El intelectual europeo y el latinoamericano
La crisis del comunismo, primero, de la socialdemocracia, despu¨¦s, y del liberalismo salvaje o capitalismo consumista, por ¨²ltimo, ha suscitado en los intelectuales europeos y en los latinoamericanos respuestas que, si bien coinciden en parte, difieren m¨¢s de lo que a primera vista parece, con notoria ventaja para los segundos: ¨¦stos, los latinoamericanos, parecen inmunizados en buena medida contra el virus nihilista que tantos estragos viene haciendo entre sus colegas del otro lado del oc¨¦ano.Hablando en t¨¦rminos generales, puede decirse que el intelectual europeo de izquierdas ha reaccionado ante la crisis antedicha -el uso del singular es correcto aqu¨ª: las tres crisis mencionadas son meras manifestaciones de otra, m¨¢s honda, que afecta a las ra¨ªces mismas de la concepci¨®n del mundo vigente en las culturas de origen cristiano desde hace tres siglos- de dos modos fundamentales: aboc¨¢ndose a lo que en otros tiempos se llamaba el pancismo, o incurriendo en un desencanto que lo paraliza. ?Pancismo? Me refiero a la actitud de quienes mantienen la ficci¨®n de que creen en las virtualidades izquierdistas, de la socialdemocracia para justificar a sus ojos y a los de los dem¨¢s el disfrute de prebendas y bicocas varias por ponerse al servicio o al menos por apoyar de manera p¨²blica -y no s¨®lo con sus votos- a los socialistas en el poder, all¨ª donde ¨¦stos lo est¨¢n. ?Desencanto? Mayoritaria en Espa?a, por fortuna -pues la pasividad moral resulta menos da?ina que la mentira, que la inversi¨®n de los valores-, es una postura peligrosa, en contra de lo que pudiera sup¨®nerse, por. cuanto insostenible a largo plazo y pasible de desembocar en la subversi¨®n ¨¦tica: el ser humano necesita certezas, aun a sabiendas de que ¨¦stas pueden ser revisadas. Pancismo y desencanto, en fin, abren las puertas al nihilismo en el plano de lo social, ya que no en balde, se lo merezcan o no, los intelectuales son vistos por los otros como la conciencia de la sociedad, como los sism¨®grafos de los movimientos colectivos profundos, como aquellos que hacen aflorar las tendencias a¨²n no conscientes de las mayor¨ªas.
En Latinoam¨¦rica, por lo que yo estoy viendo y comprobando, pancismo y desencanto existen, s¨ª; pero junto a ellos existen otros posicionamientos, m¨¢s generalizados, de signo muy diverso. Est¨¢, as¨ª, en primer lugar, un aferrarse a las ideolog¨ªas tradicionales de la izquierda en un plano casi exclusivamente emocional, que no es tanto fidelidad a lo que uno fue como fidelidad a la memoria de quienes dieron su vida -y no s¨®lo literal, dram¨¢ticamente por el sue?o de un mundo mejor. Y est¨¢ luego una reafirmaci¨®n de los valores espec¨ªficamente humanos, previamente limpiados de toda adherencia ideol¨®gica, que aquellos que la llevan a cabo intentan, con muy buen juicio, poner en conexi¨®n con figuras ejemplares del pasado -en Venezuela, que es el pa¨ªs donde ahora resido, con Bol¨ªvar-, a fin de conferirles una dimensi¨®n carnal que los haga atractivos y comprensibles para la mayor¨ªa, que los saque del ¨¢mbito de lo abstracto y los haga objetos de sentimiento -y no s¨®lo de conocimiento-.
El aferramiento a las ideolog¨ªas tradicionales de la izquierda por parte del intelectual latinoamericano es explicable, a m¨¢s de por la fidelidad de que habl¨¦ anteriormente, por otras causas: porque el intelectual -de cualquier latitud- tiende a ser un ide¨®logo o a inscribirse en el marco de una ideolog¨ªa -cuando no tiene excesiva entidad mental -lo que, lamentablemente, es frecuente-, ya que necesita un punto de ref¨¦rencia en funci¨®n del cual desarrollar su actividad pensante, y son pocos los capaces de buscarlo en la realidad bruta, a¨²n no conceptualizada; porque el miedo al nihilismo es mayor en aquellos pa¨ªses donde la vida est¨¢ escasamente reificada, donde la naturaleza (incluida la humana) es proclive a la desmesurada afirmaci¨®n tanto de la vida como de la muerte; porque en los pa¨ªses no desarrollados los grandes contrastes sociales, la pobreza, se resisten a ser maquillados al modo europeo, y hacen irrupci¨®n en las conciencias con ruido y con furia, forzando a responsabilizarse de lo que en otras latitudes puede ser considerado, tramposamente, como ajeno: el dolor de los humildes. La reafirmaci¨®n de los valores inmutables del hombre, por su parte, es facilitada por el hecho de queen Latinoam¨¦rica el pueblo llano est¨¢ mucho menos ideologizado que en Europa, y tiende m¨¢s a encarnar en figuras concretas las grandes ideas, lo que explica el peso que tiene hoy en Venezuela un intelectual como Arturo Uslar Pietri y la magnitud del eco despertado por el bolivarismo de ¨¦ste y de los militares que se alzaron el pasado 4 de febrero.
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