El arte del vac¨ªo
Visitando esta hermosa exposici¨®n de obras recientes del hoy internacionalmente c¨¦lebre escultor anglo-indio Anish Kapoor (Bombay, 1954) -del que hace aproximadamente un a?o pudimos contemplar otra excelente muestra individual en el Retiro madrile?o, y all¨ª mismo, en 1986, su participaci¨®n en la colectiva titulada Entre el objeto y la imagen. Escultura brit¨¢nica actual-, no s¨®lo he sentido esa muy especial emoci¨®n que produce asistir en vivo al florecimiento de una obra, sino tambi¨¦n c¨®mo ese estimulante sentimiento se transformaba en resentimiento al constatar su cada vez mayor escasez en el romo actual, completamente ocupado por aplicados bricoleurs dedicados a la piadosa tarea de la catequesis laica.El di¨¢logo de Kapoor con Duchamp ha sido, sin duda, m¨¢s hondo y provechoso que el estereotipado hoy a la moda, amanerado eclecticismo de tercera mano pat¨¦ticamente denominado posconceptual, porque la dial¨¦ctica que este joven escultor establece no transacciona horizontalmente con la realidad, sino que la interroga y agita verticalmente, perdi¨¦ndose en las ra¨ªces ocultas de los problemas de la existencia, donde todo es misterio. Oscurecer las cosas odiosamente claras: ?¨¦sa es la misi¨®n del arte! El resto es simplemente el opaco silencio de la ch¨¢chara...
Entre el objeto y la imagen, entre la pintura y la escultura, con apasionado conocimiento reflejo que le ha permitido enfrentar dos mundos y dos tiempos, el recorrido vertical de Kapoor le ha llevado a pensarse de forma radical y a proporcionarnos el sabio fruto de sus reflexiones, gr¨¢vidas de acentos po¨¦ticos nocturnos, de c¨¢lidas oquedades que ablandan el coraz¨®n de la piedra, desvelando su naturaleza femenina, la tierra diosa madre. El pigmento a?il espolvoreado sobre una superficie convierte al objeto as¨ª tratado en algo m¨¢s que un objeto pintado: lecho aterciopelado con micras de luz, se transfigura en el oscuro espejo de la noche, f¨ªsica sensaci¨®n y a la vez par¨¢bola de la b¨®veda celeste, inmersi¨®n c¨®smica. De hecho, Kapoor, m¨¢s que evolucionar, ampl¨ªa el campo de observaci¨®n de los misterios significativos. El celeste manto que ensombrece el paisaje haci¨¦ndolo brillar con negra luz nocturna abre un paisaje tan insondable como el pozo excavado en la tierra, que es un cuerpo lleno de accidentes misteriosos, recovecos, agujeros y espejos.
Las cinco obras expresamente pensadas para el espacio que ahora las acoge (galer¨ªa Soledad Lorenzo, de Madrid) son testimonios elocuentes de la po¨¦tica de Kapoor: la c¨®ncava semiesfera toda azul suspendida en la pared -Void-; la blanca pared milagrosamente abultada, gr¨¢vida - When I ampregnant-,- la superficie pigmentada de azul-?ngel-, o los dos bloques de piedra y m¨¢rmol rectangulares con sendas cavidades horadadas en blanco y azul, como relicarios del d¨ªa y de la noche. El espacio queda as¨ª animado con secretos vitales que abarcan Oriente y Occidente, como la noche recorre y descorre la inmensidad limitada de la b¨®veda celeste, el espacio del suceder, naturaleza y existencia, episodios de una verdad c¨®smica.
Lo que. nos ense?a Kapoor es que la ambici¨®n art¨ªstica es m¨¢s que un simple gui?o convenido: es la emocionante creaci¨®n de un mundo para comprender lo que hay, una delgada capa de polvo que la rutina ha vuelto gris, indiferente a los misterios del d¨ªa y de la noche, razonable y est¨¦ril, programada como un videojuego que replicara conceptualmente la vida. Este entretenimiento de escribas funcionarios no puede ser el de quienes se pretenden artistas. Kaapor no ha renunciado a ser artista y hay que celebrarlo.
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