N¨¢poles, el terremoto que no cesa
La gran urbe, paradigma de los problemas de la Italia del Sur, espera poco de las urnas
Hay quien dice que N¨¢poles es una de esas pocas sociedades urbanas que ¨²nicamente podr¨ªa morir de un ataque de eficacia. Si el tr¨¢fico, la burocracia y los servicios funcionaran, dicen esas voces, la ciudad desaparecer¨ªa junto con la "econom¨ªa de la callejuela", que en este caso se ilustra con un ejemplo preciso: cuando en la calle de Pedro de Toledo se forma el gran tap¨®n automovil¨ªstico, de los Barrios Espa?oles, feudo de la Camorra, bajan a vender caf¨¦s, servilletas de papel o tabaco de contrabando. La ciudad saca as¨ª, del colapso, las fuerzas para seguir viviendo.
El moderado optimismo de estas voces, que comparan el sino de su ciudad con el de Nueva York o Tokio, queda matizado enseguida: "La situaci¨®n", dicen, "es mala. Nunca hab¨ªa sido tan mala".Es dif¨ªcil saber cu¨¢nto de malo y de bueno tiene N¨¢poles, y todav¨ªa m¨¢s contarlo. No s¨®lo porque la estratificaci¨®n hist¨®rica de griegos, romanos, lombardos, normandos, suabos, aragoneses, espa?oles, austriacos, franceses y, finalmente, italianos, agitada por pestes y terremotos varios, ha tenido que dejar una complejidad humana y social insuperable, sino porque la falta de estad¨ªstica parece ser la guinda inevitable del gran caos napolitano. Uno puede buscarla durante horas, perdido en el gran atasco urbano que tiende a retrasar cada cita al menos 45 minutos, para al final o¨ªr en alguna oficina, por ejemplo, en la del antiguo Partido Comunista: "No la busque, porque no la hay. Llevamos a?os intentando saber cu¨¢ntos ni?os evaden la obligatoriedad de la escuela y no lo hemos conseguido".
Los problemas -desempleo, vivienda, poblaci¨®n saturada, contaminaci¨®n, tr¨¢fico, delincuencia- son comunes a todo el sur profundo de Italia, pero mayores en N¨¢poles por ser la gran metr¨®poli, la tercera del pa¨ªs tras Mil¨¢n y Roma, con 1.200.000 habitantes en la ciudad y m¨¢s de tres millones en la provincia. Nadie sabe cu¨¢ntos son los bajos, viviendas generalmente de una sola habitaci¨®n al nivel de la calle, con el lecho ¨²nico, la confusi¨®n de objetos y ropa amontonada, de humedades e inquilinos ancianos que ofrecen un panorama de vida popular y m¨ªsera a trav¨¦s de las ventanas abiertas. Se habla de unos 15.000, pero la cifra no es segura.
Cambios de poblaci¨®n
La poblaci¨®n del centro ha tendido a disminuir en el pasado decenio, porque los grandes y deteriorados palacios de los siglos XVIII y XIX, atestados de familias, de ni?os que suben y bajan las escaleras y de ropa tendida en las ventanas, ya no daban para m¨¢s. Ha aumentado, en cambio, en la periferia, y lo ha hecho de forma an¨¢rquica: barrios enteros como Pianura, con 60.000 o 70.000 familias, han sido construidos sin ning¨²n plan ni norma. En Portici, otro suburbio, la poblaci¨®n es m¨¢s de cuatro veces superior a la que podr¨ªa alojar razonablemente la zona.Son hechos de una poblaci¨®n tradicionalmente vital pero indisciplinada, como ese tr¨¢fico siempre bloqueado que no respeta sem¨¢foros, ni prohibiciones de giro, ni direcciones ¨²nicas. Y tambi¨¦n de una falta de gobierno. ?Por qu¨¦ N¨¢poles es la ¨²nica grande o media ciudad italiana que no ha limitado el tr¨¢fico en el centro? "Porque los pol¨ªticos s¨®lo piensan en la compra del voto y, para eso, es mejor no tomar ninguna medida", responde Matteo Consenza, cronista de Il Mattino. "En cinco a?os", explica, "este Ayuntamiento no ha aprobado ni un solo reglamento. Estableci¨® la circulaci¨®n por matr¨ªculas alternas, pero luego la levant¨® porque nadie la respetaba. ?Qui¨¦n va a pensar en cerrar el centro al tr¨¢fico, cuando ni siquiera se repintan los pasos de cebra ni se arreglan los sem¨¢foros?".
El problema no es que la distribuci¨®n del voto impida la formaci¨®n de mayor¨ªas estables municipales, provinciales o regionales, porque N¨¢poles da un mapa pol¨ªtico similar al de todo el sur italiano, con un fuerte predominio de la Democracia Cristiana. En las ¨²ltimas elecciones legislativas, en 1987, el voto se distribuy¨® como sigue: 45,9% para la DC, 18,1% para los comunistas y 16,2% para los socialistas. De ah¨ª que nadie espere que la cita del pr¨®ximo 5 de abril con las urnas pueda cambiar las cosas.
Un lugar com¨²n entre los napolitanos es que el terremoto de 1980 conmovi¨® los cimientos sociales de su ciudad y aceler¨® el proceso de su decadencia. Los efectos del gran man¨¢ de m¨¢s de un bill¨®n de pesetas que el Estado ha vertido para la reconstrucci¨®n de la provincia se notan todav¨ªa. El chorro de dinero dio alas a una delincuencia camorrista que se volc¨® sobre las adjudicaciones para la construcci¨®n de las m¨¢s de 10.000 viviendas ya realizadas.
Pero la destrucci¨®n es m¨¢s profunda. "N¨¢poles ha sido siempre una ciudad llevada al caos por la plebe y que ha mantenido su dif¨ªcil equilibrio porque la otra clase, intelectual, casi aristocr¨¢tica, ha tomado sus riendas durante periodos breves. Aqu¨ª nunca ha habido una burocracia eficaz ni una verdadera clase media. La onda del terremoto ha reducido tambi¨¦n ese espacio de inteligencia. No toda la especulaci¨®n que ha generado ha sido de los camorristas", explica Cosenza, que, como colaborador en un detallado informe sobre la reconstrucci¨®n titulado Del terremoto al futuro, debe saber lo que dice.
'Carabinieri' y letrados
El Palacio de Justicia, destartalado como casi todos, con sus desheredados que esperan en el patio noticias de familiares, sus escaleras en obras, que no se sabe cu¨¢ndo empezaron ni si prosiguen, y sus pasillos ajetreados de j¨®venes encadenados, carabinieri y letrados, representa bien a esta ciudad, para la que, dada la dejaci¨®n del Ejecutivo, constituye una verdadera instancia de gobierno. Gian Franco Giacobelli, abogado ligado al movimiento La Rete, afirma en ese marco que hay demasiada gente que dice "N¨¢poles va a explotar", pero pocos dispuestos a hacer peque?as cosas susceptibles de mejorar el futuro.Pero la imagen m¨¢s contundente de la ciudad se impone cuando llega la noche. La muchedumbre que deambula de d¨ªa por sus calles, siempre atenta para no perder el bolso en un tir¨®n, se desvanece. La clase alta llena los restaurantes, donde los men¨²s excesivos y el carro que se ofrece tras los postres con casi cien licores sugieren la vigencia de un gusto natural por el barroco.
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