Los brillantes colores de John Berger
El escritor habla en Madrid de uno de los dramas de Europa: la muerte del campo
Parece dif¨ªcil abordar a John Berger, pues destaca en Europa como narrador, ensayista, guionista, cr¨ªtico, dibujante -¨¦l considera que todo es la misma escritura- pero luego- resulta f¨¢cil y fluido como hablar con ciertos campesinos. Tambi¨¦n lo es: desde hace 18 a?os, este ingl¨¦s de pelo blanco vive en un pueblo de la Alta Saboya, Francia, una decisi¨®n que en su d¨ªa fue interpretada como un alejamiento del mundo y luego se ha ido viendo que era lo contrar¨ªo: est¨¢ en el centro. A demostrar que la muerte del campo es uno de los grandes temas de nuestro siglo destin¨® Berger los 15 a?os que le cost¨® escribir la trilog¨ªa En sus trabajos, cuyo segundo volumen, Una vez en Europa, acaba de salir en Alfaguara.
"Si se pudiera dar un nombre a todo lo que sucede, sobrar¨ªan las historias. Tal y como son aqu¨ª las cosas, la vida suele superar a nuestro vocabulario. Falta una palabra, y entonces hay que relatar una historia". As¨ª comienza una de las cinco narraciones-pintura que componen Una vez en Europa, y una frase parecida fue la utilizada por el escritor para eludir contar por qu¨¦ le hab¨ªan permitido sus padres escaparse del colegio a los 16 a?os. Para explicarlo, sugiri¨® con su dilatada sonrisa de ojos azules, tendr¨ªa que remontarse a la I Guerra Mundial y pintar a su madre... y todo ello ser¨ªa muy largo.En esa escapada, en Londres, en mitad de la II Guerra Mundial, se encuentra sin embargo la ra¨ªz de la facilidad con que cambia de lenguaje. Porque ¨¦l cree que narrador, cr¨ªtico, guionista, etc¨¦tera, no son m¨¢s que etiquetas que ponen los profesores en las universidades, y ¨¦l s¨®lo fue a una escuela de Bellas Artes. Durante un tiempo ense?¨® dibujo y luego comenz¨® a llamar la atenci¨®n como cr¨ªtico en la revista de izquierda The new statesman.
Pero llegaron lo que ¨¦l llama "Ias voces". A la pregunta de por qu¨¦ no sigui¨® pintando sigue un silencio de 30 segundos -esto es, uno un poco m¨¢s largo que los de casi todas sus respuestas-. Dice: "Porque demasiadas voces me llegan a la cabeza y las voces no se traducen en pintura. No s¨¦ en qu¨¦ lengua me hablan... Si el mundo se estuviera tranquilo, quieto, las voces dejar¨ªan de alcanzarme y yo podr¨ªa dedicarme tranquilamente a dibujar".
El 'tacto'
Concede que las voces le llegan m¨¢s f¨¢cilmente porque vive en el silencio. "El silencio es el espacio en el que esas voces pueden entrar. En ese espacio la diferencia entre el pasado y, el presente se reduce. Al tiempo, esa ausencia de ruido posee respecto a la experiencia vivida una especie de tacto; sobre la p¨¢gina, esos espacios no dichos conciernen igualmente el tacto, en el sentido profundo. A veces creo que el arte de contar es una cuesti¨®n de tacto. Cada escritor debe encontrar su aproximaci¨®n a ¨¦l".
?Y qu¨¦ es ¨¦l tacto? (silencio) "Es lo que ocurre naturalmente cuando dos seres se aman, en el momento en que se entienden. Las personas se hieren cuando el tacto ha pasado. El tacto es una forma de meterse cada uno en el espacio del otro: hay una complicidad, un complot, una especie de conspiraci¨®n. Juntos desafiamos la vida".
S¨®lo una vez parece desconcertado, y es cuando se le hace la est¨²pida petici¨®n de que describa su escritura (una forma simplista de pedirle que desvele s u misterio). "Escribo de la ¨²nica forma que puedo hacerlo: cada p¨¢gina, muchas veces, buscando una mayor precisi¨®n, no s¨®lo de las palabras sino de los espacios en blanco. Porque todo est¨¢ ah¨ª. La complicidad se encuentra en lo que no decimos. Esa es una de las causas de mi constante reescribir. La otra es que soy muy torpe. En serio: lo soy".
?Ha encontrado lo que buscaba en el campo? "Yo no sab¨ªa lo que buscaba. Ahora s¨¦ que he encontrado muchas cosas, y todas ellas, por la gente. Descubr¨ª a las viejas, por ejemplo, mucho mejores narradoras que los hombres, y buena parte de las cuales ya est¨¢n en el cementerio del pueblo... me han dado m¨¢s de lo que puedo expresar". ?Qu¨¦ fue lo que le llev¨® precisamente all¨ª? "No lo s¨¦. Un poco el azar... mi ¨¢ngel de la guarda".
Aunque no milit¨®, siempre fue compa?ero de viaje de los comunistas. Ahora se alegra, dice, de "la liberaci¨®n del Este y de Rusia, un pa¨ªs que amo mucho, mucho, mucho-". Le preocupa el nuevo poder mundial, que no es a su juicio Estados Unidos, sino "la gigantesca red de medios de informaci¨®n" que ya intuimos en la Guerra del Golfo.
En su aldea, ?se siente fuera del mundo? Gran expresi¨®n de sorpresa- el siglo ha ido demostrando que la ffluerte del campo es una de las grandes historias de nuestro tiempo. ?l est¨¢ en el centro.
Babelia
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