La democracia contaminada
Vivimos, en opini¨®n, del articulista, en un ambiente pol¨ªtico contaminado por altas dosis de corrupcion y atravesado por una serie de esc¨¢ndalos que nos hacen correr el riesgo de que nuestra democracia se convierta en una triste parodia. En este texto analiza las causas y apunta posibles maneras de solucionarlo.
En el siglo XVIII en Inglaterra, cuna de la democracia moderna, ,sir Robert Walpole caracterizaba al Gobierno ingl¨¦s como government by corruption y dec¨ªa que no hab¨ªa un solo miembro de la C¨¢mara de los Comunes que no tuviera precio. Desde entonces muchas cosas han ocurrido en Occidente y los reg¨ªmenes ,democr¨¢ticos han ido afinando los sistemas anticorrupci¨®n y, sobre todo, la opini¨®n p¨²blica ha adquirido una especial sensibilidad en la materia, y en algunos pa¨ªses tienen fuerza stificiente como para fulminar pol¨ªticamente de manera instant¨¢nea a quien utiliza los resortes del poder en beneficio propio.No debe haber duda alguna de que por m¨¢s que la democracia no pueda quedar ajena al problema, en cuanto est¨¢ gestionada por hombres corrientes que arrastran la carga de defectos y virtudes com¨²n a la humana condici¨®n, resulta sierni pre de superior sanidad moral, de mejor comportamiento c¨ªvico, de mayor altura en cuanto a la conducta de los regidores de cualquier autocracia, dictadura, totalitarismo o tiran¨ªa, porque en ella hay un componente ¨¦tico indecIinable y porque, como dice J. F. Revel, "no puede vivir sin una cierta dosis de verdad".
En Espa?a no podr¨ªa ser de otra manera. Este pa¨ªs tiene una larga tradici¨®n de ejercicio interesado del poder; aqu¨ª, desde siempre, gobernar ha sido equivalente a medrar y ejercer el mando sin¨®nimo de enriquecimiento, adobada por el sentimiento ambivalente y turbio en el pueblo de que, dando por supuesto lo antedicho, no es excesivamente avispado aquel que pasa por el poder y no aprovecha la ocasi¨®n, y potenciada de manera extrema por la dictadura franquista, que dej¨® al pa¨ªs sin defensas ¨¦ticas, invirti¨® el orden natural de las cosas y dibuj¨® la imagen de un gobernante que no responde de sus actos y no encuentra l¨ªmite a su ambici¨®n y capricho.
Resortes insuficientes
La democracia deber¨ªa haber mutado de manera natural este estado de cosas y, sin embargo, escasamente lo ha rozado. Hoy existe posibilidad de airear el esc¨¢ndalo, de que la denuncia aparezca en los medios de comunicaci¨®n y de que se exijan responsabilidades en v¨ªa judicial, pero semejantes resortes se est¨¢n revelando dram¨¢ticamente insuficientes y anodinos por el juego combinado de que la opini¨®n p¨²blica espa?ola no tiene fuerza alguna para imponer el supremo e inapelable veredicto de la retirada del que abus¨® del poder, de que la justicia se enreda en trabas procedimentales y no acierta ni se atreve a sancionar pronto y bien, de que est¨¢n cegados los conductos para plasmar la responsabilidad pol¨ªtica y de que los propios medios de comunicaci¨®n carecen de la fuerza y osad¨ªa precisas para llegar hasta el final, am¨¦n de ejercer una influencia social harto limitada (?existe entre nosotros, servata distantia, algo parecido al New York Times o al Washington Post?).
?Debemos, por tanto, abandonar la esperanza y conformarmos con seguir viviendo pol¨ªticamente en un ambiente contaminado por altas dosis de corrupci¨®n y atravesado por una serie de esc¨¢ndalos, abusos y tropel¨ªas que enturbian la imagen del r¨¦gimen de libertades establecido en nuestra Constituci¨®n? Si tal hicieramos, nuestro futuro pol¨ªtico no valdr¨ªa nada, nuestra democracia (como la mexicana, la italiana o la japonesa) ser¨ªa una triste parodia y el progreso moral de los espa?oles, el m¨¢s genuino y meritorio de los progres¨®s, quedar¨ªa desasistido de est¨ªmulos y motivaci¨®n.
Hay medios pr¨®ximos y no tan dificiles para atacar con seriedad el problema. Los jueces deben atreverse a cortar el nudo gordiano de las trabas formales e impartir justicia ejemplar y r¨¢pida. Los partidos pol¨ªticos, que se juegan en esta apuesta su futuro, han de reaccionar con celeridad y firmeza frente a aquellos de sus militantes que act¨²an turbiamente, en vez de proceder a arroparlos y justificarlos como est¨¢n haciendo todos hasta el presente. El presidente Gonz¨¢lez, que podr¨ªa ejercer con facilidad y soltura ese lideradgo moral que el pa¨ªs est¨¢ necesitando con urgencia, deber¨ªa dar un decisivo golpe de tim¨®n y anunciar con hechos y escarmientos que no va a tolerar en la esfera de su responsabilidad la menor sospecha de corrupci¨®n o fraude.
Hay otros medios m¨¢s remotos y estructurales. En Francia, donde tambi¨¦n se est¨¢ atravesando una dif¨ªcil etapa de corrupci¨®n en la res publica, el semanario L?Express ha destacado recientemente que entre las causas b¨¢sicas de la corrupci¨®n se encuentra el peso excesivo de aparato burocr¨¢tico-estatal y la extrema longevidad de las opciones pol¨ªticas en el poder, ayer la derecha y hoy la izquierda; por lo que considera que el ant¨ªdoto adecuado consistir¨ªa en intentar rebajar el tama?o del Estado y potenciar la alternativa de gobiernos.
Caldo de cultivo
Se trata de una profunda y veraz reflexi¨®n. El crecimiento excesivo y.sin freno del aparato administrativo-gubernamental, su instalaci¨®n imparable en todos los ¨®rdenes de la vida econ¨®mica, cultural y social, el manejo en aumento de cotas escalofriantes de la Renta Nacional (en Espa?a el 46% y sigue creciendo), y la presencia de los pol¨ªticos en actividades y campos donde s¨®lo la iniciativa privada y el riesgo empresarial deber¨ªan actuar, constituyen un inmenso caldo de cultivo para la corrupci¨®n. En la medida en que el Estado aumenta de tama?o y crece su ritmo de gesti¨®n de la riqueza nacional, en esa misma medida aumenta tambi¨¦n el nivel de corrupci¨®n; parodiando a Galbraith, podr¨ªamos decir que esta regla constituye el teorema primero sobre la inmoralidad p¨²blica.
Lo mismo respecto a la permanencia excesiva de los partidos en el poder. No hace falta pensar en Jap¨®n, Italia o M¨¦xico, porque tambi¨¦n en, Francia y en Espa?a la presencia durante largos a?os de una sola fuerza pol¨ªtica en el Gobierno se est¨¢ revelando como factor determinante' de impulso, extensi¨®n y agravamiento de la corrupci¨®n. La alternancia en el poder, el cambi¨® de gobernantes, la presencia de nuevas caras, nuevos programas y nuevas actitudes tienen, sin duda, un sano efecto aireador y regenerador de pr¨¢cticas pol¨ªticas que se hacen tanto m¨¢s osadas y escandalosas en la medida que sus personeros parecen tener garantizada la permanencia en el mando. Claro que en este campo el principal responsable es el cuerpo electoral.
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