La rep¨²blica bosnia una creaci¨®n de Tito
El llamado Acuerdo de Graz, entre representantes croatas y serbios, para un reparto territorial de Bosnia-Herzegovina no deber¨ªa causar especial incredulidad. Al margen de los detalles de esa conferencia, celebrada el 6 de mayo, ni Zagreb ni Belgrado miraron nunca a Bosnia-Herzegovina como una entidad con personalidad propia, sino como una prolongaci¨®n m¨¢s o menos confusa de su propio territorio poblada por croatas cat¨®licos, serbios ortodoxos o serbios y croatas musulmanes.En primer lugar, la Rep¨²blica de Bosnia-Herzegovina fue una creaci¨®n de Tito, instituida en 1948. Dentro del esquema de contrapesos ideado por el l¨ªder comunista, la nueva rep¨²blica deb¨ªa constituir un espacio pol¨ªtico neutral entre Serbia y Croacia, que zanjaba as¨ª una larga disputa sobre el control de esa regi¨®n que aparentemente se arrastraba desde el nacimiento en 1918 del Reino de los Serbios, Croatas y Eslovenos (m¨¢s tarde denominado Yugoslavia).
El primer reparto se produjo en agosto de 1939, en v¨ªsperas de la Il Guerra Mundial y en pleno r¨¦gimen dictatorial. Ante el peligro inminente, el regente Pablo se decidi¨® a resolver el problema del nacionalismo croata, concediendo a la Dieta de Zagreb el gobierno auton¨®mico de una regi¨®n que podr¨ªa asemejarse mucho al mapa negociado el pasado 6 de mayo en Graz: Croacia adquir¨ªa la regi¨®n de Dalmacia y Herzegovina, y de Bosnia apenas quedaban dos regiones o banonivas. Ya deshecho el viejo Estado yugoslavo por la ocupaci¨®n alemana, el Estado croata de Ante Pav¨¦lic englob¨® la totalidad de Bosnia-Herzegovina.
En definitiva, Tito no pod¨ªa inspirarse en el fracasado Estado yugoslavo de entreguerras. Su idea se remontaba al estatuto de Bosnia y Herzegovina en tiempos de Austria-Hungr¨ªa. En 1878, las tropas austriacas hab¨ªa ocupado estas provincias del Imperio Otomano, ante los alzamientos cristianos contra el predominio musulm¨¢n. En 1908, Viena decidi¨® anexionarlas formalmente a la corona. Una de las razones para hacerlo fue sustraer a Bosnia-Herzegovina de la influencia de un Estado serbio cada vez m¨¢s fuerte en el juego balc¨¢nico. Sin embargo, tampoco se entreg¨® el control de las regiones a Croacia, que gozaba de cierta autonom¨ªa en la parte h¨²ngara del imperio. Por el contrario, en 1910, Bosnia y Herzegovina obtuvieron cierta capacidad de autogobierno a partir de un decreto imperial, y as¨ª comenz¨® a despertar un moderno sentido de bosnicidad. Este sentimiento fue conscientemente promovido por las autoridades austr¨ªacas, alentando la identificaci¨®n entre lo bosnio y lo musulm¨¢n.
Esta fue la l¨®gica que gui¨® a Tito en 1948. La obra se complet¨® en 1970, cuando los musulmanes bosnios recibieron el t¨ªtulo de nacionalidad diferenciada, algo que nacionalistas serbios y croatas no aceptaron de buen grado. Pero la etnia isl¨¢mica bosnia, que agrupa a unos dos millones de individuos, es una realidad, y no s¨®lo en Bosnia. En los Balcanes subsisten entre cinco y seis millones de musulmanes, entre turcos, pomacos, chams, gegs y tosks. Pero los bosnios han estado desde siempre entre los m¨¢s pr¨®speros. Poseen una clara tradici¨®n de identidad, ya que son los descendientes de la comunidad bogomilita del siglo XII. Los seguidores de esta herej¨ªa cristiana, despreciados y perseguidos por sus vecinos, se convirtieron masivamente al islamismo tras la invasi¨®n turca en el siglo XV. En Bosnia, bajo los otomanos, esos esclavos musulmanes conformaban la casta de nobles y administradores, y llegaron a ostentar importantes cargos.
Estrictos musulInanes
Imitaron la vestimenta y las costumbres de la corte turca, y conservaron la fama de ser m¨¢s estrictos que el mismo sult¨¢n. En 1848 se rebelaron contra el poder por las reformas occidentalizadoras que hab¨ªa emprendido, ya que daban oportunidades a los s¨²bditos cristianos. Las tensiones entre la ¨¦lite musulmana y los campesinos ortodoxos o cat¨®licos acabaron finalmente por provocar la intervenci¨®n austroh¨²ngara.
La liberaci¨®n nacional de los pueblos cristianos bajo el yugo turco en las primeras d¨¦cadas del siglo XX dej¨® aisladas y confundidas a las poblaciones musulmanas, que, l¨®gicamente, se refugiaron en el islamismo como se?a de identidad. Para ellos, en Estados agresivamente cristianos, era dif¨ªcil el camino de occidentalizaci¨®n emprendido por Atat¨¹rk en Turqu¨ªa. En la Yugoslavia titista, ya en los a?os cuarenta, algunos de sus intelectuales sufrieron prisi¨®n por propagar ideales panisl¨¢micos o defender los derechos pol¨ªticos, religiosos o culturales de la comunidad musulmana. Posteriormente, en 1951, organizaron una breve sublevaci¨®n contra la decisi¨®n de Tito de prohibir el velo de sus mujeres.
El papel de los musulmanes bosnios a¨²n ten¨ªa m¨¢s trascendencia si se considera que actuaban como etnia de interposici¨®n, como lo hab¨ªan sido anta?o los jud¨ªos, alemanes, griegos y armenios que poblaban los Balcanes y serv¨ªan como una especie de cemento homogeneizador entre pueblos muy diferentes. Por eso la coexistencia de pueblos en Bosnia-Herzegovina se hab¨ªa convertido en el gran s¨ªmbolo del nuevo Estado titista: era una Yugoslavia dentro de Yugoslavia, un territorio en el que todos los grupos nacionales estaban tan mezclados que no cab¨ªa sino la tolerancia.
Una vez instituida la existencia formal de un Estado croata y otro serbio-montenegrino, una Bosnia-Herzegovina independiente resulta tan intolerable para Zagreb como para Belgrado, dado que forzosamente deber¨ªa estar construida sobre bases federales. Y un Estado con capital en Sarajevo como el reconocido por la comunidad internacional a lo largo de este a?o vendr¨ªa a equivaler a una supervivencia de la idea federal de los sudeslavos. Eso, tanto para Franjo Tudjman como para Slobodan Milosevic, constituye algo demasiado molesto: la demostraci¨®n viva de que la vieja Yugoslavia destruida en el verano de 1991 quiz¨¢ pudo haber subsistido.
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