La ¨®pera intemacional de Sevilla
La oferta l¨ªrica de la Expo 92 tiende a lo espectacular, pero lo sirve con riqueza e inter¨¦s. Se trata, en realidad, de una muestra de grandes teatros oper¨ªsticos presentada en obras claves del repertorio tradicional.La Carmen de N¨²ria Espert, que estrenara en Londres; Un baile de m¨¢scaras, por el Metropolitan de Nueva York; Mar¨ªa Estuardo, seg¨²n el montaje de Estocolmo; La Traviata, de la Scala; el Otelo, de la Bastilla; Don Juan, de Viena; El holand¨¦s errante, de Dresde, y El gato mont¨¦s, de Madrid, dar¨¢n al visitante y al sevillano un resumen brillante de la l¨ªrica tal y como se cultiva en los grandes centros de decisi¨®n, y permitir¨¢ a todos la escucha de un buen pu?ado de voces de oro: Kraus, Carreras, Domingo, Berganza, Verret, Pons, Fabricini, De Kanawa, son nombres ejemplificadores, tanto como en el terreno de la batuta lo son Levine, Sanzogno, Perick, Muti, Myun-WhunChung, Well, Schnedier y el polifac¨¦tico Pl¨¢cido Domingo.
Faggioni, De Tomas?, Espert, Szalai, Cavan?, Sagi, Zefirelli, Wolfgang Wagner, son autores de las diversas concepciones esc¨¦nicas, de modo que desde todos los puntos de vista el teatro de la Maestranza se convertir¨¢ durante unos meses en la ¨®pera internacional de Sevilla.
Dadas las caracter¨ªsticas de una convocatoria como la Expo, que, l¨®gicamente, busca una respuesta masiva, los programadores han partido de criterios conformistas hasta el exceso y antichovinistas hasta la exageraci¨®n. Que la l¨ªrica espa?ola quede reducida a El gato mont¨¦s, sin que nadie se haya acordado de t¨ªtulos tan poco arriesgados como Goyescas, Pepita Jim¨¦nez, La Dolores o La due?a, carece de justificaci¨®n razonable, tanto como que no aparezca ninguna ¨®pera de Berg, Britten, Menotti o Penderecki, ingresados hace tiempo en el repertorio normal. Ni siquiera se recuerda El retablo de maese Pedro, de Manuel de Falla, estrenado mundialmente en Sevilla hace 70 a?os.
Da la impresi¨®n de que todo se ajust¨® a dos puntos de partida: el absoluto imperio de las voces y la pobreza de la imaginaci¨®n. Acaso tambi¨¦n una voluntad de escaparate que, a t¨ªtulo informativo y brillante, puede dar al ciclo valores positivos, si se piensa s¨®lo en la acogida por parte del gran p¨²blico, bastante problem¨¢tica, pues se trata de un colectivo que probablemente elegir¨¢ otras convocatorias de la exposici¨®n hispalense, como, dentro de lo cultural, la relativa a las artes pl¨¢sticas. No se entiende por qu¨¦ en pintura o escultura se siguen criterios tan divergentes de los practicados en m¨²sica, pues en Sevilla estar¨¢n nuestros artistas pl¨¢sticos desde la Edad Media hasta Chirino, Barcel¨®, Chillida o Arroyo.
De tantas ausencias l¨ªricas no puede consolamos el hecho puramente anecd¨®tico de que Carmen, La favorita, Fidelio o Don Juan se desarrollen en Sevilla, lo que no quiere decir que nos representen, pues la verdad es que representan con toda propiedad a Francia, Italia, Alemania y Austria.
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