El triunfo de Nefertari
El escritor Terenci Moix narra el cierre de la tumba egipcia m¨¢s famosa
Las autoridades arqueol¨®gicas egipcias procedieron en abril al cierre de la tumba de Nefertari, en el valle de las Reinas de Tebas. El escritor Terenci Moix asisti¨® a la ceremonia, que culminaba el Nefertari Project, un programa de restauraci¨®n -auspiciado por la Fundaci¨®n Getty- que le ha permitido no s¨®lo informarse de los ¨²ltimos avances t¨¦cnicos y cient¨ªficos, sino rescatar el elemento po¨¦tico de una labor que permite so?ar con la restauraci¨®n de la barca solar de Guisa y el ajuar funerario de Tutankam¨®n.
El pasado 7 de abril contempl¨¦ c¨®mo el equipo de la Paul Getty cerraba una de las tumbas m¨¢s bellas de las necr¨®polis tebanas. Era el punto final del llamado Nefertari Project, iniciativa que, m¨¢s all¨¢ de su inevitable repercusi¨®n anecd¨®tica, ha permitido comprobar nuevos sistemas de restauraci¨®n, de vital importancia para el salvamento de antig¨¹edades amenazadas. Si el inter¨¦s cient¨ªfico de estos trabajos es incuestionable, la posibilidad de seguirlos de cerca me ha deparado una experiencia culminante como escritor y como viajero. B¨¢sicamente, me importa destacar la emoci¨®n que produce reconstruir paso a paso el que hacer de los artesanos de hace bastante m¨¢s de 3.000 a?os. La ciencia pone sus medios excepcionales; la imaginaci¨®n po¨¦tica, el resto. Y lo que Durrell denomin¨® el spirit of place adquiere en estas simas una importancia determinante, obsesiva.La tumba de la reina Nefertari se halla en una depresi¨®n que forman las monta?as de Tebas, a la altura de Medinet Habu. Durante el nuevo imperio y en pleno apogeo de las dinast¨ªas tebanas, la zona fue utilizada para albergar las sepulturas de las esposas reales y tambi¨¦n de algunos pr¨ªncipes. En la actualidad la conocemos como el Valle de las Reinas (Biban el Harim o Biban es Sultanat), pero en tiempos antiguos recib¨ªa un nombre mucho m¨¢s sugerente: Sede de la Belleza (Set Neferu).
Cr¨®nica privilegiada
He escrito en numerosas ocasiones que no existe en todo el mundo un paisaje comparable a esta cordillera que, dominada por la cima piramidal conocida como la Guardiana de Occidente, encierra en sus entra?as la cr¨®nica de la cultura egipcia en un momento privilegiado. Es un paisaje que no admite frivolidades. Cuando aprieta el sol de mediod¨ªa, el turismo de masas nos concede la misericordia de regresar a sus hoteles y cruceros emplazados en la otra orilla; a partir de este momento, la soledad nos enfrenta a un ins¨®lito planeta reducido a la m¨¢s estricta mineralidad; un mundo de formas esenciales, que proponen incesantemente un retorno al origen. Desde la ¨¦poca de los eremitas cristianos a la de Vivant Denon o la gran Amelia Edwards, hasta las m¨¢s recientes descripciones de egipt¨®logos como Desroches Noblecourt a John Rommer, enteras generaciones de viajeros, han percibido el mismo impacto Las ciudades de los muertos deTebas crean conversos e, inmediatamente, adictos. Eudald Guillamet, que tiene a su cargo la restauraci¨®n de la tumba de Kiki, me comunicaba la enorme capacidad integradora de estos parajes. Cuando se halla en Europa siente el imperioso anhelo de volver a esta esencialidad, de reintegrarse a ella durante meses enteros. Tiene Guillamet la suerte de trabajar en la necr¨®polis del Asasif, lindante con la colina de Kurria. Es un lugar apenas visitado por el turista. Los autocares pasan a toda velocidad en busca del templo de Hatchsepsut o del mercadillo en que se ha convertido el Valle de los Reyes. Gracias a esta indiferencia, el Asasif se salva de la masif icaci¨®n. Mi punto de reposo predilecto es el antiguo edificio de la misi¨®n del Metropolitan Museum, con su arquitectura colonial deliciosamente apolillada. Almorzar entre estos muros representa una inmersi¨®n en otro universo particularmente seductor para los enamorados de Tebas: el de los tiempos heroicos de la egiptolog¨ªa (no quedan lejos las mansiones que, en otro tiempo, habitaron Mariette o Carter). Al fondo no consigue afectarnos el templo de Hatchsepsut, que los restauradores polacos se han empe?ado en disimular bajo el aspecto de un hotel de cinco estrellas.
