La voz m¨¢s rossiniana

Cant¨® Teresa Berjanza para los Amigos de la Opera y en homenaje a Rossini, cuyo bicentenario ha tenido, entre nosotros, una celebraci¨®n atenuada que nada tiene que ver con la pasi¨®n rossiniana de otro tiempo. Ni siquiera se ha programado El barbero en Sevilla. Con la colaboraci¨®n del pianista ?lvarez Parejo, musical, pulcra e identificada, Teresa se intern¨® por el otro Rossini: el de Cantatas, peque?os ciclos y liriche de varia significaci¨®n. El ¨¦xito fue grande, y comenz¨® antes de que la mezzosoprano abriera la boca con una ovaci¨®n de saludo larga duraci¨®n.

Entre 1808 y 1846 compone Rossini una serie de cantatas e himnos con las m¨¢s varias dedicaciones: a Fernando I, a Francisco I de Austria, a Lord Byron, al hijo del banquero Aguado, Pio IX o a la paz. La cantata Giovanna d'Arco fue, de todo lo cantado anteayer por Berganza, lo m¨¢s oper¨ªstico de la tarde, pues por la intenci¨®n y el estilo entra dentro de la creaci¨®n dram¨¢tica del m¨²sico de P¨¦saro y exige de la int¨¦rprete toda suerte de contrastes expresivos, adem¨¢s de unas facultades que, desde el comienzo de su carrera, posee en grado muy alto Teresa Berganza. Despu¨¦s, el tr¨ªptico La regata veneziana, en dialecto v¨¦neto, deja testimonio de una tradici¨®n a¨²n viva en los anales de la ciudad de las aguas, a la que en Espa?a se daba cierta respuesta en las fiestas reales de Aranjuez con la escuadra del Tajo.

En la segunda parte, junto a algunos ejemplos de inspiraci¨®n espa?ola el -bolero Mi lagner¨® tacendo, la Tirana alla spagnol- nos dio Teresa la Chanson de Zora, en franc¨¦s, Se il vuol la mutlinara, un aria bufa, La Fiorat florentina, La Pastorella, L'Invito y el Addio di Rossini ai parigini.

Teresa Berganza figura entre las grandes rossinianas de la historia l¨ªrica. Ya dentro de su repertorio oper¨ªstico -m¨¢s de 20 t¨ªtulos-, Rossini y Mozart se sit¨²an en cabeza con cuatro obras cada uno. Pero aun cuando no hubiera cantado en su vida nada m¨¢s que Una voce poco f¨¢ que le escuchamos en el Conservatorio en 1954, cuando obtuvo el Premio Lucrecia Arana, merecer¨ªa figurar en el gran cuadro de las cantantes de Rossini. Esa ¨®pera, La italiana en Argel, La Cenerentola, El conde Ory, figuran en el repertorio de Teresa desde 1957-1958 y contribuyeron a la fama de esta sucesora y heredera de la Hidalgo, la Huguet, la olvidada Galvan, Conchita Superv¨ªa o Victoria de los ?ngeles.

Exige Rossini tres valores fundamentales: perfecci¨®n ¨¢gil, gracia y dones vocales y, como todo autor, talento. Cuatro condiciones que se dan en Berganza y que conserva, aunque alg¨²n agudo no sea tan bello como en sus verdes a?os. Y conviene la colaboraci¨®n de un pianista que, cual ?lvarez Parejo, trabaje en la misma onda de pensamiento y dicci¨®n que, en modo abstracto, existe tambi¨¦n en el artista instrumental.

El ¨¦xito se hizo patente no s¨®lo a trav¨¦s de los aplausos, bravos y piropos, sino, m¨¢s a¨²n, desde una sucesi¨®n de solicitadas propinas -seis o siete, que no las cont¨¦- capaces de completar el recital desde ¨¢ngulos expresivos muy diversos al estricto, rico y fascinante repertorio rossiniano.