El embrollo irland¨¦s
El aborto divide a la sociedad irlandesa y amenaza la aplicaci¨®n de los acuerdos de Maastricht

Irlanda acudi¨® a Maastricht en diciembre de 1991 dispuesta a firmar cualquier tratado sobre la uni¨®n europea. Lo ¨²nico imprescindible para Dubl¨ªn era un protocolo adicional que salvaguardara la legislaci¨®n antiabortista de Irlanda, y los dem¨¢s pa¨ªses comunitarios no pusieron objeciones. Pero al d¨ªa siguiente de la firma Y viol¨® a la joven X. Esta qued¨® embarazada y decidi¨® abortar en Gran Breta?a. El fiscal general quiso impedirlo. El Tribunal Supremo fall¨® a favor de X. E Irlanda entr¨® en erupci¨®n. Ahora, la sociedad irlandesa est¨¢ dividida en dos y ambos bandos amenazan con rechazar en refer¨¦ndum el tratado de Maastricht, lo que dejar¨ªa en suspenso el costoso acuerdo conseguido por los Doce.
El extraordinario embrollo irland¨¦s no comienza, en realidad, con la pobre X (una menor de edad violada y embarazada por el padre de una amiga, cuyo anonimato es protegido por la ley), sino con el refer¨¦ndum de 1983. En ese a?o, Irlanda empez¨® a caminar en sentido contrario al del resto de Europa y del mundo.El aborto estaba estrictamente prohibido por el c¨®digo penal, pero varios grupos de presi¨®n consideraron que el antiabortismo deb¨ªa ser elevado a nivel constitucional para evitar que 11 el declive de los valores ¨¦ticos que se percibe en otros pa¨ªses alcance al nuestro", seg¨²n uno de los manifiestos de la ¨¦poca.
La Campa?a para la Enmienda por la Vida (PLAC) logr¨® que se convocara un refer¨¦ndum, y lo gan¨®. Los antiabortistas obtuvieron una amplia victoria (dos tercios de los votos) al precio de sumir a los irlandeses en el enfrentamiento m¨¢s agrio desde la guerra civil de 1922.
Las heridas de 1983 empezaban a cicatrizar cuando, a principios de este a?o, sobrevino el esc¨¢ndalo de X. Para los partidarios de legalizar el aborto, y tambi¨¦n para numerosos antiabortistas, el Estado llevaba demasiado lejos sus "valores ¨¦ticos" cuando prohib¨ªa a una menor violada y traumatizada que viajara a Inglaterra para interrumpir su embarazo.
Para los restos de la PLAC, que volvi¨® a movilizarse inmediatamente, ceder en el caso de X significaba ceder en otros y abrir la puerta al aborto (aunque fuera en el extranjero). Volvieron las manifestaciones a las calles y las peleas en las familias.
Sentencia pol¨¦mica
X hab¨ªa hablado alguna de vez de suicidio, y el Tribunal Supre mo se escud¨® en el derecho de la madre a. la vida para permitir que la an¨®nima joven viajara a Inglaterra. Los fundamentos de la sentencia escalofriaron a los antiabortistas. Bastaba la amenaza de suicidio -sin ex¨¢menes psiqui¨¢tricos- para que el aborto fuera legal. Pero eso no era todo.
A cambio del protocolo antiabortista, Irlanda firm¨® en Maastricht una declaraci¨®n solemne seg¨²n la cual la ley particular irlandesa quedaba por debajo de derechos b¨¢sicos en la CE como la libertad de movimientos (hacia Inglaterra, por ejemplo) y el acceso a servicios ofrecidos en otros pa¨ªses comunitarios (como la interrupci¨®n del embarazo).
"No diga interrupci¨®n del embarazo, sino muerte del ni?o. Hay que acabar con los eufemismos para que la gente perciba que el aborto es un asesinato". Mary Lucey tiene 65 a?os, es doctora en Medicina y es la cabeza visible (la invisible queda en el ¨¢mbito teol¨®gico) del movimiento antiabortista irland¨¦s. Preside la Sociedad para la Protecci¨®n de? Nonato (SPUC) y fue una de las figuras m¨¢s destacadas en la campa?a de 1983. "La sentencia del Supremo no tiene sentido, porque est¨¢ demostrado que las embarazadas no se suicidan; al contrario, quienes son propensas al suicidio son las mujeres que han sufrido un aborto".
Lucey ha vuelto a movilizar a su gente. La SPUC fue el n¨²cleo de la PLAC -para entendernos, la campa?a de 1983- y, pese a tener s¨®lo 4.000 afiliados, "nos basta un tel¨¦fono para poner en marcha a decenas de miles de simpatizantes". El objetivo es un nuevo refer¨¦ndum "que deje las cosas claras para siempre".
El Gobierno accede a celebrar un refer¨¦ndum, pero no antes del 18 de junio, fecha en que se vota el tratado de Maastricht, sino mucho despu¨¦s, en noviembre. "El refer¨¦ndum del aborto debe celebrarse antes que el otro. De lo contrario, pediremos el no a Maastricht".
Al otro lado, en el frente proabortista, las posiciones son sim¨¦tricas. La Campa?a contra la Octava Enmienda (COE), que engloba a partidos de izquierda y grupos feministas, recomienda tambi¨¦n el voto negativo en el refer¨¦ndum de Maastricht "si se mantiene el rid¨ªculo protocolo y la intencionada confusi¨®n sobre el aborto", de acuerdo con una portavoz de la organizaci¨®n.
El primer ministro, Albert Reynolds, est¨¢ contra las cuerdas. No se atreve a aplazar el refer¨¦ndum de Maastricht, por miedo a parecer informal ante sus colegas europeos, y tampoco se atreve a adelantar el refer¨¦ndum sobre el aborto, porque apenas queda tiempo.
Ni siquiere accede a hablar de c¨®mo podr¨ªa ser la pregunta en noviembre, y s¨®lo insiste en que el s¨ª a Maastricht impedir¨ªa otro caso como el de X, y un no supondr¨ªa la ruina para Irlanda. "La Comunidad seguir¨ªa adelante sin nosotros", dijo el pasado martes, en tono compungido, a un grupo de empresarios.
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