu¨ª de fondo en 1970 y encargado de prender fuego a los cohetes. "Tengo m¨¢s nervios que cuando corro a apagar un fuego".
No lejos de la casa consistorial, en el bar S¨¢nchez, santuario de las m¨¢s gustosas sardinas a la bombi del mundo, Javier L¨®pez, pintor rotulista y lenguaraz, hizo suyo el festejo con un discurso reivindicativo: "Blanca, esqu¨ªas con dos cojones, por eso siempre estamos contigo. Lo lamentable es que los dirigentes de este pueblo no nos hayan puesto autocares para ir a verte". Gregorio, el cerrajero, asinti¨®. Miguel Jim¨¦nez, el concejal de deportes, disimul¨®. "En casa del herrero, cuchara de palo", coment¨® el cura de tapadillo.
Durante la segunda bajada de Blanca hubo de todo: lloros, v¨ªtores, abrazos y vino, mucho vino. Despu¨¦s del bronce, champa?a y un cierto sentimiento de decepci¨®n, aunque pasajero. "Un triunfo corto, porque se merece m¨¢s. F¨ªjate, en Catalu?a, con la de nieve que hay y no sale ning¨²n campe¨®n. Aqu¨ª, en cambio, somos 4.000 habitantes y tenemos dos. ?Y sabes por qu¨¦? Porque este pueblo tiene cojones", solt¨® Luis, el Mangas. Haya o no haya, el alcalde ya prepara una calle para la campeona en "el pueblo m¨¢s ol¨ªmpico del mundo", como grit¨® uno. "Ser¨¢ de Espa?a", le corrigi¨® otro. "Vale, pero el m¨¢s ol¨ªmpico", zanj¨® el primero.
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