Dimisiones polacas
LAS DIMISIONEs de dos ministros de Finanzas del Gobierno de Varsovia, Lutkowski en enero y Ole chowski hace unos d¨ªas, ponen de relieve las dificulta des del modelo polaco de transici¨®n del sistema comunista a la econom¨ªa de mercado. Durante casi tres a?os, Polonia ha sido el escaparate de los buenos efectos de la terapia de choque: su inflaci¨®n baj¨® en 1991 a un 70%, despu¨¦s de haber alcanzado el 2.000% en 1989. Los precios fueron liberados, la moneda se hizo convertible, los bancos exteriores acreedores dieron facilidades para el pago de la deuda. Pero el coste de esa operaci¨®n, en t¨¦rminos sociales, result¨® insoportable para la sociedad polaca. Ello se reflej¨® en el desprestigio de los partidos responsables de esa terapia. Y en la aparici¨®n de corrientes demag¨®gicas e irresponsables, prestas a aprovechar el descontento popular para toda suerte de aventuras. En realidad, desde las elecciones de octubre pasado, Polonia no ha tenido un Gobierno estable. Con un Parlamento en el que figuran 29 partidos, y sin ninguna figura de prestigio capaz de aglutinar un equipo con una visi¨®n moderna y democr¨¢tica, la vida pol¨ªtica se mueve en un clima de desconcierto y caos.El ministro Olechowski hab¨ªa negociado la reanudaci¨®n de los pr¨¦stamos del Fondo Monetario Internacional (FMI) a cambio de una garant¨ªa de reducci¨®n del d¨¦ficit presupuestario. Cuando el Parlamento decidi¨® elevar los sueldos del sector p¨²blico y las pensiones -a riesgo de aumentar el d¨¦ficit-, el ministro tuvo que dimitir. En realidad, ni en el Gobierno ni en el Parlamento se dibuja una l¨ªnea m¨ªnimamente coherente: todos quieren los cr¨¦ditos del FMI y casi nadie quiere cargar con los efectos de la austeridad a la que ¨¦stos est¨¢n condicionados.
El deterioro de la situaci¨®n econ¨®mica (con tres a?os seguidos de descensos de la producci¨®n) y un paro superior al previsto, est¨¢ provocando tensiones sociales graves, y cada vez se impone m¨¢s la idea de que, a la larga, resulta m¨¢s eficaz el modelo gradualista practicado, por ejemplo, en Hungr¨ªa. La desilusi¨®n causada por el fracaso de una experiencia que parec¨ªa mod¨¦lica en sus inicios est¨¢ creando en Polonia un clima de incertidumbre y angustia. En esta situaci¨®n, el presidente Walesa incrementa sus maniobras para imponer su poder personal. Su deseo es establecer un sistema a la francesa: que ¨¦l pueda designar, y despedir, al jefe del Gobierno y a los ministros, dejando al margen al Parlamento. Es cierto que el actual bloqueo parlamentario crea una situaci¨®n an¨®mala. Como ha dicho un diputado de la coalici¨®n en el poder, "el Gobierno, ni gobierna ni se va". La oposici¨®n no tiene posibilidad de presentar un equipo alternativo. Pero Walesa tampoco tiene la mayor¨ªa precisa (dos tercios) para realizar los cambios que desea y que equivalen a una reforma constitucional. Hay signos de que ha pensado en prescindir del Parlamento, como hizo el general Pi1dsuski despu¨¦s de la Primera Guerra Mundial. Un golpe de ese g¨¦nero no har¨ªa sino aumentar las desgracias que sufre Polonia.
Ese clima ayuda a la Iglesia a reforzar su dominio sobre la vida social. El caso m¨¢s escandaloso es la decisi¨®n del Colegio de M¨¦dicos prohibiendo, con el apoyo entusiasta de los obispos, la realizaci¨®n de abortos, a pesar de que son legales. Ello equivale a cambiar la ley desde fuera del Parlamento. La reacci¨®n de las mujeres, incluso muchas dirigentes de los partidos cat¨®licos, ha sido de indignaci¨®n. Los sondeos indican que el 67% de los electores son favorables al aborto legal. Por eso la Iglesia se opone al refer¨¦ndum. Pero ha encontrado una forma de imponer su criterio por encima de la voluntad de la poblaci¨®n.
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