Me he referido someramente a los grandes descubridores, cuyo ejemplo nunca dejar¨¢ de conmovernos. En la actualidad, m¨¢s que en la, ¨¦poca de los descubrimientos, nos hallamos en la de la conservaci¨®n y las restauraciones sensatas. El estado en que se encuentran muchos y muy prestigiosos monumentos es simplemente ag¨®nico. De momento ha sido necesario cerrar algunas de las tumbas m¨¢s visitadas del Valle de los Reyes: la de Sethi I, la de Rams¨¦s IV y la de Tutankhamon, a quien el turismo convirti¨® hace tiempo en el Tom Cruise de la XVIII dinast¨ªa. El cierre es, con todo, una soluci¨®n transitoria. La influyente presi¨®n de los operadores tur¨ªsticos ha obligado a desviar a los grupos a otras tumbas de las que habitualmente sol¨ªan prescindir. ?Han llegado a introducirse en la Ciudad de los Obreros, en Deir el Medinah, que siempre consider¨¦ como mi propio hogar! .
El Nefertari Project, seg¨²n me informaba Eduard Porta -coordinador general-, es la primera iniciativa de este tipo que la fundaci¨®n Getty emprende fuera de Estados Unidos, y no parece que vaya a ser la ¨²ltima en suelo egipcio. De hecho se plantean acciones tan urgentes como la restauraci¨®n de la barca solar de Gizeh y la tumba y el ajuar funerario de Tutankhamon. Un reciente proyecto de participar en la restauraci¨®n de la esfinge de Gizeh se habr¨ªa frustrado porque el Gobierno egipcio desea acometer a solas el gigantesco proyecto.
La tumba de Nefertari fue cerrada al p¨²blico en 1968, abierta de nuevo con car¨¢cter temporal, y cerrada definitivamente a partir de 1975. No tuvo, pues, tiempo de verse afectada por el fen¨®meno del turismo. Sus problemas proceden del propio terreno. Se encuentra situada en la parte m¨¢s baja del valle, zona que desde la antig¨¹edad est¨¢ especialmente sometida a los aluviones. Si bien las lluvias son escasas en esta regi¨®n -mejor dicho, ins¨®litas a lo largo de los milenios cuando aparecen se manifiestan en formas torrenciales; as¨ª, los m¨²ltiples uadis de la monta?a sagrada se convierten en torrentes tumultuosos que arrastran cuanto encuentran a su paso. La tumba de Nefertari se vio dram¨¢ticamente afectada por corrimientos de terreno que han llegado a comprometer seriamente su estructura y, al decir de algunos gu¨ªas de gran prestigio, por filtraciones de agua. Seg¨²n Eduard Porta, esto es inexacto pues en los trabajos de restauraci¨®n no se encontr¨® el mejor rastro de irrupciones l¨ªquidas, aunque s¨ª humedades de muy distinto signo.
