Hombres cualquiera
Los vemos todos los d¨ªas al pasar, nos encontramos doblando una esquina, en una tienda o galer¨ªa de arte, y tambi¨¦n yo soy para ellos un rostro an¨®nimo, un hombre cualquiera. Es lo que Heidegger denomina "Mitsein" (el ser con otro), relaci¨®n que sostenemos "sin que seriamente cuente con ellos, ni siquiera tenga que ver con ellos". Esta homogeneidad de nuestras presencias obedece a que el Uno (das Mann) est¨¢ en todas partes, siempre id¨¦ntico, igual. Somos la Cosa, dec¨ªa obsesivamente Sartre, denunciando la objetivaci¨®n del Yo, la p¨¦rdida de s¨ª a que obliga la coexistencia de la vida cotidiana. "Todos son el Otro y ninguno ?l mismo", es el nadie en que nos agolpamos y confundimos.La sustituci¨®n de uno por otro cualquiera, de la interioridad por la exterioridad, del sujeto por el objeto, revela la alienaci¨®n que vivimos. Esta descripci¨®n de la p¨¦rdida del Yo que hace Heidegger tiene su ra¨ªz en el concepto de alienaci¨®n de Marx. El mercado es el eje de los encuentros en la vida cotidiana de los hombres, donde se realizan equivalencias o semejanzas inevitables a trav¨¦s del intercambio de cosas entre individuos diferentes: "Los productos del trabajo humano se transforman en mercanc¨ªas, objetos sensiblemente suprasensibles o sociales" (Marx). En consecuencia, la relaci¨®n entre personas se muda en una relaci¨®n entre cosas. M¨¢s grave a¨²n: al equipararse los hombres como valores, sus productos se convierten en sujetos semejantes intercambiables. No podemos percatarnos de la identificaci¨®n con uno cualquiera, porque el Uno invisible (¨¹bersinnlich) est¨¢ en todas partes y crea "la mediocridad mayoritaria del hombre" (Marx). El secreto de la alienaci¨®n es este existir enigm¨¢tico de unos con otros.
Kaf`ka describe esta alienaci¨®n objetiva a trav¨¦s de su protagonista Joseph K., oficinista humillado que vaga como una sombra sin fijarse en el entorno. Los rostros que ve en sus paseos son figuras carentes de significaci¨®n, y sus t¨ªmidas tentativas de aproximaci¨®n humana fracasan siempre. La sensaci¨®n diaria de inacabamiento es una de las consecuencias psicol¨®gicas de la alienaci¨®n objetiva. Este personaje representa la situaci¨®n l¨ªmite del hombre en su condici¨®n de mercanc¨ªa llevada y tra¨ªda por manos invisibles. Sufre tan absorta apat¨ªa como los objetos arrastrados por la impetuosa corriente de los compradores ¨¢vidos. Adquiere pat¨¦tica conciencia de que vive bajo un se?or¨ªo ajeno, por ello "no es ¨¦l mismo, los Otros le han arrebatado su ser". ( ... ) "El quien es cualquiera, es el uno" (Heidegger).
Los hombres ocupados y preocupados por s¨ª mismos, atareados en sus negocios privados acaban v¨ªctimas de la Selbstentfrendumg (autoalienaci¨®n). El protagonista de Los monederos falsos (Andr¨¦ Gide) se estremece al constatar la disoluci¨®n progresiva de su yo y la analiza con sutileza. Descubre que, al preocuparse ¨²nicamente de s¨ª mismo, hace lo mismo que los otros, est¨¢ imit¨¢ndoles. Asimismo Dostoievski, en su novela El doble, mantiene la tesis de que cada yo tiene su semejante, como el que encuentra en la calle, y pueden intercambiarse porque se reconocen id¨¦nticos. Esta semejanza hace perder peculiaridad, convirti¨¦ndole en extra?o y ajeno a ¨¦l mismo. De aqu¨ª la atm¨®sfera irreal, fantasmag¨®rica que envuelve al personaje, v¨ªctima de la alienaci¨®n subjetiva: "El otro es una daublette del s¨ª mismo" (Heidegger). Esta alienaci¨®n se manifiesta tambi¨¦n en una nueva clase media ambiciosa y din¨¢mica, "individuo Heter¨®nomo" le llama el soci¨®logo norteamericano David Riesman, para quien el trabajo determina sus actos familiares, placeres, amistades, seg¨²n las posibilidades de que sean integrables a su quehacer. El Yo es completamente suprimido y su vida est¨¢ absorbida por el poder de Otros. Aislado en su mundo de ocupaciones agobiantes, se ignora ¨ªntimamente y se cierra. Esta alienaci¨®n origina ese pasar de largo, mirarse uno a otro sin ver, y no importarle ni un comino los dem¨¢s. La indiferencia rec¨ªproca define la vida cotidiana del hombre contempor¨¢neo que vive en la sociedad de mercado.
