Jaque a la reina de Jordania
Hussein se desvive por una periodista palestina, relegando a la soberana Noor
Pegados a la televisi¨®n como durante el conflicto del Golfo, los s¨²bditos jordanos siguen estos d¨ªas el desarrollo de un asunto menos dram¨¢tico que la guerra, pero igualmente revelador de la identidad de este pa¨ªs: el rey est¨¢ enamorado de una mujer que no es la suya, y esta historia sentimental vuelve a plantear la fragilidad y las paradojas del reino hachem¨ª; por no hablar de las contradicciones culturales entre las dos almas de este pa¨ªs, la antigua y la moderna, que son a la vez una fuente de riqueza y una maldici¨®n. El rey jordano, crecido en el prestigioso colegio de Harrow, en Inglaterra, bajo la estrecha vigilancia del mismo Winston Churchill, ha hecho una elecci¨®n no muy moderna, que recuerda la filosof¨ªa del har¨¦n, y se ha llevado a su nuevo amor al palacio real con un cargo y una funci¨®n cualquiera. La joven, Rania Najm, es una periodista palestina que ha trabajado incluso para la cadena televisiva norteamericana CNN. Hussein no esconde la seriedad de su pasi¨®n: ha ido varias veces a visitar a la familia Najin, la cual, honrada por el favor real, confirma esta relaci¨®n.
Una buena parte del pa¨ªs sigue con entusiasmo las recientes explosiones de un soberano inquieto que ha tenido ya cuatro mujeres e innumerables aventuras sentimentales. "Fue su tutor, en aquel entonces primer ministro", recuerda un funcionario muy cercano a la corte, "el que le abri¨® las puertas a estos placeres ya desde su ¨¦poca de estudiante. Adem¨¢s, la fidelidad a la mujer propia no es necesariamente una virtud en el mundo ¨¢rabe". Una frase de este calibre indignar¨ªa a los jordanos por lo que supone de clich¨¦ con el que Occidente juzga al mundo musulm¨¢n.
?Es realmente de occidentales preguntarse por qu¨¦ se alimenta una situaci¨®n tan indiscreta? Nuevamente emerge la sempiterna dificultad (y habilidad) de este rey, sentado desde hace 39 a?os en un trono que ahora est¨¢ al borde del precipicio. En ambientes oficiales circula la versi¨®n de que estos rumores son s¨®lo una tentativa m¨¢s de desacreditar al monarca por parte, como es obvio, de los pa¨ªses occidentales, que no habr¨ªan perdonado al rey su comportamiento durante la guerra. "El rey se conduce como un occidental cuando quiere, y cuando no quiere se convierte otra vez en sharif [l¨ªder espiritual]", declara un diplom¨¢tico, refiri¨¦ndose al t¨ªtulo de guardi¨¢n de La Meca que ostenta todav¨ªa la familia de Hussein.
Pero en todo este asunto s¨®lo aparece la versi¨®n del rey; la otra parte implicada en lo que deber¨ªa ser una tragedia conyugal est¨¢ ausente. Nadie se molesta en conocer el punto de vista de Noor. Ning¨²n s¨²bdito reivindica el honor herido de la reina. "La reina nunca ha suscitado simpat¨ªas", se dice ahora. Se vuelven a sacar todas las viejas historias sobre la impopularidad de la soberana para explicar esta ausencia de indignaci¨®n. "Es demasiado vistosa, demasiado ambiciosa, demasiado moderna y, sobre todo, demasiado extranjera", se afirma. Lo que realmente reflejan todas estas letan¨ªas es una gran verdad: las reinas pasan, los reyes permanecen; las reinas son funcionales, mientras que los reyes son una instituci¨®n. La ¨²ltima Blancanieves, Noor al Husseini, ha abierto de esta forma los ojos y se ha encontrado en el mundo de la realidad de las g¨¦lidas intrigas del poder y del machismo arrogante.
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