El Barcelona atrapa la final de Wembley
El Barcelona se gan¨® la gloria de Wembley con un serm¨®n propio de un mi¨¦rcoles de pasi¨®n. El discurso futbol¨ªstico azulgrana result¨® tan l¨²gubre como lo puede ser la mejor de las homil¨ªas de Semana Santa en vigilia del Domingo de Resurrecci¨®n. La obsesi¨®n por la victoria, ep¨ªgrafe en el que se inscriben heroicas remontadas barcelonistas, se transform¨® ayer en un t¨¦trico miedo a perder, una sensaci¨®n nueva para el martirizado socio cul¨¦.Frente al Benfica no hac¨ªa falta meter ni uno, ni dos, ni tres goles, como antes. No era necesario evitar que el contrario marcara. Bastaba con ganar por 1 -0, por la m¨ªnima, con un suspiro, de penalti. Tanta facilidad result¨® contraproducente o cuando menos extra?a para un colectivo acostumbrado a jugarse. el pellejo a diario para honra de una afici¨®n maltratada por la historia.
El f¨²tbol del grupo entrenado por Johan Cruyff fue ag¨®nico, impropio de un equipo que presume de jugar como los ¨¢ngeles. Nadie, sin embargo, se lo recriminar¨¢ nunca. Esta vez el fin justificaba los medios. Estar en Wembley, disputar la final m¨¢s apetecible de todas, aspirar a tormar el relevo del Milan -nadie habla del Estrella Roja-, luchar por borrar de una pu?etera vez el recuerdo de Sevilla, no tiene precio. La grandeza del resultado de ayer lo explica incluso la propia estad¨ªstica: el Barcelona disputar¨¢ por tercera v ez en sus 93 a?os de historia una final de la Copa de Europa. Est¨¢ todo dicho.
Puede que incluso, a fin de cuentas, el partido contra el Benfica les vaya bien al entrenador, al presidente, al equipo, al p¨²blico, al entorno, a todos. Hab¨ªa tanta ansiedad por llegar a la final que el Barcelona de ayer pareci¨® un conjunto h¨ªbrido, un grupo completado entre todos, un equipo an¨®nimo. ?se no era el equipo que ha so?ado Cruyff como ejemplo de su filosof¨ªa, nitampoco el que le gusta al presidente, Josep Llu¨ªs N¨²?ez, ni el que saldr¨ªa de una encuesta entre el p¨²blico o la prensa. Pareci¨® un equipo parido por demasiada gente. Y madre s¨®lo hay una.
Cruyff renunci¨® ayer a su vocaci¨®n mesi¨¢nica y, consciente quiz¨¢ de que en el entorno se hab¨ªa extendido la sensaci¨®n de que Witschge no serv¨ªa para los partidos de empaque, prescindi¨® del z urdo holand¨¦s; sabedor seguramente de que N¨²?ez nunca le perdonar¨ªa perder un partido por exceso de delanteros y defecto de defensas, aline¨® a dos marcadores; y conocedor incluso de que los aficionados le pudieran recordar alguna vez que a veces para sacar un encuentro adelante basta con disponer a un equipo convencional y dejarse de inventos, junt¨® a un equipo propio para afrontar el m¨¢s complicado de los partidos en campo contrar¨ªo. El Barcelona sali¨® con la misma alineaci¨®n de Valencia.
Puesto en el Camp Nou, el Bar?a de Cruyff nunca se reencontr¨®. No puede haber nada m¨¢s pat¨¦tico que ver c¨®mo se defiende el considerado mejor equipo ofensivo del mundo. Resulta terrible ver a Stoichkov achicando balones. Es penoso sufrir porque Laudrup no pierda el bal¨®n en la l¨ªnea de medios de su equipo. No hay nada m¨¢s tortuoso que pasarse una y otra vez viendo como Serna le devuelve el bal¨®n a Zubizarreta y el portero al defensa. O as¨ª al menos nos lo ha hecho creer Cruyff.
El bal¨®n lo tuvo ayer exclusivamente el Benfica. El f¨²tbol de sal¨®n lo ejerci¨® el, Benfica. La presi¨®n la puso en pr¨¢ctica el Benfica. El ritmo lo marc¨® el Benfica. El Barcelona bastante tuvo con luchar por despejar el. cuero, por tapar a Isa¨ªas, por vigilar a Yuran, por evitar las tarjetas, por atrapar la final de Wembley. Todo su partido fue un esfuerzo brutal por, acercase a Londres.
El partido se convirti¨® en un v¨ªa crucis. El tiempo se consum¨ªa tan lentamente como un cirio, la m¨ªstica del Benfica se impon¨ªa con suntuosidad, y el Barcelona parec¨ªa preso de una borrachera de incienso. Los chicos de Cruyff nunca encontraron acomodo en el campo. No hab¨ªa l¨ªneas delimitadas, ni posiciones marcadas, ni alternativas de juego. Todo su juego ofensivo consisti¨® en encomendarse a Stoichkov y defender dos acciones concretas. Una fue el gol con el que se encontr¨® Stoichkov, y la otra respondi¨® al segundo tanto, una obra de arte: una jugada a tres toques que el contrario s¨®lo pudo aplaudir. Fue un suspiro, un instante, el sue?o de todo azulgrana. Nunca un gol fue tan precioso ni preciso. L¨¢stima que s¨®lo durara un segundo. Quiz¨¢ en Wembley, el santuario del f¨²tbol, all¨¢ donde s¨®lo hay lugar para el cielo o el infierno, quiz¨¢ alla se repita.
El Barcelona necesita plasmar en una Copa, aunque se oxide y cueste mucha plata -como dir¨ªa Maturana- todos los atributos que ha merecido en su discurrir por Europa. Un equipo nunca ha entrado en la leyenda sin un trofeo cogido del brazo. Ese es el reto del grupo de Cruyff. El Bar?a aspira a hacer historia buscando la revancha contra el equipo que le neg¨® la gloria en su primera final.
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