Artr¨ªticos Reunidos
30 ancianos combaten sus achaques en un grupo de teatro musical
El nombre no es casual. Los miembros de este grupo teatral llevan juntos cerca de una d¨¦cada, pasean sus respectivas artrosis -am¨¦n de otras dolencias- actuandopor media Espa?a y son tan cachondos que se autodenominan Artr¨ªticos Reunidos con la ¨²nica intenci¨®n de hacer honor a la verdad y de paso re¨ªrse de su sombra. "Esto del teatro es lo que nos da la vida", dicen. No exageran. Hay gente con c¨¢ncer terminal que se levanta de la cama para cumplir ante el p¨²blico o cardiacos inoperables a quienes no les importar¨ªa morirse actuando.
Por el escenario pasan tunos con colesterol, chulapos diab¨¦ticos, ni?os con re¨²ma o punkis cascados. Todos, con sus articulaciones, chirriantes y deformadas, que se mueven al comp¨¢s de piezas de zarzuela o charlest¨®n, entre el jolgorio y los piropos que lanzan 250 personas que llenan un sal¨®n del centro cultural de la Elipa, donde han actuado la semana pasada. Viva el cine es el tercer montaje de Artr¨ªticos Reunidos, hora y media de 22 n¨²meros musicales sobre grabado.La cosa no deja de ser una divertida parodia de ellos mismos. "La obra la montamos en plan de broma para que la gente se r¨ªa, porque est¨¢ claro que no podemos ir diciendo por ah¨ª que somos una Concha Velasco", afirma la directora del grupo, Marcela Caballero, de 62 a?os, una mujer fatal sobre el escenario, que arranca muchos piropos al auditorio: "?Chataaaaa!".
"Cuando sea mayor quiero ser como Charlton Heston", afirma Paco, de 76 a?os, antiguo trabajador del Metro, quien, como sus compa?eros de escena -alrededor de 30 personas-, baila y canta. ?l, convertido en un h¨¦roe del cine mudo bastante achacoso. "Desde que hago teatro", comenta, "me divierto mucho y no tengo ning¨²n complejo ni todas esas cosas que dicen de la tercera edad, ni s¨¦ lo que es la acetona ni el colesterol".
Bailar de o¨ªdo
Nada parece detenerlos. Mar¨ªa Luisa, de 71 a?os, tiene la vista casi perdida y necesita ayuda para subir los pelda?os que le llevan al escenario. Nada le impide seguir los pasos de la coreograf¨ªa. "Lo malo es que, como no veo", comenta, "tengo que coordinar muy bien por el o¨ªdo los movimientos de mis compa?eros para no tropezarme con ellos".La idea original de Artr¨ªticos Reunidos surgi¨® de Marcela, una mujer enamorada del teatro. Hace 10 a?os acud¨ªa al Centro de Promoci¨®n Sociocultural Maestro Alonso para hacer taich¨ª y expresi¨®n corporal. "En vacaciones, yo montaba teatro con mis hijos y con toda la gente de la sierra que quer¨ªa, y cuando vine aqu¨ª", comenta, "se me ocurri¨® hacer lo mismo con las personas que acud¨ªan al centro; as¨ª que me hice voluntaria social y nos dejaron un aula para ensayar".
Un periodista de la COPE los descubri¨®, y a partir de aquel momento no han parado: aforo completo en do! ocasiones en el Centro Cultural de la Villa de Madrid, premios en cert¨¢menes de teatro, tablas en multitud de residencias y centros culturales, y lo m¨¢s importante: "El cari?o que hay entre nosotros", dice Marcela. "Desde que est¨¢n aqu¨ª", a?ade, "ni toman medicinas, porque s¨®lo piensan en arreglarse y en que van a actuar".
El ensayo, entre bromas y corrillos, parece el patio de un colegio a la hora del recreo."?Cada uno a su sitio, que vamos a empezar!", ordena Marcela, mientras nota que le faltan dos. "Date cuenta de que los tengo a todos muy pachuchos, y no es raro que un d¨ªa le toque a alguno revisi¨®n o le d¨¦ una reca¨ªda la v¨ªspera y no pueda venir", afirma la directora. "Pero los mismos m¨¦dicos les aconsejan que no dejen de actuar".
"Madrid cultural"
Gerardo, un tintorero jubilado de 66 a?os, no quer¨ªa saber nada del teatro, pero su mujer le li¨®. Ella le lleva de la mano a los ensayos, dos veces por semana. "Ahora estoy encantado", sonr¨ªe feliz. El caso de Mar¨ªa Patricia es distinto. Hace unas semanas sufri¨® un amago de infarto; necesita un cambio de v¨¢lvulas del coraz¨®n, pero su estado f¨ªsico no le permite la operaci¨®n. "En cuanto he salido del hospital", manifiesta la se?ora, de 76 a?os, "lo ¨²nico que he pensado es en irme con mi grupo, con mis artr¨ªticos, y si me tengo que morir ya, que me muera entre ellos, porque aqu¨ª me siento la persona m¨¢s joven del mundo".Cuando les toca actuar, no hay prescripci¨®n facultativa que valga. "Tengo una persona con c¨¢ncer terminal que ha salido hoy de la cama s¨®lo para venir aqu¨ª", comenta la directora momentos antes de la representaci¨®n. Act¨²an por la cara. Si les dan de merendar y les pagan el autob¨²s y las 20.000 que hay que darle al chico que les mueve los trastos, tan felices. No tienen ni un duro de subvenci¨®n, salvo las 60.000 pesetas anuales que reciben del centro donde ensayan, se queja Marcela.
"Son fenomenales. No nos perdemos ninguna, funci¨®n", grita un grupo de incondicionales seguidoras en la sala. Cuando se baja el tel¨®n, el aforo a rebosar del centro de la Elipa se pone en pie y aplaude. Se oye una voz: "Esto s¨ª que es el Madrid cultural ¨¦se".
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