Joaqu¨ªn Satr¨²rstegui, nota breve de una vida intensa
JAIME MIRALLES ?LVAREZMa?ana, 11 de abril, se cumple el primer mes de la muerte de Joaqu¨ªn Satr¨²stegui, denodado luchador en favor de la monarqu¨ªa y la democracia, El autor del texto -compa?ero pol¨ªtico en Uni¨®n Espa?ola- traza un perfil del ex senador y sit¨²a su biograf¨ªa en el contexto de la guerra civil, en la que particip¨® en el bando de los vencedores, y la larga dictadura franquista, en la que fue represaliado.
La actuaci¨®n pol¨ªtica de Joaqu¨ªn Satr¨²stegui requiere un estudio, del que aqu¨ª s¨®lo cabe el adelanto que demanda el afecto dolorido por la presencia de su muerte. Para juzgar su obra es preciso tener en cuenta que el medio social en que naci¨® respond¨ªa a aquella significaci¨®n derechista que era caracter¨ªstica de la alta burgues¨ªa.Termin¨® la guerra civil en el bando de los vencedores, en el que comenz¨® formando parte de aquel grupo que con mis tres hermanos mayores acudi¨® a Somosierra en los primeros d¨ªas y fue condecorado con la medalla militar colectiva. Despu¨¦s continu¨¦ la campa?a hasta el final, alcanzando el grado de capit¨¢n. Unido esto al prestigio que pronto adquiri¨®, le habr¨ªa sido f¨¢cil es calar los niveles m¨¢s altos de los escalafones pol¨ªticos s¨®lo con prestar una conformidad acomodaticia a la orientaci¨®n del r¨¦gimen imperante.
Revisi¨®n rigurosa
Pero eso era imposible que Joaqu¨ªn lo hiciera, por honestidad y porque ten¨ªa sobrada serenidad de juicio para someterse al duro ejercicio de una seria reflexi¨®n, revisando los datos determinantes de la situaci¨®n que comportaba la necesidad de afrontar la posguerra de tan tremenda guerra civil. Y supo hacer esa revisi¨®n con todo el rigor que impon¨ªa la necesidad de saltar por en cima de las trincheras, traer la paz al coraz¨®n y expandirla, despu¨¦s, sobre Espa?a entera. Eso le llev¨® a la convicci¨®n de que Espa?a necesitaba un sistema democr¨¢tico mediante la restauraci¨®n de la monarqu¨ªa en la persona de Don Juan III, conde de Barcelona, y que nos incorpor¨¢semos al proceso integrador de Europa. Un hombre c¨®mo ¨¦l no pod¨ªa mentir una falsa adhesi¨®n a aquel r¨¦gimen pol¨ªtico cuyas l¨ªneas maestras las integraba una concentraci¨®n total del poder en la persona de un aut¨®crata re suelto a prolongar su poder en el tiempo, hasta el l¨ªmite mismo de sus d¨ªas. Joaqu¨ªn estaba destina do a la oposici¨®n.
A Franco no le importaba la instituci¨®n mon¨¢rquica como f¨®rmula o soluci¨®n; ni el Rey, naturalmente llamado a la jefatura del Estado por una legitimidad hist¨®rica de la que ¨¦l carec¨ªa. Pero s¨ª le importaba contar con el apoyo de amplios sectores en los que alentaba una opini¨®n mon¨¢rquica. Por eso, jug¨® siempre la carta mon¨¢rquica alimentando una inconcreta esperanza de futuro, compatible con el mantenimiento de su poder, para transmit¨ªrselo as¨ª a su entonces desconocido sucesor s¨®lo a su muerte.
