"?No ha visto usted la tranquilidad de Rang¨²n?"
"Cuentan de ustedes cosas terribles. Pero estoy seguro de que todo son patra?as". Nuestro interlocutor es un militar birmano que asiste a una boda en un hotel de Rang¨²n. Juntos observamos el paso del cortejo nupcial por el pasillo central. La insinuaci¨®n sobre las barbaridades de la junta sigue a un circunloquio que glosa el vestuario de la novia. "No le quepa a usted ninguna duda. ?No ha visto usted la tranquilidad que hay en Rang¨²n? Todo es una mala interpretaci¨®n".?Es cierto que est¨¢ encarcelada una persona que gan¨® el Premio Nobel? Conviene acompa?ar la inmediata risotada del militarote con cara de bobalic¨®n, y coincidir con ¨¦l en que todo se trata de un contubernio urdido por la prensa occidental. "Esa se?ora est¨¢ tranquilamente en su casa y se puede ir cuando quiera". El ruido y a entrada en liza de uno de los encargados de la recepci¨®n interrumpen el cauto di¨¢logo.
El funcionario hostelero, agradeciendo mi voluntad por aprender, me remite a uno de los escaparates del vest¨ªbulo donde adquiero los ¨²ltimos discursos del general Saw Maung, presidente de la junta. En 373 p¨¢ginas se resumen la filosof¨ªa pol¨ªtica del jefe militar y el empe?o castrense en atribuir al Ej¨¦rcito el destino y la salvaci¨®n de la patria.
Nadie ha podido averiguar la situaci¨®n de la mujer que gan¨® el Nobel de la Paz y que es acusada por los militares de comunista o de lacaya de los norteamericanos o del Reino Unido. El paso por su residencia de la avenida de la Universidad ¨²nicamente permite constatar la existencia de garitas de vigilancia atendidas por j¨®venes soldados. Nada m¨¢s. Como dijo el militar del desposorio, Aung San Suu Kyi, de 47 a?os, puede salir de su domicilio, pero ¨²nicamente con la promesa de no hacer pol¨ªtica o de abandonar el pa¨ªs que consigui¨® en 1948 su independencia.
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