Par¨¢lisis y retos
Al igual que en Italia, los electores de otros pa¨ªses han contra¨ªdo la enfermedad de la divisi¨®n de opiniones: el socialismo franc¨¦s de Mitterrand atraviesa profundos problemas; los tories ingleses acaban de acusarla al obtener una escasa mayor¨ªa; ning¨²n candidato a la presidencia de EE UU es capaz de mantener un claro liderazgo en los sondeos de opini¨®n; en Alemania, la hegemon¨ªa de los democristianos. de Kohl parece erosion¨¢rse. Uno se pregunta si en Espa?a el pragm¨¢tico partido socialista podr¨¢ permanecer inmune a estos vientos pol¨ªticos de cambio.
?Qu¨¦ efectos econ¨®micos se derivan de estos acontecimientos pol¨ªticos? ?Supone una ventaja o una desventaja para Jap¨®n, M¨¦xico o Espa?a el hecho de disfrutar durante tanto tiempo de mayor¨ªas de un solo partido? La ideolog¨ªa puede pervertir las respuestas a tales preguntas.Los libertarlos al estilo de Milton Friedman o de Friedrich Hayek, que tienden a considerar a todo Gobierno como diablo redomado, quiz¨¢ se regodean ante la perspectiva de la par¨¢lisis, agarrotamiento e impotencia gubernamental. Podr¨ªa pensarse esto a la hora de dar al mercado en libre competencia la autonom¨ªa y el campo de acci¨®n necesarios para que cumpla con la tarea, tanto de asignar los recursos econ¨®micos como de estimular la productividad nacional.
Si alguien mantiene un punto de vista tal, yo debo rechazarlo por superficial y excesivamente optimista. Un Gobierno d¨¦bil y ca¨®tico no tiene por qu¨¦ caer necesariamente en la inacci¨®n. Por el contrario, la historia est¨¢ llena' de ejemplos en los que tales Gobiernos avanzan en todas direcciones, aun cuando sean contradictorias; hay mil maneras de administrar mal una democracia.
M¨¢s a¨²n, no debemos realmente considerar el caso de Italia como semejante a los de Estados Unidos o el Reino Unido.
Bajo el sistema parlamentario brit¨¢nico, una mayor¨ªa simple puede ser casi tan eficaz como una victoria aplastante; se ejerce una fuerte presi¨®n sobre los legisladores para que apoyen la l¨ªnea del partido. La apretada victoria obtenida ha dado una lecci¨®n al primer ministro John Major sobre la necesidad de ser sensible a las preocupaciones del p¨²blico acerca de temas tales como el desempleo, la sanidad o la injusticia de los,impuestos locales. Los inversores de dentro y fuera del Reino. Unido, que perd¨ªan el sue?o por miedo a un temerario Gobierno laborista, deben, hasta cierto punto, permanecer tranquilos, ya que la gente com¨²n huye de arriesgar unos ahorros obtenidos con esfuerzo dej¨¢ndolos. en manos de los bienintencionados planificadores izquierdistas.
Tal como veo la escena norteamericana, el presidente Bush deber¨ªa sentirse alentado por los resultados electorales del Reino Unido. A menos que la Reserva Federal deje que nuestra econom¨ªa se colapse este verano -y dado que el rico y exc¨¦ntrico magnate tejano H. Ross Perot no puede comprar el suficiente tiempo de televisi¨®n como para atraer a los votantes republicanos hacia su opci¨®n independiente-, a reserva de tales condiciones, las perspectivas de que Bush disfrute de una confortable victori a parecen buenas.
Coaliciones d¨¦biles
Las coaliciones gubernamentales d¨¦biles e inestables no son algo enteramente nuevo en la escena italiana. Los profanos est¨¢n ya bastante acostumbrados a la doble econom¨ªa italiana, formal e informal, que exhibe un considerable crecimiento a pesar de un d¨¦ficit fiscal cr¨®nico y de un estancado gasto p¨²blico.
Todos hemos o¨ªdo esto alguna vez: es bueno que un resfriado cr¨®nico se transforme en una gripe m¨¢s aguda; el paciente entonces se acostar¨¢, llamar¨¢ al doctor y tomar¨¢ los medicamentos que le conducir¨¢n a una recuperaci¨®n duradera. Seg¨²n tal razonamiento, el rotundo fracaso en alcanzar un apoyo superior al 50% para las ¨²ltimas coaliciones viables har¨¢ entrar en raz¨®n finalmente al electorado italiano. Por fin se har¨¢ algo con el sistema de representaci¨®n proporcional que fragmenta su espectro pol¨ªtico.
Me gustar¨ªa creer en tan deseables argumentos, pero ?es plausible que unas reformas constitucionales b¨¢sicas, que precisan de un amplio consenso, puedan ser promovidas por tan an¨¢rquicas y fugaces coaliciones? De unos a?os a esta parte, la tasa de inflaci¨®n italiana ha superado a la de Alemania y sus vecinos inmediatos. Ning¨²n sistema de tipos inflexibles de cambio, como el previsto para la Uni¨®n Monetaria Europea despu¨¦s de 1992, puede ser viable entre distintas regiones que muestran tendencias divergentes de inflaci¨®n.
Cuando la mayor parte de Europa disfrutaba de unas condiciones econ¨®micas boyantes, los miembros m¨¢s fuertes de la CE pudieron permitirse el lujo de ser generosos y tolerantes con los recurrentes problemas financieros de Italia. Sin embargo, en vista de la continuada crisis econ¨®mica global y de los problemas espec¨ªficos planteados a Alemania por su unificaci¨®n, es posible que la impaciencia ante los fallos de Italia y el Reino Unido se intensifique.
Yo no s¨¦ si un realineamiento monetario que incluya a la lira y a la libra esterlina podr¨ªa representar una retirada estrat¨¦gica hacia una nueva posici¨®n defendible, pero s¨ª s¨¦ que las repetidas devaluaciones monetarias pueden ser autodestructivas si todo lo que hacen es proporcionar un poco de tiempo, y si en ese tiempo contin¨²an cometi¨¦ndose los mismos errores en cuanto a d¨¦ficit presupuestarios estructurales y a gastos p¨²blicos poco juiciosos.
Al tener Espa?a puestas sus miras en un tipo fijo de cambio respecto al marco alem¨¢n y a las dem¨¢s monedas europeas, el ejemplo de Italia debe resultarle inquietante. Espa?a presenta de forma cr¨®nica unas tasas de inflaci¨®n algo m¨¢s altas que las de Alemania; ciertamente, esta discrepancia no es tan grande como en el caso de Italia.
Espa?a, cada vez m¨¢s, tendr¨¢ que preguntarse: ?podremos mantener nuestro ajuste con la nueva moneda europea aun cuando no consigamos mantener estable el nivel de los precios? Esta pregunta, me temo, no va a poder dejar de formularse.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.