Glosas en memoria de Francis Bacon
Prefacio. Figuraciones ha habido muchas en el transcurso de la segunda mitad del siglo XX, pero la mayor parte de ellas no han contado en el c¨®mputo de la modernidad. Realismos socialistas, realismos de car¨¢cter cr¨ªtico y social, tard¨ªos expresionismos y trasnochadas reminiscencias decimon¨®nicas encubiertas bajo apelativos hiperrealistas no han hecho, en realidad, m¨¢s que afirmar el residuo del pasado. No es as¨ª en el caso de Francis Bacon, uno de los artistas fundamentales de una figuraci¨®n subjetiva que, junto a Mir¨®, Picasso, Giacometti, De Kooning, Dubuffet y Arger Jorn, han sabido conjugar la presencia de la historia y de la modernidad en la permanencia del mito.El drama. La obra de Bacon ha sido objeto de un amplio y merecido reconocimiento, atrayendo a las multitudes como si se tratara de un fascinante espejo de elegante horror, de un motivo de reflexi¨®n, a veces incluso bajo formas de fascinaci¨®n sospechosa. Para el espectador avisado, en cambio, el horror provocado puede ser consecuencia de una concepci¨®n pl¨¢stica y del proceso que conlleva; una concepci¨®n en donde la aparici¨®n de lo monstruoso y obsceno se patentiza no solamente mediante el aflorar del inconsciente, sino como resultado de la liberalidad de un tratamiento t¨¦cnico.
El espacio. Francis Bacon pint¨® escenas con figuras crispadas y situaciones obscenas o enigm¨¢ticas, figuras situadas en espacios enclaustrados o abiertos, enmarcadas a veces con sugeridas perspectivas, presentes en una atm¨®sfera desnuda y opaca, como cargada de presagios. Las figuras de Bacon aparecen como iconos antiguos, oscilando entre la desintegraci¨®n y la formaci¨®n, pareciendo su definici¨®n como fijada, fosilizada, detenida, impresi¨®n que queda acentuada debido al estatismo y al silencio que emana de los fondos en donde ellas se manifiestan.
El dibujo. Bacon no dibuja -al menos no existen dibujos de su mano ni bocetos previos a su pintura-, de la misma forma que no graba -solamente existen discutibles litograf¨ªas realizadas reproduciendo m¨¢s o menos h¨¢bilmente pinturas suyas-. ?sta es, quiz¨¢s, la primera paradoja -y son muchas- de la obra de Francis Bacon, debido esencialmente al aspecto de implacable -y en cierto modo impecable- realizaci¨®n de sus pinturas. Es ciertamente posible, aunque sorprendente, el caso de un pintor que no realice, al menos como tentaci¨®n o ensayo, una paralela labor dibuj¨ªstica, siendo evidentemente posible la ausencia de necesidad de dibujar previamente en la tela y enfrentarse directamente con el proceso que conduce a la imagen: Bacon posiblemente ser¨ªa un mal dibujante, en el sentido que otorgamos a esta actividad art¨ªstica, es decir, la de creatividad y no la de fidelidad sea al modelo o sea a la idea. El caso de Dal¨ª, con el cual, por otra parte, Bacon nada tiene en com¨²n, nos lo prueba en demas¨ªa, pero ello no impide que en su caso sorprenda la "ausencia de tentaci¨®n" dibuj¨ªstica o gr¨¢fica. En realidad, Bacon s¨ª dibuja, pero dibuja con pintura, es decir, en la definici¨®n -y es bien precisa- de las formas sobre los espacios vac¨ªos.
Lo ilustrativo. La pintura de Francis Bacon raramente cae en la "ilustraci¨®n" -entendida en su sentido literario- ni tampoco en lo anecd¨®tico. Bacon, en realidad, no pretende comunicar racionalmente nada preciso, careciendo sus pinturas de carga moral, cr¨ªtica y social. Su pintura no "representa", pero alcanza la representaci¨®n mediante procedimientos eminentemente pict¨®ricos en donde la carga subterr¨¢nea que sus cuadros indudablemente poseen queda supeditada a la consecuci¨®n de una belleza puramente pl¨¢stica, alcanzando un raro equilibrio entre la ambig¨¹edad del discurso que manifiesta y su resoluci¨®n t¨¦cnica. La representaci¨®n es suficientemente evidente, incluso a veces excesivamente evidente, y, sin embargo, su percepci¨®n raramente queda disociada de una dimensi¨®n esencialmente pl¨¢stica.
El estilo. Figurar y representar, mas sin caer ni en lo literario o anecd¨®tico, ni tampoco en la abstracci¨®n, ¨¦ste fue el gran problema de Francis Bacon. Es preciso reconocer que el resultado es sumamente poderoso y elegante.
