Visite nuestro bar
S¨®lo dos cines de los 100 que hay en Madrid salvan al espectador del bombardeo publicitario
Desp¨²es de pagar hasta 600 pesetas por ver JFK, el espectador de Madrid ha de soportar el ¨²ltimo anuncio de Coca-Cola, el de la tienda de muebles que le espera en un kil¨®metro de las carreteras m¨¢s inveros¨ªmiles, el del camarero cortando jam¨®n en el imperio del Jabugo, o el m¨¢s irritante a¨²n en el que la propia sala anuncia un "visite nuestro bar". En muchas ocasiones transcurre media hora antes de la pel¨ªcula. S¨®lo dos empresas de multicines -Renoir y Alphaville- de los m¨¢s de 100 que hay en Madrid se han opuesto a la publicidad, seg¨²n confirman las distribuidoras de anuncios.
El propietario de Lauren Films (cines Rosales, Lumi¨¨re, Madrid, Imperial y Fuencarral) Antonio Llorens, contrata publicidad en todas sus salas, pero se apunta el primero a despotricar sobre el efecto pernicioso de los anuncios.Llorens cree que el cine es el cine, y para lo dem¨¢s est¨¢n la televisi¨®n y alg¨²n canal privado. Ha intentado resistirse a lo anuncios, pero sucumbi¨® hace dos a?os. "Mientras yo hac¨ªa el tonto perdiendo ese dinero, otros se forraban; as¨ª que, como una flor no hace la primavera decid¨ª ganar dinero igual que todo el mundo". Y ganar dinero significa ingresar medio mill¨®n de pesetas anuales en cada sala.
La tarifa var¨ªa en funci¨®n del prestigio y audiencia del cine. Al due?o de las salas Renoir, Enrique Gonz¨¢lez Macho, le ofrecieron siete millones de pesetas al a?o por proyectar siete minutos de publicidad diarios en cada pel¨ªcula, y contest¨® que por nada en el mundo lo har¨ªa. "La gente paga 550 pesetas por ver una pel¨ªcula, y punto. S¨®lo anuncio avances de pel¨ªculas, porque eso s¨ª es informaci¨®n y cine. Lo dem¨¢s no cuenta en los Renoir".
Mariel Guiot, directiva de la compan¨ªa propietaria de las salas Alphaville, asegura que no tendr¨ªa ning¨²n problema en contratar espacios publicitarios siempre que cumplieran requisitos art¨ªsticos. Pero ¨¦sos salen caros y poco rentables para las agencias. Un directivo de Movie-record, agencia que abarca un 75% del mercado, lo reconoce, "No nos compensa ese tipo de anuncios, cuestan demasiado".
"Algo nocivo"
La mayor¨ªa de los profesionales relacionados con el negocio del cine, salvo los due?os de las distribuidoras de publicidad, coinciden en calificar la publicidad como "algo nocivo para el s¨¦ptimo arte". Por ejemplo, el coordinador de la cadena Riz¨¢bal, Jos¨¦ Cabrera, que posee 11 salas en la capital (Palacio de la Prensa, Callao, Bilbao...), reconoce que la publicidad molesta y es inc¨®moda, pero asegura que el espectador siempre la elude, porque llega tarde a las sesiones.En esto ¨²ltimo no est¨¢n de acuerdo los responsables de la Organizaci¨®n de Consumidores y Usuarios (OCU) y de la Confederaci¨®n Estatal de Consumidores y Usuarios (CECU). Para ellos, el problema radica en que muchos cines no anuncian la diferencia de horario entre el comienzo del pase y el de la pel¨ªcula, con lo cual llegan un cuarto de hora antes y se meten. Si los espectadores renuncian a ver la publicidad o los avances de las pel¨ªculas, corren el riesgo de sufrir tort¨ªcolis. Salir de la sala supone toparse despu¨¦s con que s¨®lo hay una fila libre.
Jos¨¦ Cabrera, coordinador de 11 cines, asegura que su empresa env¨ªa a la prensa los horarios del pase de la publicidad y de la pel¨ªcula y que si no sale publicado es por culpa de los peri¨®dicos. "Como la cartelera es gratuita, y no la pagamos los empresarios, los peri¨®dicos sacan lo que quieren", dice Cabrera. Sin embargo, la pr¨¢ctica com¨²n en la mayor¨ªa de los diarios es que se anuncie la informaci¨®n que env¨ªan los cines, sin a?adir ni quitar nada en cuanto a horarios.
Aunque alguna publicidad en el cine puede tener calidad, el propietario de los Renoir no quiere o¨ªr hablar de anuncios por muy art¨ªsticos que sean. Ni de eso ni de palomitas. Afirma que su cine ha dejado de ingresar mucho dinero por no dejar comer all¨ª. Asegura conocer empresarios que ganan m¨¢s con las palomitas que con la taquilla. "Lo m¨¢s caro de las palomitas es el vaso. A partir de ah¨ª todo son beneficios".
Gonz¨¢lez Macho compara la publicidad con la limpieza: si no hay publicidad -o la sala est¨¢ limpia-, la gente no lo nota ni lo agradece, pero si un d¨ªa se emiten anuncios -o el suelo est¨¢ sucio-, la protesta es un¨¢nime.
Para luchar contra el abuso publicitario no existe normativa alguna al respecto. Es decir, que si en Navidad el espectador ha de aguantar un cuarto de hora de anuncios de champa?a no tiene defensa. Tampoco existe en el Ministerio de Cultura ning¨²n proyecto para incentivar con dinero a los empresarios que renuncien a la publicidad. Recientemente el ministerio dio unas cifras alarmantes: se han cerrado en la ¨²ltima d¨¦cada 10.000 cines en Espa?a.
Pero Cultura no hace nada por cambiar la situaci¨®n. Ni incentiva a los que rebajan precios en primera sesi¨®n o a estudiantes, ni ayuda a los que exhiben cortometrajes en los que se da cancha a los j¨®venes realizadores; ni a los que prohiben comer en las salas -una vez m¨¢s, s¨®lo son los Alphaville y los Renoir-. Estos ¨²ltimos, adem¨¢s de renunciar a un importante fuente de ingresos, invierten en la adquisici¨®n de cortos.
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