'La pena de muerte es un arma para defendernos de EE UU"
El ministro de justicia cubano, Carlos Amat For¨¦s, aseguraba pocas horas antes de que, el pasado mi¨¦rcoles, cayeran bajo las balas del pelot¨®n de fusilamiento los dos condenados por el asesinato de cuatro polic¨ªas: "La pena de muerte es un arma para defendernos de Estados Unidos". A sus 61 a?os, cree que "ante el incremento del ataque hay que incrementar la defensa". Nacido en Banes, como el dictador Fulgencio Batista, fue desde su adolescencia un militante revolucionario.
Carlos Amat, graduado en derecho, particip¨® en la lucha clandestina y escribi¨® la primera proclama contra el golpe de Estado de Batista del 10 de marzo de 1952, origen del movimiento, primero nacionalista y luego guerrillero, que siete a?os m¨¢s tarde llev¨® a Fidel Castro al poder. Cuando triunf¨® la revoluci¨®n particip¨® como fiscal en varios tribunales revolucionarios, cosa que no oculta.
Pregunta. Tras varios a?os sin aplicar la pena de muerte por delitos pol¨ªticos, Cuba ha vuelto nuevamente a fusilar en 1992. ?Es que acaso la revoluci¨®n cubana le teme a algo?
Respuesta. La pena de muerte en nuestra legislaci¨®n est¨¢ considerada como de car¨¢cter excepcional. El C¨®digo Penal mantiene esta sanci¨®n para algunos delitos comunes -el asesinato, la violaci¨®n y la pederastia con violencia- y para los pol¨ªticos, pero en ambos casos nuestros tribunales han tratado de manejarla con la mayor discreci¨®n posible, aplic¨¢ndola s¨®lo en aquellos casos que, por su significaci¨®n social, se requiere realmente. No hemos eliminado la pena de muerte porque, para nosotros, es un arma de defensa frente a un enemigo que no ha perdido oportunidad de agredirnos. Si han sido capaces de mandar asesinos a quemar, a hacer sabotajes, a da?ar nuestra econom¨ªa, a matar alfabetizadores, nosotros necesitamos tener un mecanismo de defensa superior, y, en este caso, la pena de muerte es ese mecanismo. Ante el incremento del ataque, nosotros incrementamos la defensa.
P. En el caso de Eduardo D¨ªaz Betancourt, mucha gente piensa que la reacci¨®n fue demasiado ejemplarizante, desmedida...
R. Esta persona ven¨ªa con explosivos, con armas, con planes... ?Qu¨¦ ten¨ªamos nosotros que esperar? ?Que hubiese muertos cubanos, v¨ªctimas cubanas, efectos de cat¨¢strofe para actuar entonces?
Sin que tiemble la mano
P. ?Cuba est¨¢ dispuesta a seguir fusilando si la situaci¨®n se agrava m¨¢s?
R. La pena de muerte responde a la situaci¨®n concreta de cada hecho. En aquellos casos en que haya que recurrir a la medida por su car¨¢cter ejemplarizante o por las consecuencias sociales que pueda tener, no nos temblar¨¢n las piernas ni las manos. Lo haremos. Pero, por gusto, no. Aqu¨ª nadie tiene el inter¨¦s de producir penas de muerte al por mayor, aunque en las condiciones que lo requieran se aplicar¨¢. Cuando la situaci¨®n internacional sea menos tensa y cesen las agresiones contra Cuba, nuestros tribunales pueden manejar esta pena con habilidad y visi¨®n pol¨ªtica.
P. ?En 1992, cu¨¢l ser¨¢ la frontera que no podr¨¢n cruzar los disidentes, aun los que se oponen de forma pac¨ªfica al r¨¦gimen socialista?
R. Pienso que la frontera estar¨¢ marcada por la propia ley. Mientras ellos puedan conducir su pensamiento dentro del marco legal, no tendr¨¢n dificultad. El d¨ªa que rebasen ese marco para convertirse en promotores de una rebeli¨®n, de una acci¨®n que pretenda derrocar al Gobierno por otras v¨ªas, pues tambi¨¦n se les aplicar¨¢ la ley. En Cuba nunca ha habido cortapisas para que alguien exprese sus criterios. Lo que pasa es que muchas veces se llega a un enfrentamiento ideol¨®gico, porque estas personas lo que quieren es un paso atr¨¢s, que en Cuba ocurra lo mismo que en la Europa del Este y, en este punto, no ya con la justicia, topan con el pueblo.
P. Precisamente sobre esto, como ministro de Justicia, ?no cree que los actos de repudio, en los que el pueblo se erige en juez absoluto, entran en contradicci¨®n con la justicia formal que usted representa?
R. En ning¨²n acto de repudio se ha linchado a nadie, ni se ha arrastrado a nadie.
P. Hablando de Mar¨ªa Elena Cruz Varela, ?por qu¨¦ se la conden¨® a dos a?os de c¨¢rcel, si ella no hizo m¨¢s que otros disidentes que hoy est¨¢n en la calle?
R. No conozco espec¨ªficamente el caso, pero esta se?ora ven¨ªa desplegando una actividad que violaba la ley. Quiz¨¢ ella fue alertada previamente o estaba muy activa. El hecho es que el tribunal valor¨® sus actos y las pruebas presentadas por el fiscal, y el fallo fue tomado legalmente.
P. La Iglesia ha rechazado el ingreso de sus fieles en el partido comunista y se ha opuesto al Gobierno. ?A partir de d¨®nde ser¨¢n perseguidas estas actuaciones?
R. Tenemos una serie de conductas penales que son recogidas por el C¨®digo Penal, y el que infringe esa ley comete un delito. Entendemos que la religi¨®n tiene el reino de Dios bien definido y que, si alguien dejase atr¨¢s el, papel de la religi¨®n para entrar en un terreno conspirativo, entonces se tomar¨ªan las medidas oportunas. A veces se han pedido expulsiones de sacerdotes extranjeros; otras veces, quiz¨¢, se tenga que ir a los tribunales.
P. Nuevamente en estos d¨ªas, en Ginebra se acusa a Cuba de violar los derechos humanos.
R. Los derechos humanos est¨¢n respaldados por lo que la revoluci¨®n ha podido dar al pueblo. Los tenemos garantizados en m¨¢s salud para el pueblo, m¨¢s educaci¨®n, m¨¢s cultura... Son reales, tangibles, palpables. En cambio, en muchos lugares del mundo est¨¢n en las leyes, pero luego son papel mojado.
P. ?Es posible la restauraci¨®n de los tribunales revolucionarios?
R. S¨®lo ser¨ªa imaginable en caso de invasi¨®n o peligro inminente de guerra, pero no ahora.
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