Que no sea un ave rara y protegida
No es comprensible, a primera vista, que haya detractores de un tren de alta velocidad entre Madrid y Sevilla, que, adem¨¢s de mejorar sustancialmente la comunicaci¨®n entre las dos capitales e inducir la consiguiente riqueza en su entorno, contribuye a cumplir esa aspiraci¨®n social, de la que tanto se habla en nuestro tiempo: aproximar el Sur al Norte. Para entender algunas cr¨ªticas globales que se vienen haciendo a esta muestra de modernizaci¨®n ferroviaria, habr¨ªa que adentrarse en esa conciencia hispana arraigada en el pesimismo que -tantas veces con raz¨®n- no acaba de creerse nada. Y mucho menos, si es algo que se relaciona con la subconsciente ilusi¨®n de dejar de ser los parientes pobres y pintorescos de Europa. Se puede recordar aqu¨ª el Ya semos europeos, de Boadella, en TVE, para confirmar la escasa valoraci¨®n que hacemos de nosotros mismos, divulgada por un medio de comunicaci¨®n del Estado supongo que como medida terap¨¦utica. El viejo ferrocarril -s¨ªntoma hist¨®rico fiable- era una prueba de nuestra diferencia. No s¨®lo porque era menos limpio y puntual, sino porque la v¨ªa espa?ola era m¨¢s ancha -23 cent¨ªmetros de interminable estupor- y no pod¨ªa cruzar con naturalidad esa raya pol¨ªtica y ficticia que nos separa del sue?o europeo.Jos¨¦ Luis Aranguren ha calificado a Felipe Gonz¨¢lez de paleto por su afici¨®n a converger con Europa y, de paso, a retratarse con los dirigentes europeos. Pero ese paletismo lo llevamos dentro la mayor¨ªa de los espa?oles, es una aspiraci¨®n que tenemos, bienintencionada y razonable. El unamuniano "que inventen ellos" no deja de ser un desesperado desahogo. Y la vanagloria de una diferencia, casi siempre negativa, fue cosa del franquismo. El tren de alta velocidad ahora (no s¨¦ por qu¨¦ AVE para Espa?a), chupando rueda de Jap¨®n, Francia, Alemania, es un claro y positivo intento de no separamos del pelot¨®n de cabeza. Poder chupar rueda, lo ha dicho con buen sentido Jordi Pujol, es una de las circunstancias geogr¨¢ficas e hist¨®ricas favorables de nuestro pa¨ªs. ?Por qu¨¦ entonces no hemos empezado por arriba, pegados y al abrigo del TGV (tren de gran velocidad) franc¨¦s? Inauguramos el tren m¨¢s avanzado del mundo y el mismo ancho de v¨ªa, por fin, que nuestros vecinos, pero sin acabar de llegar a la frontera, ese oscuro deseo insatisfecho. El ministro Borrell ha contestado a esta repetida pregunta: "La importante inversi¨®n del AVE", ha dicho, "adem¨¢s de descongestionar el tr¨¢fico ferroviario en Despe?aperros, significa una apuesta pol¨ªtica por el desarrollo del Sur de Espa?a". Y ha aclarado algo fundamental: "El ramo que une Madrid-Sevilla es s¨®lo el primero, ya que el objetivo es que la alta velocidad conecte Portugal y Espa?a con el resto de Europa en una red integrada". Pero, claro, esto rebasa el deseo o la opini¨®n de un ministro: es un proyecto de Esado que deber¨¢n llevarlo adelante diferentes equipos ministeriales con las previsibles -tan aficionados como son nuestros ejecutivos a dise?ar nuevos planes- dificultades de continuidad. No conseguir esto por falta de medios o por darle largas al proyecto, es decir, condenar al AVE a vivir o a malvivir en una especie de coto de Do?ana ser¨ªa lamentable.
No hace falta recordar que el ferrocarril contribuy¨® a lograr la unidad nacional de los Estados. M¨¢s de siglo y medio despu¨¦s, este metro europeo -as¨ª se le suele llamar- puede contribuir tambi¨¦n a la vertebraci¨®n de una Europa distinta, un gran Estado sin territorios suburbiales y marginados, en el que queda el sur y en el que las naciones grandes o peque?as, o que puedan surgir, sean naciones ambiguas, con fronteras blandas, fronteras culturales ¨²nicamente, es decir, sin fronteras. Este tren no es s¨®lo una nueva forma de viajar. Por todo ello, hay que saltar cuanto antes de este Sevilla-Madrid, camino -de Europa, aunque sin dejar de formar parte de una decorosa red ferroviaria espa?ola, con sus distintos papeles en cercan¨ªas, regionales, mercanc¨ªas... Porque llegar a Europa no es s¨®lo alcanzar r¨¢pidamente la frontera, sino adem¨¢s llegar c¨®modamente al trabajo y recibir a su tiempo un paquete o una carta. ?Tienen sentido las prevenciones? Si volvemos la mirada a la historia, s¨ª. La inicial construcci¨®n de nuestros ferrocarriles fue embarullada, se negoci¨® torpemente con la industria pesada franco-brit¨¢nica y, lo peor, se construyeron unas v¨ªas diferentes. En estos momentos, que el Ej¨¦rcito tenga que proteger al nuevo ferrocarril tambi¨¦n es un mal signo. ?En qu¨¦ pa¨ªs vivimos que un servicio p¨²blico, que beneficia a la gente, requiere tales medidas de seguridad? Pero, a partir de hoy, lo peor ser¨ªa no seguir, que el AVE, acotada en su reserva, se convirtiera en una equivocada vacuna contra el siglo que viene: tras la gran transici¨®n de ¨¦ste, el de la ut¨®pica civilizaci¨®n universal. Hacia ¨¦l nos dirigimos los espa?oles, de momento, a 300 kil¨®metros por hora.
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