Los principales problemas a que debi¨® enfrentarse la restauraci¨®n consist¨ªan en el desprendimiento de las capas pict¨®ricas y gran parte del mortero que las sustenta (en un 40%), y en la cristalizaci¨®n de sales minerales (en un 60%). Sometida a un exhaustivo examen a cargo de expertos en hongos y microorganismos, la restauraci¨®n plante¨® tambi¨¦n determinados problemas de tipo est¨¦tico, entre ellos el hallazgo de los colores utilizados por los antiguos artesanos. Las asombrosas cualidades del blanco conseguidas en esta tumba s¨®lo pod¨ªan repetirse a base de un material llamado huntita, que no ha sido posible localizar en toda la regi¨®n de Tebas ni en el resto de Egipto. Fue necesario recurrir a una s¨ªntesis de laboratorio utilizando el magnesio y el carbonato doble de calcio.
La restauraci¨®n, que ha costado cinco millones de d¨®lares, empez¨® en octubre de 1987. Las campa?as se efectuaban en primavera y oto?o, interrumpi¨¦ndose en los periodos en que el calor hace impensable el trabajo en el valle, as¨ª como en periodos de vacaciones como Navidades y Pascua, cuando la amenaza tur¨ªstica se acrecienta desde varios frentes a la vez, interrumpiendo la tranquilidad que requiere un trabajo de esta ¨ªndole. Un periodo id¨ªlico, aunque provisional, lleg¨® durante la guerra del Golfo, que alej¨® al turismo de las tierras del Nilo (y, desde luego, no para satisfacci¨®n de sus gentes).
Tarea cotidiana
Cada ma?ana, a las ocho, el equipo part¨ªa del embarcadero del Hilton, en Karnak; ya en la orilla izquierda, dejaba atr¨¢s los ¨²ltimos plant¨ªos y se internaba en Biban el Sultanat para encerrarse durante siete horas en la tumba, sometida a su vez a la protecci¨®n y vigilancia de las autoridades. La irrupci¨®n de alg¨²n curioso era inevitable, porque las restantes tumbas del valle continuaban recibiendo su habitual cargamento de grupos.
El Nefertari Project estaba formado por tres expertos egipcios y siete italianos, encabezados por Laura y Paolo Mora, pareja particularmente gentil y dedicada a demostrar en todo momento lo que la restauraci¨®n ha tenido de profundo acto de amor. Un examen atento permit¨ªa no s¨®lo comprobar las excelencias de tan gloriosa labor, sino tambi¨¦n ir descubriendo detalles que en una visita r¨¢pida se nos escapar¨ªan necesariamente. Gracias al nuevo equipo de iluminaci¨®n y al recorrido efectuado, casi con lupa, pod¨ªamos seguir paso a paso el proceso original. Si incluso en una visi¨®n somera siempre nos asombra la perfecci¨®n artesanal del arte egipcio, y concretamente de la pintura mural tebana, el estudio de m¨²ltiples pormenores nos acercaba a lo que era una culminaci¨®n de la filigrana. Nos permit¨ªa descubrir distintos y amenos casos de pentimento; de c¨®mo el pintor, en su trazado definitivo, rechaza la primera indicaci¨®n del dibujante, acaso como una afirmaci¨®n de sus propias necesidades expresivas. En otro muro, las diferencias entre el esbozo inicial y el trazado definitivo eran m¨¢s evidentes. M¨¢s all¨¢, peque?os deslizamientos de la pintura, un leve error del cincel, un color sustituido por otro, el relieve corregido sobre la marcha, todo formaba parte de un itinerario maravilloso que nos infund¨ªa una gran sensaci¨®n de respeto. Por un momento, la concepci¨®n egipcia del arte como forma de artesanato ve¨ªase superada al descubrir un instante de verdadera creaci¨®n personal. Y no puedo por menos de recordar la emoci¨®n que produce el descubrir, junto a la corona de Hathor, las u?as del artista que se apoyar¨ªa en la pintura, todav¨ªa fresca, para rematar las estrellas del techo celeste.
