De Argenta a Ceccato
El pr¨®ximo d¨ªa 31 se cumplir¨¢n 50 a?os de vida de la Orquesta Nacional, heredera y continuadora natural del sinfonismo madrile?o que iniciara Barbieri en 1866 con la Sociedad de Conciertos y siguieran Fern¨¢ndez Arb¨®s con la Sinf¨®nica en 1905 y por P¨¦rez Casas con la Filarm¨®nica desde 1915.La vida de la ONE registra dos preludios inmediatos a su nacimiento oficial: la llamada Orquesta Nacional de Conciertos, creada en 1938 por el Gobierno republicano y los dos a?os constituyentes de la actual Nacional que van desde 1940 a 1942. El primer programa real dado por la ONE tuvo lugar en el teatro Mar¨ªa Guerrero el 25 de julio de 1940 con un programa ¨ªntegramente espa?ol: Alb¨¦niz, Falla, Turina, Rodrigo y los treintea?eros D¨¢maso Torres, Mu?oz Molleda, Moreno Bascu?ana y Manuel Parada. Actividades interesantes durante ese bienio fueron los homenajes a Manuel de Falla con el retorno del Retablo de Maese Pedro, casi una rareza entonces, las obras de Ernesto Haffier, el homenaje a Joaqu¨ªn Turina y el estreno del Concierto de Aranjuez de Rodrigo.
Tras la convocatoria y celebraci¨®n de oposiciones para cubrir ¨ªntegramente su plantilla, la Nacional se presenta oficialmente el d¨ªa 31 de marzo de 1942, en el Mar¨ªa Guerrero, dirigido por el maestro portugu¨¦s Freitas Branco y con obras de Mozart, Liszt, Strauss, Debussy y Ravel.
La idea de una orquesta nacional estaba presente desde finales de la monarqu¨ªa como algo necesario pero en el momento de su realizaci¨®n definitiva no todos estuvieron de acuerdo, empezando por el que iba a ser su titular, P¨¦rez Casas, tras haberlo sido de la Nacional republicana. Juzgaban inconveniente la destrucci¨®n de dos orquestas de prestigio a cambio de una nueva cuando menos problem¨¢tica. La realidad se impuso pues la Orquesta Nacional significaba la estabilizaci¨®n profesional de los instrumentistas, la conquista de derechos sociales, la continuidad en el trabajo y, no lo olvidemos, el ponerse a tono con lo que se hab¨ªa hecho en otros muchos pa¨ªses.
Todo lo cual no evit¨® que el p¨²blico se sintiera m¨¢s vinculado a las orquestas hist¨®ricas y que los mismos profesores de la ONE tardasen alg¨²n tiempo en asumir cierto esp¨ªritu de cuerpo.
Result¨® fundamental para esta estabilizaci¨®n el nombramiento en 1943 de P¨¦rez Casas para la direcci¨®n titular, muy pronto reforzada por la aparici¨®n en nuestro horizonte sinf¨®nico de su sucesor que ser¨ªa estrella de gran magnitud: Ataulfo Argenta. Ha de contarse este periodo (1943-1958) como uno de los, m¨¢s esplendorosos en la vida de la orquesta, a lo que contribuyeron la val¨ªa de P¨¦rez Casas y Argenta y el hecho de que los profesores de la Nacional, procedentes en gran parte de las anteriores Sinf¨®nica y Filarm¨®nica, pose¨ªan larga experiencia y grandes m¨¦ritos individuales. Lo cierto es que en el dif¨ªcil momento espa?ol del cerco pol¨ªtico, la ONE sali¨® al extranjero y obtuvo en Francia y Suiza triunfos resonantes, as¨ª como su director Argenta, muerto cuando acced¨ªa al grupo reducid¨ªsimo de grandes batutas internacionales.
A pesar de la escasez de presupuesto y de otras muchas dificultades, la primera orquesta del Estado se regulariz¨® Hubo, sin embargo, un dato negativo, al menos para las minor¨ªas preocupadas por la evoluci¨®n de la cultura: la orientaci¨®n exacerbadamente conservadora de la programaci¨®n. Grandes autores y escuelas enteras de la contemporaneidad apenas sonaban en esos ciclos o festivales. Si no faltaron razones a los gerentes de la ONE para actuar as¨ª con el prop¨®sito de conservar la asiduidad de una asistencia, s¨ª carecieron de visi¨®n de futuro, con las consecuencias que hemos vivido despu¨¦s y todav¨ªa colean: desinformaci¨®n y falta de h¨¢bito a lenguajes musicales que fueran m¨¢s all¨¢ del posromanticismo.
En los a?os cincuenta cuando se tocaba a Bartok y al mismo Stravinski eran mal recibidos, lo que se acentu¨® al aparecer nuestras primeras vanguardias, ya avanzados los cincuenta.
Tras Ataulfo Argenta y un excesivamente largo periodo de interinidad, han ocupado la direcci¨®n titular de la ONE Rafael Fr¨¹hbeck de Burgos, durante 17 a?os; Antonio Ros Marb¨¢, designado por el primer director general de m¨²sica, Jes¨²s Aguirre, en la etapa de la transici¨®n pol¨ªtica; Jes¨²s L¨®pez Cobos y, desde 1990, el milan¨¦s Aldo Ceceato. Hoy estamos ante otra Orquesta Nacional en cuyas filas no queda ni uno solo de los instrumentistas fundadores. Hubo y hay problemas para cubrir las vacantes y, desde la etapa de L¨®pez Cobos, se logr¨® autorizaci¨®n para contratar un cupo de instrumentistas extranjeros.
Con todo, la ONE, cualesquiera que hayan sido los avatares de su historia, se mantiene como columna del sinfonismo madrile?o incluso actualmente, cuando la mutaci¨®n del comercio musical, hace posible cada temporada la actuaci¨®n de un par de docenas de grandes orquestas extranjeras. Si el protagonismo de la nuestra es, entonces, algo menor, el dato no ha de juzgarse negativo. Al contrario: me parece positivo el continuo contraste con la calidad y el estilo de quienes nos visitan.
Tambi¨¦n es positiva, la existencia en Madrid de dos orquestas m¨¢s y el nacimiento en las comunidades de hasta 20 orquestas de calidad media m¨¢s que estimable. Nuevas estructuras est¨¢n cambiando la piel musical de Espa?a. S¨®lo desde esta situaci¨®n deben considerarse las cosas e imaginar la organizaci¨®n de la Espa?a musical del siglo XXI.
Babelia
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