Una sola noche
Los festivales de WOMAD suelen durar dos o tres d¨ªas consecutivos y, junto a las actuaciones de m¨²sicos de diferentes pa¨ªses, ofrecen actividades paralelas en las que los asistentes pueden participar de forma activa. As¨ª que lo que se celebr¨® el jueves en Madrid no fue realmente un WOMAD, sino un recital m¨²ltiple. El cartel anunciador lo dejaba bastante claro: una noche con WOMAD. Y eso es lo que hubo.Todav¨ªa era de d¨ªa cuando unos trajeados Tupamaros hicieron su aparici¨®n. A esta orquesta de Bogot¨¢ le toc¨® inaugurar la temporada salsera en el coso taurino. Sin la abrumadora calidad de su compatriota Joe Arroyo, pero tambi¨¦n con una secci¨®n de viento en la tradici¨®n de Lucho Berm¨²dez, los Tupamaros tienen esa ductilidad que les permite tocar en selectos clubes de Nueva York y Par¨ªs o en los festejos m¨¢s populares de Medell¨ªn.
Una noche con Womad
Salif Keita, Tupamaros, JohnHainmond y The Pogues. Plaza de toros de Las Ventas. Madrid, 7 de mayo.
Sin apenas demora, el escenario fue ocupado por John Hammond, hijo del mod¨¦lico director art¨ªstico que descubri¨® y fich¨® para su compa?¨ªa de discos artistas como Dylan o Springsteen. Una voz, una guitarra y una arm¨®nica por todo bagaje para este blanco norteamericano que desde su primer disco, hace casi 30 a?os, no ha dejado de tocar lo que de verdad le gusta: el blues.
Exuberante y alegre
La peque?a sorpresa lleg¨® de la mano de un Salif Keita exuberante y alegre como no se le hab¨ªa visto antes en Madrid. Cierto es que el de Mal¨ª tiene razones para ello, porque al fin se reconoce en amplios sectores su enorme talento. Su disco Am¨¦n fue designado para los premios Grammy en la categor¨ªa de world music. El albino, que tuvo que luchar desde peque?o contra el estigma de una pigmentaci¨®n clara, ha optado en directo por un planteamiento sonoro contundente que diluye las sutilezas de sus ¨²ltimas grabaciones, pero que consigue un fuerte impacto en el p¨²blico, y su voz es una de las m¨¢s sobrecogedoras y desgarradas de la m¨²sica popular. Los Pogues, un grupo con un fiel contingente de seguidores, se hicieron esperar media hora, pero irrumpieron con la energ¨ªa contagiosa de sus temas m¨¢s conocidos. Con el irreverente septeto irland¨¦s, el baile estaba servido. Y aunque m¨¢s de uno echara en falta la inconfundible dentadura de su antiguo cantante, la combinaci¨®n de aires ga¨¦licos y rock con historias expresadas sin remilgos sigue mostr¨¢ndose eficaz.Fue una especie de viaje desde los barrios de Bogot¨¢ hasta las tabernas de Dubl¨ªn, v¨ªa el delta del Misisip¨ª y las tierras de ?frica occidental. Una experiencia para personas de esp¨ªritu abierto, con los o¨ªdos receptivos a m¨²sicas marginadas por la industria discogr¨¢fica y las radiof¨®rmulas; un acercamiento a otras culturas y quiz¨¢, como desea Peter Gabriel -uno de sus instigadores-, a otras gentes del planeta. La pr¨®xima vez, por favor, que sea un WOMAD de verdad.
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