Series. Pintura serial, tem¨¢tica, empleo de la estructura imaginada para alcanzar un resultado -la imagen- en donde la alteraci¨®n de la memoria, la metamorfosis de lo imaginado, confiere, a trav¨¦s del proceso mismo de trabajo, un valor de deriva creador de un resultado diferente del previsto. Series sobre Van Gogh, quiz¨¢ las m¨¢s violentas y empastadas del pintor, pinturas en donde la imagen de Van Gogh caminando se diluye y afirma a un tiempo en espatulazos y colores crispados, creando un cl¨ªmax hist¨¦rico en ¨ªntima relaci¨®n con ciertos aspectos de la obra final del pintor holand¨¦s. Bella trasposici¨®n de otra actitud pict¨®rica reflejada en personal y simbi¨®tica pathos. Series de papas, rostros corridos, como borrados por un temblor tel¨²rico, o por un espasmo repentino turbador, de formas perfectamente asentadas en un decorado sombr¨ªo de hist¨®rica identificaci¨®n y de personal enfatizaci¨®n. Afirmaci¨®n que perdura sobre la controlada destrucci¨®n: algo bien patente en la pintura espa?ola; no en vano, Bacon muestra una especial fascinaci¨®n por un cuadro de Vel¨¢zquez, origen de esta hermosa serie.
C¨®pulas. La pareja masculina, copulando, sumergida en la naturaleza frente al clamor oscuro. Noche oscura, como la del Cristo de Vel¨¢zquez, al servicio de la sexual y fren¨¦tica labor, pero tambi¨¦n, en otras pinturas, la c¨®pula, o el desnudo abierto, ofrendado en el lecho como en un altar. Desnudo-paisaje, c¨®pula-paisaje, cuerpos como ofrendas de carne destrozada. El desnudo, en otras pinturas, aparece sentado, en actitud masturbatoria, actitud que se evidencia a¨²n m¨¢s, quiz¨¢s in¨²tilmente, mediante la inclusi¨®n de la pintura blanca tirada azarosamente como evidencia de una eyaculaci¨®n.
Tr¨ªpticos. La met¨¢fora en la contradicci¨®n; en cierto modo, un nuevo tipo de met¨¢fora surgida de la asociaci¨®n de escenas pintadas, en muchos casos desligadas entre s¨ª.
Una forma de pl¨¢stica met¨¢fora que, aun relacionada con el surrealismo, es practicada, sin embargo, en conjuntos terminados m¨¢s que en la asociaci¨®n intempestiva de objetos representados o sugeridos.
Crucifixi¨®n. Raramente verdaderamente representadas. Solamente una, en donde la forma animal clavada como un murci¨¦lago es amenazada por un perro situado encima de ella. Im¨¢genes de la crucifixi¨®n traspuestas en tr¨ªpticos sincopados, en donde la forma es carnaza, y en donde el fantasma intemporal del buey desollado de Rembrandt y de ciertas pinturas de Soutine permanecen patentes como sombras iconogr¨¢ficas.
Contradicciones. He aqu¨ª las m¨¢s evidentes: la lisura y la tersura de los fondos, su impecable presencia, contrastando con la torturada materia que ocupa las figuras; un resultado aparentemente preconcebido que obedece, en realidad, y seg¨²n declaraciones del pintor, a una ausencia de proyecto; la intensidad de las presencias frente a la modestia del ¨¢mbito y el ¨¢mbito como contenedor est¨¦tico del movimiento fosilizado: ausencia de expresionismo a pesar de su cualidad eminentemente expresiva. Raz¨®n y sinraz¨®n, inteligencia y frenes¨ª, control y desmesura, todo ello en el impecable acabado de un gran estilo.
Un gran estilo obtenido a partir de situaciones pl¨¢sticas azarosas. Un rechazo del drama, pero un resultado dram¨¢tico. La presencia de la imagen como afirmaci¨®n y evidencia misma para un resultado pict¨®rico lejano de lo anecd¨®tico o literario. Modernidad y, a un tiempo, fascinaci¨®n por el pasado. Ausencia de contenido, pero im¨¢genes inolvidables provistas de una carga subterr¨¢nea y existencial que las hace convincentes.
La pintura de Francis Bacon, esencialmente contradictoria, se afirma primordialmente en el interior de su esencia dual, h¨ªbrida, de impureza consustancial. La obra de Bacon nos muestra el valor din¨¢mico de la contradicci¨®n y de la paradoja al combinar elementos antag¨®nicos en flagrante evidencia y en l¨²cida y pl¨¢stica integraci¨®n. Afirmaci¨®n del presente y permanencia del pasado.
Babelia
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