Cafarna¨²n, Madrid

La movida se acab¨®, viene a decir Leopoldo Alas en este espect¨¢culo tripartito, y ha dejado n¨¢ufragos, residuos; es la pieza principal (La pasi¨®n de madame Artu) de este espect¨¢culo, por ser m¨¢s larga y con m¨¢s actores, y por un ¨¢mbito distinto a las otras, que a veces se encabalgan en ella; con algo de dolce vita, y de Wilde madrile?ista; y de Bardem, y de cr¨ªtica social anterior a esta ¨¦poca y a la de la movida. Envejecidos, decadentes, dram¨¢ticos residuos. Tan tontos como cuando eran triunfadores, pienso yo.Los sainetillos breves resultan m¨¢s agresivos, m¨¢s duros: pintan una ciudad fracasada, desordenada, ignorante, desgraciada, sucia: un homenaje a Madrid hecho por el Consorcio de la Capital Cultural. Por lo menos, representa una realidad. Madrid=Cafarna¨²n, en el dialogo de Ernesto Caballero, entre una cerillera y una enferma terminal: una situaci¨®n de teatralidad absurda y amarga. Tiene teatralidad, como su otro dialoguillo, Mientras miran: guardianes a la puerta de una discoteca, con racismo, droga, desconfianza. Otras dos piececitas de Ignacio del Moral, Papis, o encuentro de amor maduro, inconfesable; y algo grotesco, con patetismo, y Oseznos, peque?o retrato de buenos chicos fuera de orden.

Jes¨²s Cracio hilvana todo en un decorado duro, de calle, hecho por Christian Boyer -por puro dato, cu?ado de Isabel Preysler-; da la movilidad que pueda en una producci¨®n no cara, y consigue una estampa madrile?a m¨¢s bien triste, m¨¢s bien desesperanzada: espect¨¢culo nada desde?able. Ni mal interpretado. Prefiero el di¨¢logo entre Alfonso Vallejo y Joan Llaneras, tan de buenos actores, y los dos tipos que interpreta Paloma Paso. Debo de estar muy afecto a la escuela anterior.