El manifiesto de Lausanne que, en 1945, dirigi¨® el rey don Juan III a los espa?oles defini¨® la monarqu¨ªa democr¨¢tica que en todo momento represent¨® Don Juan. Ante ese manifiesto del Rey reaccion¨® el r¨¦gimen anatematizando la posici¨®n de Don Juan. No pod¨ªa ser de otro modo cuando Don Juan en su manifiesto afirmaba que con la monarqu¨ªa las tareas primordiales ser¨ªan: "Aprobaci¨®n inmediata, por votaci¨®n popular, de una Constituci¨®n pol¨ªtica; reconocimiento de todos los derechos inherentes a la persona humana y garant¨ªa de las libertades pol¨ªticas correspondientes; establecimiento de una asamblea legislativa elegida por la naci¨®n; reconocimiento de la diversidad regional; amplia amnist¨ªa pol¨ªtica...". La posici¨®n de la Corona quedaba n¨ªtidamente dibujada en ese texto, ciertamente hist¨®rico, puesto que tanto ha influido y tan positivamente en la historia que le ha seguido.
Pero Don Juan solo no pod¨ªa restaurar la monarqu¨ªa porque la Corona no puede descender al ruedo pol¨ªtico. Era ya indispensable una pol¨ªtica mon¨¢rquica hecha por pol¨ªticos, que secundara a la Corona sin comprometer en su operatividad a la augusta persona del Rey. Y a esta nobil¨ªsima actividad dedic¨® Joaqu¨ªn su vida entera.
Los sectores de la sociedad espa?ola que pod¨ªan ser m¨¢s propicios a la monarqu¨ªa se hallaban m¨¢s o menos instalados en el r¨¦gimen de Franco. Hablarles de lo que dijo el rey don Juan en su manifiesto es l¨®gico que provocara inicialmente m¨²ltiples reacciones de. signo claramente adverso. Esta consecuencia negativa de cuanto dijo el rey don Juan en su manifiesto de 1945 no es atribuible a ning¨²n error de orientaci¨®n en la posici¨®n de la Corona. El Rey, para desempe?ar fielmente su alta funci¨®n, ten¨ªa que decir cuanto dijo en el manifesto de Lausanne. Otra cosa es que la actitud de muchos motivara el apoyo de muy amplios sectores al r¨¦gimen de Franco. Era m¨¢s f¨¢cil reaccionar ante el manifiesto del Rey haciendo comentarios en el sentido de que no hab¨ªa que ser impaciente, ya que Franco restaurar¨ªa la monarqu¨ªa llegado el momento (!?).
Defensa de la monarqu¨ªa
La defensa de la monarqu¨ªa requer¨ªa una doble actividad, orientada a dos sectores de distinta dial¨¦ctica: por un lado, era necesario ir estableciendo contacto con todos los que permanec¨ªan apartados de la instituci¨®n, bien porque, tradicionalmente, hab¨ªan mantenido una posici¨®n republicana o porque en los ¨²ltimos a?os de la monarqu¨ªa hab¨ªan derivado hacia el republicanismo, adem¨¢s, claro est¨¢, de los importantes n¨²cleos de pol¨ªticos exiliados; y, de otra parte, hab¨ªa que tener en cuenta lo que podr¨ªamos llamar el monarquismo sociol¨®gico, proclive al franquismo y que, si criticaba el rey don Juan por su manifiesto, era previsible que reaccionase incluso con m¨¢s duras condenas dial¨¦cticas respecto a los hombres que, nacidos y formados en sus propias filas, nos atrevimos a apoyar abiertamente la digna posici¨®n que supo adoptar el rey don Juan al afirmar la entera independencia de la Corona. A los que as¨ª nos ve¨ªan hab¨ªa que tratarles con todo el respeto que siempre requiere una opini¨®n discrepante, procurando, al mismo tiempo, estimular su evoluci¨®n hacia la adhesi¨®n a la posici¨®n definida por el Rey.
En la obra pol¨ªtica de Joaqu¨ªn Satr¨²stegui hay dos hitos decisivos: la fundaci¨®n de Uni¨®n Espa?ola, en 1957, y el Congreso de M¨²nich, en 1962.
Durante la elaboraci¨®n del proyecto de Uni¨®n Espa?ola fuimos tomando contacto con pol¨ªticos de muy diverso signo y un solo denominador com¨²n: el compromiso de propiciar la restauraci¨®n de la monarqu¨ªa democr¨¢tica que entonces encarnaba don Juan III, conde de Barcelona. La ideolog¨ªa de Uni¨®n Espa?ola fue una s¨ªntesis de la monarqu¨ªa de hoy.