Aunque la tumba de Nefertari presenta una estructura m¨¢s compleja que las de otras soberanas enterradas en el valle, obedece en todo momento al tipo convencional de sepultura tebana: la. que los griegos denominaron siringia al asociarla con la flauta pastoril. Contrariamente a las tumbas privadas, las reales se concentran en textos mitol¨®gicos y en textos rituales: el de los Muertos y el de las Puertas principalmente. En la tumba de Nefertari toda la iconograf¨ªa se limita al ceremonial funerario cl¨¢sico y a los encuentros de la reina con las divinidades primordiales: Anubis, Maat, Ra, Hathor-Isis Thot y, por supuesto, las dos ilustres hermanas, Neftis e Isis convertidas en p¨¢jaros. Esta iconograf¨ªa, de muy escasa variaci¨®n dentro de la ortodoxia, presta al conjunto un aspecto de r¨ªgida oficialidad, trascendida gracias a los hallazgos de un colorido deslumbrante.
Periodo
La lista de construcciones realizadas durante el reinado de Rams¨¦s II -conocido como el gran constructor- ser¨ªa demasiado extensa para los l¨ªmites de este art¨ªculo. Pero s¨ª conviene destacar algunas caracter¨ªsticas que confluyen en el arte del periodo: especialmente la afirmaci¨®n de los c¨¢nones tradicionales, despu¨¦s de las alteraciones provocadas por la herej¨ªa am¨¢rnica, as¨ª como la imposici¨®n del colosalismo en las formas arquitect¨®nicas. Curiosamente, se desarrolla despu¨¦s de la edad de oro que supuso el reinado de Sethi I, padre de Rams¨¦s. Los relieves del templo de Abydos son una muestra de la exquisitez alcanzada por el arte de aquel periodo; en cuanto a la escultura de Rams¨¦s que se conserva en Tur¨ªn, escribi¨® Champollion: "Es mi Apolo de Belvedere del arte egipcio". Seguramente los artistas que ilustraron la tumba de Nefertari reparar¨ªan en aquellos ejemplos excepcionales antes que en el colosalismo, a veces impertinente, que caracteriza a la ¨¦poca de su fatuo esposo.
El aspecto de la tumba, despu¨¦s de la restauraci¨®n, era prod¨ªgioso, como si el tiempo hubiera retrocedido sobre s¨ª mismo, imponiendo una ley de perdurabilidad. Su nuevo maquillaje hace honor a una serie de horrores previamente otorgados. En efecto, las gu¨ªas m¨¢s acreditadas le concedieron siempre un alt¨ªsimo nivel de excelencia. Descubierta en 1904 por Ernesto Schiparelli, ya ocupaba la posici¨®n de tumba estrella en la edici¨®n de 1929 del legendario Baedeker. En la actualidad, la pol¨ªtica de los operadores tur¨ªsticos est¨¢ empe?ada en convertir a Nefiertari en la atracci¨®n tur¨ªstica de ¨¦sta y muchas temporadas. Su importancia comercial est¨¢ en boca de todos los guardianes de Tebas. Cuando el guardi¨¢n de Medinet Hab¨² me llev¨® a sucaba?a para obsequiarme, con la habitual gentileza egipcia, todo su empe?o consist¨ªa en averiguar cu¨¢ndo abrir¨ªan la tumba o, m¨¢s concretamente, cu¨¢ndo permitir¨ªan la entrada a los turistas.
Eduard Porta es particularmente pesimista al respecto. Una vez comprobado que el elevado ¨ªndice de frecuentaci¨®n humana es el principal responsable del deterioro, la ¨²nica posibilidad de que estos trabajos no se malogren a corto tiempo ser¨ªa el cierre definitivo de la tumba y la construcci¨®n de una maqueta a escala riatural capaz de satisfacer la curiosidad del viajero que s¨®lo aspira a ser curioso. En contrapartida, esa soluci¨®n dejar¨ªa razonablemente frustrados a muchos aut¨¦nticos devotos de la cultura fara¨®nica.
Babelia
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