Pero tambi¨¦n los hombres se ocupan unos de otros, se solicitan y ayudan. En La luna e i fal¨®, Cesare Pavese narra la historia de un emigrante italiano que vuelve a su tierra para reencontrarse a s¨ª mismo, y se entrega a sus amigos, a los vecinos, al amor. Todas estas relaciones se desvanecen, y dice: -"La sola regola eroica: essere soli, soli, soli". La soledad es el resultado final de esta procura de vivir en y por los otros. La proyecci¨®n sentimental hacia los que nos rodean es hallarse presente en ellos, ¨²nico lazo de uni¨®n entre los que viven separados por el mercado com¨²n de los hombres. Claro que la comprensi¨®n rec¨ªproca puede limitarse a una entrega pasiva, compartiendo afanes, cuitas y dolores. Pero participar realmente en la existencia del Compa?ero del alma es poder sustituirlo, situarse desde dentro del que est¨¢ viviendo a mi lado, lo que significa ser por otro. Es la verdadera solidaridad que nace de la misma distanciaci¨®n involuntaria que viven los hombres en su actividad privada, y de la que se sale aproxim¨¢ndose todos sol¨ªcitos y comprometidos en sus existencias. As¨ª, desde la autoalienaci¨®n misma, se abre la perspectiva de una desalienaci¨®n humana.
El hombre vive desgarrado entre darse a los otros y su soledad obstinada, contradicci¨®n a la que parece que no puede escapar. Rilke, en Eleg¨ªas de Duino, describe a dos seres que viven uno para el otro, son diferentes y se bastan a s¨ª mismos. Por esta fusi¨®n creen haber llegado a la conciencia del Ser, la unidad viviente. Ha podido superar la alienaci¨®n del amor, que el amado no sea un objeto para el amante y viceversa. Sin embargo, el poeta descubre que, por m¨¢s unidos que se sientan, no pueden poseerse ¨ªntegramente: "S¨ª, os compenetr¨¢is. Pero ?ten¨¦is pruebas?". Deduce que la uni¨®n de los hombres no es posible, ya que nadie puede entrar en el abismo del Yo de los otros, y seguir¨¢n separados por la objetivaci¨®n alienadora. Da a entender el poeta que es necesario ascender al Yo aut¨¦ntico, Wolle die Wandlung! (?Quiere la Transformaci¨®n!), pues el que se encierra en la inmovilidad queda petrificado como sujeto alienado. Por ello Rilke evoca la llama de fuego, m¨¢s que otro elemento, que var¨ªa constantemente de formas y realiza el acto puro de las metamorfosis. En consecuencia, el Yo s¨®lo puede salir del c¨ªrculo que lo aherroja por la propia insatisfacci¨®n, y renovarse para dejar de ser valor-mercanc¨ªa, liber¨¢ndose de cualquier objetivaci¨®n inmovilizadora. "?Cambia, cambia de ser siempre?", aconseja el poeta.
En su novela La noia, Alberto Moravia analiza la situaci¨®n de un joven pintor que vive aislado, sin comunicaci¨®n con los otros, y el aburrimiento es un estado permanente de su ser. Quiere huir de su vac¨ªo y destruye sus obras, esperando que la nueva tela en blanco lo llene. El amor tampoco le hace salir de su neurosis, lo ensimisma todav¨ªa m¨¢s, hasta intentar el suicidio. En el fondo, lo que teme este personaje es ser uno cualquiera, igual a los otros, indiferenciado, an¨®nimo, y busca algo que le devuelva el sentimiento de su originalidad y autenticidad.
Como es imposible regresar al primigenio Yo sentimental, efusivo e ingenuo, para dejar de ser uno m¨¢s entre muchos hay que desarrollar la reflexi¨®n ¨ªntima, sin amurallarse en una soledad desgarradora, tr¨¢gica, y entrar sin miedo en la vida total para seguir haciendo la Historia.
Carlos Gurm¨¦ndez es ensayista, autor de El secreto de la alienaci¨®n.
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