Uni¨®n Espa?ola nunca fue un partido pol¨ªtico ni pretendi¨® serlo, y naci¨®, en diciembre de 1957, como un v¨ªnculo moral entre quienes lo aceptamos. Nota esencial de su programa fue la declaraci¨®n de que por ley de herencia, los deberes y derechos inhetentes a la Corona de Espa?a est¨¢n Vinculados a la persona de Don Juan de Borb¨®n y Battenberg, conde de Barcelona". A continuaci¨®n a?ad¨ªamos: "Reconocemos en ¨¦l al Rey leg¨ªtimo de Espa?a en el destierro".
La fundaci¨®n de Uni¨®n Espa?ola fue la culminaci¨®n de todo un proceso en el que no se dio un solo paso sin someterlo previamente a esa reflexi¨®n que es inseparable de la prudencia pol¨ªtica. Por eso fue un instrumento de inapreciable utilidad en la actividad mon¨¢rquica, apoyando siempre la dign¨ªsima posici¨®n que el Rey mantuvo sin implicarle jam¨¢s en su actuaci¨®n. La seriedad y el sentido de responsabilidad con que en todo momento actu¨® Uni¨®n Espa?ola no tard¨® en proporcionarle el prestigio y la credibilidad que tanto importan en pol¨ªtica.
El Congreso de M¨²nich celebrado en 1962 por el Movimiento Europeo, llamado el contubernio por el r¨¦gimen franquista, no habr¨ªa tenido la trascendencia pol¨ªtica que alcanz¨® si no hubi¨¦ramos asistido a ¨¦l los mon¨¢rquicos unidos por el v¨ªnculo moral de Uni¨®n Espa?ola.
Lo que hiri¨® m¨¢s al r¨¦gimen de Franco fue que hombres que hab¨ªamos participado en la guerra civil en el bando vencedor acudi¨¦ramos a M¨²nich para superarla, con el prop¨®sito de integrar a todos en la honrada voluntad de establecer un sistema democr¨¢tico en el que cupiera la discrepancia en paz, con el respeto a los derechos fundamentales de la persona y a las libertades a ellos correspondientes, propugnados por Don Juan III y por Uni¨®n Espa?ola. Ya no pod¨ªa serle tan f¨¢cil a la dictadura mantener el estado sociol¨®gico de guerra civil.
El Congreso de M¨²nich cambi¨® la situaci¨®n pol¨ªtica de Espa?a. A partir de entonces carec¨ªa de toda eficacia aquella afirmaci¨®n en la que Franco pretend¨ªa legitimar su permanencia en el poder, consistente en que era ¨¦l la ¨²nica garant¨ªa de paz y estabilidad. Despu¨¦s del texto aclamado en M¨²nich quedaba muy claro que la dictadura del general Franco era s¨®lo un entorpecimiento de la deseable normalizaci¨®n de la vida pol¨ªtica de Espa?a.
Serenidad y firmeza
Joaqu¨ªn fue siempre m¨¢s sereno que las pasiones y m¨¢s firme que las presiones que hubo de soportar. Aquella firmeza de Joaqu¨ªn s¨®lo era posible con un inmenso sentido del deber. Supo cumplirlo tan exhaustivamente que, siendo senador, introdujo una enmienda en el proyecto del texto constitucional que fue aprobada y puede leerse en el art¨ªculo 57.1 de la Constituci¨®n, donde, al decirse que la Corona de Espa?a es hereditaria en los sucesores de su majestad don Juan Carlos I de Borb¨®n, se a?ade: Ieg¨ªtimo heredero de la dinast¨ªa hist¨®rica". Esta alusi¨®n a la renuncia de Don Juan en favor de su hijo Don Juan Carlos no s¨®lo tiene el valor afectivo del rendido homenaje al Rey padre, sino que responde al aut¨¦ntico concepto del respeto al orden din¨¢stico, elemento esencial de la monarqu¨ªa leg¨ªtima.
es abogado.
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