Cogida muy grave de Jos¨¦ Luis Bote
Moreno / Gonz¨¢lez, Oliva, BoteCinco toros de Alonso Moreno de la Cova (uno rechazado en el reconocimiento), con trap¨ª¨®, mansos, broncos; 4o, devuelto por inv¨¢lido. 2o de Joaqu¨ªn Moreno Silva, con trap¨ªo, manso e incierto. Sobrero de El Sierro, con trap¨ªo, flojo, noble. D¨¢maso Gonz¨¢lez: tres pinchazos, estocada delantera atravesada y descabello (silencio); pinchazo, metisaca bajo, tres pinchazos, tres descabellos -aviso-, tres descabellos m¨¢s y se acuesta el toro (aplausos y salida al tercio); dos pinchazos y dos descabellos (silencio). Emilio Oliva: estocada ca¨ªda (silencio); bajonazo trasero, tres descabellos y se tumba el toro (ovaci¨®n y salida al tercio); pinchazo y golletazo metisaca (pitos). Jos¨¦ Luis Bote: cogido muy grave en el tercero. Plaza de Las Ventas, 17 de mayo. Novena corrida de feria. Lleno de "no hay billetes".
JOAQUN VIDAL
El tercer toro era un pregonao, estuvo a punto de coger a varios toreros en el transcurso de una lidia desgarrada y enloquecida, y a quien atrap¨® fue a Jos¨¦ Luis Bote. Estaba la brega en terrenos de sol pues el toro sal¨ªa huido de los puyazos y all¨ª se iba a intentar, una vez m¨¢s, la suerte de varas. Bote capote¨® al toro y este se le col¨®, volte¨¢ndole. El torero pudo levantarse y salir corriendo en demanda de la barrera, pero el toro fue m¨¢s r¨¢pido y le entrampill¨® junto a las tablas, peg¨¢ndole la cornada en la espalda. Cuando se lo llevaban apresuradamente las cuadrillas, Jos¨¦ Luis Bote iba en un grito, y qued¨® en la plaza la sensaci¨®n de que estaba muy seriamente herido.
Un torero con mala suerte es este Jos¨¦ Luis Bote. Un torero magn¨ªfico con muy mala suerte, procede precisar. Hace un par de a?os sufri¨® una cornada grav¨ªsima en Benidorm, cuyas secuelas le tuvieron inactivo muchos meses. Y ahora ¨¦sta cogida fuerte, que puede obligarle a una larga convalecencia. Ojal¨¢ no.
Apena el accidentado destino del hombre, naturalmente, mas tambi¨¦n son de lamentar las frustraciones que sufre el torero, estilista en el arte de lidiar reses bravas y conocedor profundo de las suertes. De qu¨¦ le vale tanta t¨¦cnica y tanto estilo, sin embargo, esa es otra cuesti¨®n, al margen de las cornadas. De qu¨¦ le vale, cuando le es pr¨¢cticamente imposible desarrollar todo ese bagaje art¨ªstico, pues ha de pechar con lo que no quiere nadie. La corrida de ayer era de una bronquedad inusual en estos tiempos y si la toreaban tres espadas relativamente modestos no fue por casualidad. El resobado argumento de que siempre ocurri¨® ?gula en la fiesta es falso. Cierto que las figuras de las ¨¦pocas hist¨®ricas sol¨ªan exigir ganado decasta brava y el de casta no tan buena se dejaba a los segundones. Pero esa era la ¨²nica diferencia -no peque?a, de acuerdoporque el toro ¨ªntegro sal¨ªa para todos. Ahora, en cambio, a unos le echan el toro y a otros la mona. Y, encima, a los de la mona hay que llamarlos profesionales, poderosos y creadores del arte inmarcesible.
La confusi¨®n entre toro y mona es de tal naturaleza, que cuando sale alguno de aquellos, muchos se echan las manos a la cabeza. Cada vez acude m¨¢s gente a las plazas con la pretensi¨®n de pasar una tarde apacible, como si fuera a presenciar un espect¨¢culo de ballet. Y la fiesta no es eso. La fiesta es arte y es emoci¨®n. La fiesta es gloria y es tragedia. Y puede salir un toro bronco, como el de la cogida, y entonces los toreros han intentar dominarlo, pues todos los toros, ese y otros a¨²n peores, tienen su lidia. El propio D¨¢maso Gonz¨¢lez le plante¨® faena, y demostr¨® que el toro pregonao no se com¨ªa a nadie; que cuando hay en plaza un torero con temple y recursos de maestro, puede hasta embarcarlo en la muleta, y aqu¨ª no ha pasado nada. El resto de la corrida tuvo parecidas dificultades y peligros, y tanto D¨¢maso Gonz¨¢lez como Emilio Oliva -que sufri¨® en el segundo un enganch¨®n- los resolvieron con oficio. A un sobrero noble, sin embargo, Oliva lo tore¨® allegando m¨¢s coraz¨®n que hondura, y despu¨¦s, al sexto, le entr¨® a deg¨¹ello, y lo degoll¨®. Una agresi¨®n intolerable, claro, que el p¨²blico no tuvo demasiado en cuenta. Hab¨ªa un torero en la enfermer¨ªa y si los otros dos abandonaban la plaza por su pie, eso fue lo mejor que sucedi¨® en la tarde.
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