Paro y convergencia
LA ENCUESTA sobre la Poblaci¨®n Activa (EPA) ha dado la peor noticia de coyunlura econ¨®mica desde 1985: ha cambiado la tendencia a la creaci¨®n de empleo. En 1991 se destruyeron 60.880 puestos de trabajo. Ello supone un cambio radical de la propensi¨®n experimentada en los tres a?os anteriores, en que se hab¨ªan generado 328.500, 477.000 y 320.000 puestos de trabajo, respectivamente .Esta evoluci¨®n negativa se ha visto compensada, en parte, por la creaci¨®n de 145.250 empleos en el sector servicios y 20.540 en la construcci¨®n. No obstante, surge de nuevo la inquietud al comprobar que la destrucci¨®n de empleo fue especialmente intensa en el ¨²ltimo trimestre, con una p¨¦rdida de 118.000 puestos, lo que permite suponer el inicio de una nueva y adversa fase. Junto al dato negativo de la p¨¦rdida de empleo hay que destacar el aumento del paro en una cantidad mucho mayor, 141.890 trabajadores, debido al aumento de la poblaci¨®n activa.
Un tercer elemento perjudicial para el mercado de trabajo es la creciente sustituci¨®n del empleo fijo por el temporal. En 1991 desaparecieron 188.460 empleos fijos, compensados por la creaci¨®n de 160.370 temporales, un aumento que en ocasiones es sin¨®nimo de fraude en la contrataci¨®n, de forma que cada vez es mayor el n¨²mero de trabajadores que prestan servicio a una misma empresa altemando periodos de trabajo con periodos de subsidio. El resultado final es un incremento espectacular de los gastos por subsidio de desempleo. En 1991, los gastos por tal concepto se esbordaron en m¨¢s de 340.000 millones de pesetas, y el ministro de Trabajo, Mart¨ªnez Noval, ya ha se?alado que los datos de enero y febrero de 1992 hacen prever nuevos desv¨ªos al alza.
Si para Mart¨ªnez Noval "la EPA es, sin paliativos, un mal dato", en el Ministerio de Econom¨ªa, por el contrario, se argumenta que la causa de que no se hayan cumplido los objetivos del Gobierno obedece esencialmente a que los salarios han crecido m¨¢s de lo recomendado. Lo cierto es que, frente a una previsi¨®n de creaci¨®n media de empleo de 239.000 puestos a lo largo de 1991, la realidad la ha reducido a 30.600 empleos. Diferencia demasiado abultada para achacarla exclusivamente a los salarios. El Ministerio de Econom¨ªa, por otra parte, ha quitado importancia al dato al se?alar que la EPA no ha recogido todav¨ªa la leve tendencia de recuperaci¨®n econ¨®mica de finales de a?o.
Ojal¨¢ sean ciertos los s¨ªntomas de recuperaci¨®n advertidos por las autoridades econ¨®micas; pero ser¨ªa preocupante ampararse en ellos para no tener que admitir que el empleo y el paro devienen, otra vez, en problemas capitales de los espa?oles. El, sin duda, prioritario objetivo del Gobierno por lograr la convergencia con Europa ha condicionado que su pol¨ªtica econ¨®mica se centre b¨¢sicamente en la reducci¨®n de la inflaci¨®n y del d¨¦ficit p¨²blico. As¨ª lo demuestran los recientes mensajes del ministro Solchaga en torno al d¨¦ficit, o m¨¢s correctamente, en la reducci¨®n del gasto p¨²blico.
El discurso econ¨®mico por antonomasia no incluye, desde hace tiempo, las referencias al empleo y al paro. La nueva Europa habla de tipos de inter¨¦s, inflaci¨®n, d¨¦ficit p¨²blico, deuda p¨²blica... Es la convergencia macroecon¨®mica. La otra convergencia, la de la cohesi¨®n, la de la econom¨ªa real, la que mide el porcentaje de parados, la cuant¨ªa de los subsidios sociales, los kil¨®metros de autov¨ªa, la red de ferrocarriles, el nivel de protecci¨®n social, el precio de las viviendas, etc¨¦tera, carece de alusiones o es subsidiaria. Una parte del necesario debate sobre la pol¨ªtica econ¨®mica a seguir hace imprescindible preguntarse sobre el valor de los objetivos b¨¢sicos de convergencia formal si incorporan una tasa elevada de parados, una sociedad dual creciente y la carencia de las infraestructuras necesarias para que los ciudadanos espa?oles se consideren incluidos, aut¨¦nticamente, en la Europa de la primera velocidad.
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